Adis Marlén Morera - Prensa Latina.- El arte en sus manos embelleció cada movimiento hasta convertirlo en símbolo de la cultura de Cuba, por lo que la impronta y espíritu de Alicia Alonso (1920-2019) habitan en el más importante certamen danzario nacional.


Con la humildad que lo define y la sabiduría de dedicarse en cuerpo y alma a esa manifestación, el historiador del Ballet Nacional de Cuba (BNC), Miguel Cabrera, conversó en exclusiva con Prensa Latina, a propósito del XXVIII Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, que se celebrará del 28 de octubre al 10 de noviembre próximos.

Tengo la dicha de haber presenciado los 27 Festivales e integrar su Comité Organizador desde 1974 junto a Alicia y Fernando Alonso, afirmó.

Según declaró, el prestigioso evento, instaurado en 1960, tuvo dos objetivos principales: el primero de ellos mostrar al mundo el avance de esta disciplina en la nación caribeña, conquistado gracias al legado e imagen de la prima ballerina assoluta y el segundo, enriquecer la cultura danzaria de este pueblo.

Ella poseía lo que denominò el don aglutinador, pues su talento y grandeza propiciaron que los amantes del ballet en el mundo acudieran a su patria, añadió. Corría el año 1960 y comenzaba en Cuba una nueva vida para el ballet, disuelto desde 1956 debido a las agresiones de la tiranía de Fulgencio Batista, recordó.

Luego del triunfo revolucionario, en enero del 59, se reorganizó la compañía y al año siguiente se celebró el primer Festival con un formato aún en embrión.

Fidel Castro, entonces primer ministro, suscribió la Ley No. 812, con la cual se garantizó en forma definitiva la protección del Estado al BNC, rememoró.

Con esa seguridad de futuro, se convocó a la edición inaugural, aunque con el paso del tiempo la inmensa tarea fue desarrollarlo, precisó.

Al de 1960 le siguieron los del 66 y 67, un tiempo que muy sabiamente se esperó, dijo el experto, cuyas razones aborda en su libro “Festival Internacional de Ballet de La Habana (1960-2004) Una cita de arte y amistad”, publicado en 2006.

Se trataba del gran ascenso del ballet en el país, se consolidó la compañía y se produjo la primera graduación de la Escuela Nacional de Ballet, en 1968, de la cual despuntaron destacados bailarines.

Fue la generación de Jorge Esquivel, Orlando Salgado, Lázaro Carreño, Rosario Suárez, Amparo Brito; ese nuevo ímpetu dio vida al Festival, expresó.

Mostrar al mundo los logros de la reconocida escuela ha sido el primer gran objetivo del encuentro bienal, desde la edición de 1974 hasta la de 2024, aseveró el especialista.

Cabrera presentará dos libros en el marco del certamen internacional: “Ballet Nacional de Cuba, siete décadas de creación coreográfica” y “Alicia, el ballet y yo”, escrito durante la pandemia de Covid-19 con el pretexto de regresar a esa célebre artista, su sabiduría, historia y presencia en la cultura cubana.

El BNC ha creado un repertorio sorprendente que abarca 785 títulos, de 214 coreógrafos provenientes de 29 países, es algo asombroso, sentenció. “Muchas de esas obras son parte también de la historia de la cita artística, creadas en ese contexto”.

Son estrenos en Cuba que han nutrido la cultura nuestra, creaciones mundiales interpretadas por agrupaciones y notables personalidades. Esa es la brújula del Festival, mostrar lo nuestro y enriquecernos con todo lo bueno, significó.

Para quien conserva tanta sabiduría y anécdotas, es impresionante afirmar que el BNC atesora 785 obras de los estilos clásico, romántico, neoclásico, tendencias contemporáneas y de fusión; desde La siesta de un fauno -la primera que subió a escena el 28 de octubre de 1948- hasta Lucile, exhibida en julio de este año.

Hemos disfrutado desde Alicia Alonso zapateando con Antonio Gades hasta las vanguardias más tremendas, es una fiesta, expresó Cabrera para luego citar una frase del escritor cubano Alejo Carpentier que acompaña siempre al Festival de Ballet: «El espíritu de la danza es inseparable de la condición humana».

A través del lenguaje sin palabras, el del movimiento, puede tenderse un puente en este mundo convulso en el que vivimos, no solo de riqueza artística, sino de entendimiento humano, detalló.

El historiador del BNC consideró al evento como un muestrario de la cultura cubana, al referirse al aporte de los músicos, compañías y artistas plásticos, cuyas obras prestigian los diseños de vestuario y la escenografía.

A su vez, comparó a la danza cubana con un árbol, de tronco sólido y ramas muy plurales, “y esas ramas siempre han estado presentes”. Este año el certamen tiene un particular énfasis y es lindo ver a noveles compañías con una historia que enriquecerá ese abanico, puntualizó.

Es indiscutible la trascendencia e importancia de cada Festival, en el cual convergen estrellas con igual virtuosismo y pasión por las zapatillas. Maestro, ¿cuál considera especial?

Todos poseen un momento tremendo, pero yo me ciño a uno solo, el de 1978, cuando se conmemoraron los 30 años del BNC y los 35 del debut de Alicia Alonso en el personaje de Giselle, el 2 de noviembre de 1943, recordó.

En su opinión, la actuación de la famosa intérprete colocó a Cuba en el mapa mundial del ballet, probó que los latinoamericanos podían bailar la herencia clásica, reservada hasta ese momento a las bailarinas eslavas o anglosajonas. Por otro lado, aseguró que el certamen no hubiera sido posible sin esa agrupación.

Todo ha tributado a esos dos momentos, declaró, «han participado compañías y estrellas muy importantes gracias al nombre de esa mujer y a la obra maestra que constituye el BNC, ese es el don aglutinador que hace posible esta fiesta de la danza».

Casi puede sentirse el espíritu que abraza al arte en puntas, en tanto que en pocas semanas subirán a escena figuras cubanas e internacionales de la más alta valía para reverenciar el poder de la danza y de una institución Patrimonio Cultural de la Nación.

Cuando suba el telón allí estará, en primera fila, Miguel Cabrera, con quien conversar despierta las sensaciones propias de ver un espectáculo danzario: hermoso, enriquecedor y placentero.

Es un recorrido por los senderos de esa expresión, de un símbolo y un Festival que él define como un “puente de arte y amistad, un abrazo de Cuba al mundo con el deseo de arte y paz a través de la danza”.

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