Defiende tus posturas, claro, pero como una «dama». Sé moderada y formal, educada; no pintes un cartel, no salgas sin sostén, no convoques una huelga y no grites.

Laura Serguera Lio - Alma Mater.- Te lo han dicho de muchas formas, quizás nunca de manera literal, pero lo sabes: no debes molestarte, no debes «sobrerreaccionar», no debes verlo personal y, sobre todo, por encima de cualquier cosa, lo más importante: no debes gritar.


Nunca, bajo ningún concepto, no importa qué pase. No subas la voz, o pierdes la razón; no dramatices, o no te tomarán en serio; no intentes ir en contra de un sistema cultural, de una estructura social, de un imaginario compartido, a golpe de cuerdas vocales. Defiende tus posturas, claro, pero como una «dama». Sé moderada y formal, educada; no pintes un cartel, no salgas sin sostén, no convoques una huelga y no grites.

Y lo sabes, lo tienes interiorizado… la mayor parte del tiempo lo cumples, lo que pasa es que mientras no alteras el volumen — y no te escuchan — las vibraciones aumentan dentro de tu cabeza, a golpe de razones los decibeles se elevan, y sientes que puedes explotar.

Es tu familia diciéndote que las hembras mantienen las piernas cerradas, que no andan mataperreando, que no se ensucian; es tu mamá no dejándote dormir en casa de las amiguitas y tú entendiendo mucho después por qué; es que te estiran el cabello, porque las niñas bonitas lo usan lacio, porque «tú eres blanca y no puedes llevar esos pelos de negra»; es el chiquillo que te tocó un seno cuando empezaron a notarse; es el maestro de educación física que no hace equipo de futbol femenino, pero tampoco te deja ser parte del de los varones; es la canción infantil de la niña que no jugaba porque tenía que planchar; son las cajas de muñecas rosadas, las pistolas azules, las cocinitas; es la historia que te traumatizó en la primaria del hombre que secuestró y asesinó a su hija porque la madre lo había engañado; es el adolescente que te dio una nalgada delante de toda la escuela en la secundaria, el que te echó un pomo de agua encima de la camisa de uniforme para que se te pegara al pecho, es el miedo a manchar la ropa con sangre menstrual y convertirte en objeto de burlas; es que fregabas y cocinabas y limpiabas tu cuarto y el de tu hermano desde los 12 años, mientras él solo buscaba el pan; es tu abuelo con la última palabra en las discusiones familiares; es tu papá diciéndote que no puedes salir con esa saya; es tu abuela recordándote que las mujeres no dan el primer paso para que los hombres no se aburran; es el consejo de «hazlo esperar o pensará que eres fácil»; es tu primo, el que vivía contigo, el que estudiaba en la misma aula, regresando a las 2 de la mañana y tú a las 12; es que tus padres le daban el dinero a tu novio de la adolescencia en lugar de a ti cuando salían; es tu tía pidiéndote que no andes con esa niña, que tiene pinta de «invertida»; eres tú no contándole a nadie que tu mejor amiga es lesbiana; es el primer muchacho con el que te acostaste no queriendo ponerse condón, son todos los que vinieron después siempre con distintas excusas: el que no sentía nada, el que era infértil, el que donaba sangre, el que solo estaba contigo… es el que no usó preservativo nunca, aunque te hizo creer que sí, o se lo quitó a escondidas; es el hombre con el que no llegaste al orgasmo y te dijo: «pero, eso para ustedes es normal, ¿no?»; es el que no entendía por qué te masturbabas y se insultó; es el padrastro de tu novio que cree que eres «candelita» porque has tenido varias parejas; es que te filmaron sin pedirte permiso; es que las fotos se regaron y nadie preguntó cómo, pero todo el mundo vio y comentó y te señaló; es la fama de prepotente de quien mantiene sus posturas, que los varones esquivan; es tu profesor insinuándote cómo subir la nota; es el director de la escuela haciendo comentarios inapropiados sobre tus piernas; es el vecino, cada día, recordándote lo «rica» que estás; es el tipo en la guagua que te pega todo, es el otro tipo en la guagua que se masturba al lado tuyo, es el que se sienta en el banco de un parque y te dice que quiere «mamarte el toto», es que no sabes cómo responder; es que dejaste de ponerte licras porque te «marcan eso»; es tu papá negado a enseñarte a manejar; es tu amante mal hablado diciéndote que las mujeres no dicen «pinga»; es tu novio que no acepta que ganes más dinero que él, es tu novio que aunque ganes más dinero que él sigue haciendo menos en la casa; es que ya no sales sola y menos con tu mejor amigo hombre; es que cuando se molesta grita y rompe cosas y da puñetazos en la pared, pero