Foto: Claudio Peláez Sordo / Ellas Emprenden.


Emprendimientos femeninos: Negocios con carga extra

Ania Terrero, Dixie Edith - Cubadebate - Video: Canal Caribe / TV Cubana

“El día que logré el mejor acuerdo comercial desde que inicié mi negocio no lo pude celebrar de verdad, pues en casa me estaban esperando con críticas por algo que había olvidado lavar”. “Empecé a impulsar mis ventas cuando dejé de sentir culpa por no interrumpir la jornada de trabajo para hacer las cosas de la casa”. “Logré armar un equipo excelente con mi esposo, pero mi madre me llamaba a diario para preguntarme por qué, si estaba en la casa, no traía a las niñas temprano de la escuela; me decía que no le iban a poner mi nombre al negocio cuando yo no estuviera”.

Las experiencias son diversas, como diversos son los emprendimientos de más de 50 mujeres que se reúnen esta semana en La Habana para tejer sueños y explorar nuevos caminos. Todas miran al horizonte con un mismo propósito: desarrollar o ampliar iniciativas económicas autónomas que mejoren sus vidas y aporten al proyecto colectivo que somos como país. Por el camino, entre las principales zancadillas se alza una que apunta directamente a los cimientos del patriarcado: la conciliación de las tareas domésticas que les “tocan” por mandato machista con las responsabilidades propias de sus negocios. 

La primera edición del Evento-Taller “Ellas Emprenden” reúne a mujeres representantes de micro, pequeñas y medianas empresas, proyectos de desarrollo local y otros espacios económicos de corte diverso: confección de ropas, producción de alimentos, materiales de construcción, ciclomovilidad, cosmética natural y responsabilidad ambiental, entre otros muchos.

Convocado por los proyectos Enlaces y En tus propias manos, en alianza con la Editorial de la Mujer, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Cámara de Comercio de Cuba, el Gobierno Provincial de La Habana y la asociación española #MujeresImparables, el encuentro propicia debates sobre economía, responsabilidad social, liderazgo, capacitación, innovación y corresponsabilidad en las labores de cuidado.

“Acá están mujeres que ofrecen soluciones en las más diversas esferas de la vida en una Cuba bloqueada, con muchísimas carencias; que tienen muy claro lo que quieren lograr y defienden su autonomía”, apuntó durante la apertura la colega Marilys Zayas, directora de la Revista Muchacha y parte del comité organizador.

Para ellas, reflexionó Zayas, suele ser más complejo echar a andar un negocio pues no siempre se creen capaces ni tienen bases sólidas, sin dejar de lado que aún cargan con dobles jornadas de trabajo, la crianza de los hijos, la atención de los adultos mayores, la administración del hogar y tantas otras funciones de la vida diaria.

Números para orientar el rumbo

Aun cuando faltan conteos desagregados por sexo, color de la piel, capacidades diferentes o territorio, una mirada a algunas cifras puede aportar elementos para razonar algunas de las cuitas de estas emprendedoras.

Datos oficiales de 2018 situaban la llamada brecha de género en la participación laboral en Cuba en alrededor del 27 por ciento. Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), mientras la tasa de actividad económica masculina era de 76,9 por ciento, la femenina alcanzaba apenas 49,5 por ciento, una situación aún más dispar en las zonas rurales.

Mientras, el estudio “Ascenso a la raíz. La perspectiva local del Desarrollo Humano en Cuba”, publicado en 2021, confirmó la existencia de otras brechas de género en la participación laboral en el país. Por ejemplo, ellas son mayoría en la fuerza técnica, pero como directivas –categoría laboral mejor que perciben mejores ingresos- constituyen el 38,4 por ciento. O sea, aunque la legislación cubana establece igual salario por igual plaza ocupada para mujeres y hombres, ellas suelen ocupar los puestos de menor remuneración. 

Esta diferencia derivada de la estructura ocupacional constituye hoy uno de los principales desafíos de la economía cubana desde una perspectiva de género, coinciden especialistas como la doctora Silvia Odriozola, decana de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana. 

Y si bien en el sector estatal existe casi paridad en el empleo entre mujeres y hombres, en el no estatal, a las alturas de 2020, ellas eran solo alrededor del 30 por ciento. 

Las nuevas medidas económicas que apuestan a la diversificación de las formas de propiedad, al formalizar la existencia de micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), entre otros muchos mecanismos financieros y de estímulo económico, necesitan también de esas miradas de género. Cálculos preliminares indican que los hombres son mayoría entre los socios designados de las mipymes ya constituidas.

