En 2015, el Papa recorrió 18 kilómetros por La Habana en un vehículo abierto construido en Cuba especialmente para la ocasión. Según el cálculo inicial del portavoz vaticano, Federico Lombardi, unas cien mil personas se congregaron a lo largo del recorrido. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.


Católicos de Cuba expresan pesar por deceso del papa Francisco

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La Habana, 21 abr (Prensa Latina) La Conferencia de Obispos Católicos de Cuba expresó su pesar por el fallecimiento hoy, a la edad de 88 años, del sumo pontífice de la Iglesia católica, su santidad el papa Francisco.

A través de un comunicado oficial, la entidad religiosa invitó a todas las diócesis de Cuba a celebrar misas en sufragio por el eterno descanso de Francisco, en señal de luto y respeto, e instó a unirse en oración por el futuro de la Iglesia.

El papa Francisco fue un pastor fiel, un hombre de profunda fe y un servidor incansable del Evangelio.

Su pontificado de 12 años estuvo marcado por su amor a Cristo, su dedicación a la unidad de la Iglesia y su compromiso con los más pobres y vulnerables. Su legado de misericordia, diálogo y esperanza seguirá inspirando a generaciones presentes y futuras, señaló.

Consigna el texto, además, que en este momento de duelo, los obispos, sacerdotes, religiosos y fieles de Cuba ruegan por el consuelo y la fortaleza del Colegio Cardenalicio, de la Curia Romana y de todos los católicos del mundo que lloran su partida, sin olvidar a sus familiares y amigos.

Expresa igualmente el deseo de “que el testimonio de fe y entrega del papa Francisco nos impulse a seguir construyendo un mundo más justo, solidario y lleno del amor de Dios”. También el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, manifestó esta jornada en la red social X sus condolencias por el deceso del papa Francisco, al que calificó de inolvidable, y recordó las muestras de afecto y cordialidad que transmitió a los cubanos, las que –dijo- fueron siempre reciprocadas.

Jorge Mario Bergoglio, Francisco, de Argentina, fue elegido jefe de la Iglesia católica en marzo de 2013, después de la renuncia de Benedicto XVI y se convirtió en el primer obispo de Roma procedente de una nación de América Latina.

Del 19 al 22 de septiembre de 2015, realizó un viaje apostólico a Cuba, durante el cual dialogó con el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro.

El 12 de febrero de 2016 volvió a suelo cubano en una escala de su viaje a México y sostuvo en este país un encuentro con el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, su santidad Kirill, primera reunión de los líderes de ambas iglesias, luego del cisma del cristianismo en el año 1054.

 

Papa Francisco y Cuba: diálogo, respeto, sensibilidad

Redacción CubaSí

El vínculo entre el papa Francisco y Cuba ha sido uno de los más significativos en la historia reciente de las relaciones entre la Iglesia Católica y la nación. Más allá de los gestos protocolares, su acercamiento ha estado marcado por una profunda sensibilidad pastoral, un claro interés en la reconciliación entre los pueblos y un respeto sincero hacia la historia y la dignidad del pueblo cubano. La visita apostólica que realizó del 19 al 22 de septiembre de 2015 no solo tuvo un gran impacto espiritual, sino también político y simbólico.

En esa ocasión, el pontífice ofició misas en La Habana, Holguín y Santiago de Cuba, siendo esta última la ciudad donde veneró a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona nacional. Fue un gesto de especial significación para millones de creyentes cubanos, que vieron en el papa no solo al jefe de la Iglesia, sino a un pastor cercano y empático. Sus palabras en la Plaza de la Revolución de La Habana, en las que llamó a apostar por el servicio al prójimo, resonaron más allá de los templos.

Uno de los momentos más notables de aquella visita fue su encuentro con Fidel Castro. Aunque se trató de una reunión privada, el contenido simbólico fue inmenso: dos líderes, cada uno con su cosmovisión, dialogando sobre temas como el medio ambiente y el rol de la religión en el mundo contemporáneo. Fue, sin duda, una señal de respeto mutuo, que hablaba de una Cuba dispuesta al diálogo y a la pluralidad.

Pero el rol del papa Francisco respecto a Cuba no se limita a esa visita. Fue pieza clave en el acercamiento diplomático entre La Habana y Washington, cuyo restablecimiento de relaciones en 2014 fue facilitado, en gran parte, por la mediación discreta y efectiva de la Santa Sede. Su figura se convirtió entonces en puente entre dos naciones que por décadas vivieron enfrentadas, y su presencia en la isla reforzó ese simbolismo.

Un año después, en febrero de 2016, Cuba volvió a ser epicentro de un hecho trascendental para el cristianismo: el histórico encuentro entre el papa Francisco y el patriarca ortodoxo ruso Kiril, primero desde el cisma de 1054. Este hecho consolidó a la isla como un espacio de confluencia y entendimiento, más allá de credos o ideologías.

Francisco reiteró en varias ocasiones su afecto por el pueblo cubano, describiéndolo como laborioso, digno y lleno de esperanza. Ha dicho también que mantiene una relación humana con las autoridades del país, y que considera a Cuba “un símbolo”. 