como nunca te toca lo dejas correr; es aquel día que no tenías ganas y de todas formas aceptaste de tanto que insistió; es que «si no tienes nada que esconder no tienes por qué ponerle clave al teléfono»; es la suegra que trabajaba en ETECSA y le enseñó al hijo tu historial de mensajes; es tu exmarido que te pegaba, del que te divorciaste aún no sabes ni cómo, y no te deja empezar otra relación; es la adolescente de al lado embarazada de un hombre 15 años mayor; es que no se imparte educación sexual de calidad en las escuelas; es que si eres menor de edad no te puedes realizar una interrupción de embarazo o implantar un anticonceptivo sin autorización parental; es la consulta donde tu vulva queda expuesta para un grupo de estudiantes sin tu consentimiento; es el ginecólogo sarcástico: «¿No gozaste? Ahora aguanta»; es tu jefe entrando a una discusión y dándoles la razón a otros sin saber lo sucedido; es tu jefe mandándote a callar con un puñetazo en la mesa; es el director de un programa de radio que no admite que digas «hombres y mujeres» o «presidenta», a pesar de que la Real Academia lo acepta; es el colega que grita que cuando él va en el carro del trabajo las mujeres se sientan atrás; es tu amigo llamándote «feminazi» y pensando que no tendrá mayor trascendencia; es que no te ofrezca disculpas, es que las disculpas no reparan; es que no importa en qué parte del triángulo amoroso estés, siempre serás responsable; es que tu disgusto se debe a que estás mal follada; es la sorpresa de la gente cuando te ve besando a tu novia en la calle; es el comentario de «si te gustan las mujeres, ¿por qué estás con una que parece macho?»; es que te juzgan por abortar; es que te reprochan que seas madre a los 20; es que te reprochan que seas madre a los 40; es que el niño llora y el padre advierte «el niño está llorando», como si no pudiera cargarlo; es que «tú te pasas todo el día en la casa y yo llego del trabajo agotado»; es que «no te hace falta ir al gym, ni se nota que pariste»; es que eres madre soltera y el padre apenas da una pensión y con eso basta; es que si con el niño chiquito se te ocurre divertirte o buscar pareja «te olvidas de tu hijo»; es que te preguntan si tienes bebés o piensas tenerlos antes de contratarte; es que te asignan menos responsabilidades después de ser mamá, aunque has dicho que puedes asumir lo mismo que antes; es que no hay consideración con tus horarios aunque seas mamá y has dicho que necesitas flexibilidad; es tu hermano, el que emigró, cuestionándote cómo te vas a ir de casa si tu abuela necesita que la cuiden; es que estás soltera y sales con varios a la vez y eres una puta; es la cita en la que el camarero le pone la cuenta a él y él asume que tiene que pagar y él se ofende si insistes en pagar al menos una parte y él espera que pagar la cena se revierta en algo más; es que «mejor deja el trabajo y ocúpate de la casa, que yo hago suficiente para mantenernos»; es que después de casarte más nunca ejerciste tu profesión; es que eres ama de casa y si te separas no te toca nada; es que el artista con decenas de denuncias por abuso sexual sigue exhibiéndose en público y la gente sigue debatiendo si las supervivientes dicen la verdad; es que te acosaron o te violaron en una relación de pareja o corriste aquella noche huyéndole a un desconocido, pero no fuiste a la policía; es que la policía te pregunta por la hora, por la ropa, por tus razones para estar ahí; es que la policía dice que son «cosas de marido y mujer» cuando llegas maltratada por tu esposo; es que no hay refugios para víctimas de violencia doméstica; es la noticia del feminicidio a manos de un hombre que ya había sido denunciado; es que el feminicidio no está tipificado en el Código Penal; es que te van a felicitar y te van a enviar cadenas en las que romantizan tu sobreexplotación y tu cosificación; es que «los hombres y las mujeres no somos iguales»; es que «las mujeres no deberían querer parecerse a los hombres, si son mejores»; es que «el feminismo y el machismo son lo mismo y yo lo que quiero es igualdad»; es que «ya tienen los mismos derechos, ¿qué más buscan?»; es que «a los hombres también nos matan y ustedes no pasan servicio militar»; es que «hay quien se prostituye porque quiere»; es que «si te vas a los extremos nadie te va a entender»; es que tienes que explicar con calma y ceder, para que te hagan caso; es que los hombres pueden impartirte clases de feminismo; es la imposibilidad de marchar; es que cuando levantas la voz eres histérica…

Por todo eso, por favor, no hables bajito.

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