“Toda la información que se ha manejado, al menos en los últimos 10 años, apunta a que la participación de las mujeres en el sector no estatal es de alrededor de una tercera parte. De ellas, la mayoría son contratadas, no dueñas de negocios”, ha confirmado la economista y experta en indicadores de género Teresa Lara Junco, un antecedente que no debe pasar por alto ante los cambios que se están produciendo en el mapa de actores económicos en el patio.

Investigaciones apuntan a que la menor presencia de mujeres en este sector se debe, sobre todo, a las condiciones de partida necesarias para un emprendimiento privado.

A juicio de la académica Georgina Alfonso, directora del Instituto de Filosofía y coordinadora del espacio feminista Berta Cáceres, a nivel global esos espacios suelen reproducir la división sexual del trabajo, la selección poco inclusiva del personal y las diferencias salariales, explicó durante la primera jornada de “Ellas emprenden”.

Además, a la hora de comenzar un negocio, ellas suelen poseer menor capital acumulado que los hombres –tanto económico como social- pues son las que han quedado en casa cuidando de otras personas y, por tanto, han establecido menos relaciones interpersonales que les “abran puertas” en el nuevo escenario.

Para Dayma Echevarría León, profesora del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), las transformaciones económicas en Cuba necesitan pensarse también desde las desigualdades, pues de lo contrario podrían ampliarse las brechas de equidad. “Si una medida económica no toma en cuenta la situación de partida de los diversos grupos de una población, siempre existirá alguna diferenciación”, ha alertado esta socióloga. Y no es que las medidas propiamente generen las diferencias, sino que, al no tener en cuenta quiénes las aprovecharán realmente, pueden terminar siendo excluyentes. 

El Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM) aprobado recientemente en el país dedica, y no por casualidad, su área primera al empoderamiento económico femenino. Así, la política marco de igualdad de género en la nación establece la necesidad de “evaluar periódicamente la participación de las mujeres en el sector no estatal, con vistas a su mejor atención, control y organización, para evitar que se produzcan retrocesos o manifestaciones de discriminación”. Igualmente, recomienda a organismos e instituciones la incorporación de cálculos estadísticos que tengan en cuenta intersecciones como el sexo, la edad y el color de la piel. 

Las cargas de la doble jornada

Sin embargo, tanto emprendedoras como especialistas identifican un desafío mayor directamente enlazado con todos estos análisis. ¿De qué formas el trabajo doméstico y de cuidados ha obstaculizado la inserción de las mujeres al espacio público? ¿Cómo cerrar esa brecha? 

El informe voluntario de Cuba sobre la implementación de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), publicado el pasado año, reconoce directamente que la sobrecarga de trabajo de las mujeres, especialmente en el trabajo no remunerado y de cuidados, constituye un obstáculo para su participación igualitaria en el trabajo remunerado y para su autonomía económica”

El propio texto advierte que el envejecimiento demográfico, la reducción del tamaño medio de las familias, el aumento en la esperanza de vida y el efecto de la emigración inciden en la disminución de las personas a cargo del cuidado y el aumento de mujeres solas al frente de los hogares.

Para Georgina Alfonso, los retos de las mujeres que debutan en el nuevo escenario económico no terminan en el momento en que abren sus negocios. 

“Las emprendedoras corren el riesgo de permanecer en el lugar donde las ubica el patriarcado, de reproducir relaciones de poder machistas y mercantilistas, de perder la autonomía, de minimizar tiempos de disfrute y desvalorizar su autonomía personal”, detalló la filósofa feminista.

Las emprendedoras reunidas en La Habana enumeraron otros caminos esenciales como puntos de partida: reconocer el peso de los estereotipos; despojarse de culpas o desaprender prácticas domésticas muy arraigadas; deslindar bien el espacio laboral del privado, sobre todo en aquellos casos en que los hogares son, a la vez, sedes de los negocios; contar con redes de apoyo y con orientación y capacitación en asuntos legales, económicos y contables.

Para Alfonso resulta esencial, también, “no caer en la trampa de los discursos”. Esta especialista recomienda mirar con lupa los enunciados en torno a la corresponsabilidad, pues se pueden convertir en otra manipulación del patriarcado y no siempre funcionar en la vida real. 

“Si hay una división sexual del trabajo en la base, es una trampa hablar de corresponsabilidad, pues el discurso nos vuelve a esclavizar. Al final, la culpa de la sobrecarga termina de nuevo sobre nosotras, cuando nos dicen que el problema es que no sabemos organizar bien el tiempo y las relaciones entre la familia y lo laboral".

Desde su perspectiva, los principales desafíos de cara a estos emprendimientos pasan por convertirse en espacios de empoderamiento económico, político, ético y jurídico para las mujeres, donde no falte la cooperación, la solidaridad, la sororidad, los encadenamientos y las redes.

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