El pontífice apostó siempre por el camino del entendimiento. Su actitud no partía de la complacencia, sino de una visión pastoral que privilegia el diálogo sobre la confrontación. En un mundo marcado por los desencuentros, su mensaje en Cuba fue claro: tender puentes, sanar heridas, promover una “revolución de la ternura”, como él mismo la llamó.

 

Papa Francisco: entre la humildad y la reforma

Redacción CubaSí

La muerte este lunes de Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, marca el cierre de una era singular en la historia de la Iglesia católica. Fallecido este lunes 21 de abril a los 88 años, en su residencia de la Casa Santa Marta en el Vaticano, Francisco no solo fue el primer pontífice latinoamericano y jesuita, sino también un líder religioso que llevó a cabo profundas reformas, promovió una Iglesia más cercana a los pobres y no temió alzar su voz contra las injusticias del mundo contemporáneo.

Su salud había dado señales de deterioro en los últimos años. El pontífice padecía una neumonía bilateral con infección polimicrobiana que complicó su estado físico. Desde febrero, cuando fue ingresado de urgencia por una bronquitis que devino en neumonía, hasta su regreso al Vaticano tras más de un mes hospitalizado, su figura aparecía cada vez más frágil. En silla de ruedas, con visibles hematomas por un accidente doméstico, Francisco resistía, como resistió durante décadas, impulsado por la fe y el compromiso pastoral.

Pero más allá del deterioro físico, el papa Francisco dejó una huella indeleble en la Iglesia y el mundo. Su estilo directo y su prédica constante en favor de los más desfavorecidos lo convirtieron en una figura respetada, incluso fuera de los límites del catolicismo. A los jóvenes les pidió “hacer lío”, instándolos a movilizarse y comprometerse. Esa frase, pronunciada en Brasil durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2013, captó el espíritu de un pontificado que apostó por la calle más que por los palacios.

Francisco fue un Papa del pueblo. No solo hablaba de fútbol y se confesaba hincha del San Lorenzo argentino, sino que también optaba por vivir en la Casa Santa Marta en lugar del lujoso Palacio Apostólico. En sus múltiples viajes —más de cincuenta países visitados— predicó la paz, la dignidad humana, la necesidad de cuidar el planeta y la importancia de tender puentes donde antes había muros. Su crítica al capitalismo salvaje, a la indiferencia global y su denuncia de las guerras lo posicionaron como un referente moral más allá del dogma.

Su legado reformista también es incuestionable. Enfrentó con valentía los crímenes de abuso sexual cometidos dentro del clero, fortaleciendo las normativas para la denuncia y castigo de esos delitos. Promovió cambios en el Código de Derecho Canónico, permitiendo mayor participación de las mujeres en roles eclesiásticos y, aunque no modificó la doctrina, reconoció públicamente que las personas homosexuales “son hijos de Dios” y tienen derecho a una familia. Sus palabras abrieron puertas al debate dentro de una institución tradicionalmente cerrada.

La figura de Francisco, sin embargo, no estuvo exenta de controversias. Antes de ser elegido papa, como arzobispo de Buenos Aires, tuvo tensiones con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, en especial por sus críticas a la pobreza, a ciertos estilos de gestión y a leyes como el matrimonio igualitario. Fue acusado de conservador en temas sociales, aunque luego, ya como pontífice, mostró matices que ampliaron su comprensión del mundo contemporáneo y dieron espacio a una mayor tolerancia en el discurso eclesiástico.

El primer papa nacido en América Latina tomó su nombre en homenaje a San Francisco de Asís, el santo de los pobres, y procuró honrarlo desde el ejemplo. Aquel técnico químico argentino, hijo de inmigrantes piamonteses y criado en un barrio humilde de Buenos Aires, construyó una carrera sacerdotal basada en la sencillez, el compromiso social y el estudio. Fue maestro, teólogo, director espiritual, obispo, cardenal… hasta llegar a la más alta responsabilidad de la Iglesia católica.

Desde su elección el 13 de marzo de 2013, Francisco procuró acercar la Iglesia a los márgenes. Luchó contra el clericalismo, defendió una Iglesia sin lujos ni privilegios, y se comprometió con causas globales como el medio ambiente y la justicia social. Aunque sus reformas no estuvieron exentas de resistencia interna, su figura revitalizó el papado y amplió el diálogo entre credos y culturas.

Con la muerte de Francisco, se despide un papa profundamente humano, que se mostró vulnerable, que pidió perdón por los errores de la institución que lideró y que insistió siempre en la necesidad de actuar con misericordia. Su legado, aunque incompleto, deja un camino marcado para una Iglesia en transformación, que deberá elegir si continúa la senda reformista o si retorna a viejas formas.

Hoy, mientras el mundo lo despide, resuenan aquellas palabras que dirigió a los jóvenes: “hagan lío”. Quizás su mayor enseñanza no haya sido una encíclica ni un acto oficial, sino la invitación permanente a no quedarse callado, a comprometerse, a hacer de la fe una acción viva. El papa Francisco ha muerto. Pero su mensaje sigue vivo en millones.

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