Red Semlac.- La producción científica e investigativa en torno a la violencia de género en Cuba se ha multiplicado y diversificado. Desde la sociología, la sicología, las ciencias penales, la demografía y la comunicación, entre otras disciplinas, se investiga el problema, sus causas y consecuencias. Pero, ¿se aprovechan estos estudios?, ¿se aplican? Para responder estas y otras interrogantes, SEMlac conversó con las sociólogas María Isabel Domínguez García, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (Cips) e Iyamira Hernández Pita, de la Universidad de La Habana y con la periodista Rachel Morales, también profesora de la casa de altos estudios.


¿Cuál es el estado de las investigaciones sobre violencia en Cuba?

 María Isabel Domínguez: Creo que sobre esta temática se han realizado en el país muchas investigaciones. Es un tema que ha tomado gran auge y se han realizado estudios de muy diversa naturaleza con públicos distintos, es decir, con grupos de edades diferentes, con ocupaciones distintas, en diversos territorios. Creo que está bastante claro ya el diagnóstico de cómo se dan esos procesos, cuáles son las principales razones que los motivan.

El diagnóstico existe, aun cuando pueda seguirse profundizando en función también de los condicionamientos específicos, socioeconómicos, los atravesamientos de los distintos grupos sociales.

En general hay bastante claridad ya de cómo se expresa la violencia por razones de género, en qué contexto se produce más frecuentemente y, sobre todo, cuáles son las razones que la condicionan.

Creo que hay elementos de orden estructural que tienen que ver con las condiciones de vida, en muchos casos, de las mujeres, de las familias y, sobre todo, por la prevalencia de unos imaginarios sociales que, basados en las relaciones de poder machista y un orden social patriarcal, pues mantienen vivos esos imaginarios que se reproducen incluso en las generaciones jóvenes. Eso está bastante constatado por las investigaciones y bastante diagnosticado; incluso ya vemos que hay cierta repetición en los resultados de esas investigaciones.

Iyamira Hernández Pita: Hemos logrado una vasta producción científica en los últimos años, sobre temas diversos en torno a las múltiples razones de género que transversalizan esas prácticas. Los resultados de esas investigaciones han permitido poder elaborar estrategias, políticas de prevención y atención para afrontar las diferentes problemáticas identificadas. Es decir, contamos en estos momentos con diagnósticos significativos que debemos seguir aprovechando.

Rachel Morales: Creo que se ha avanzado mucho en el país en cuanto a la investigación sobre la violencia de los medios, incluso en el ámbito de la comunicación. Hace alrededor de una década, por ejemplo, en la facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana se hacían quizás una o, cuando mucho, dos tesis sobre ese problema cada año y hoy hemos tenido graduaciones con más de cinco investigaciones que lo abordan de alguna manera. Igual ocurre con los estudios en otros ámbitos de las ciencias, sobre todo sociales y médicas. De hecho, ha sido bastante evidente en los últimos años el impacto de esas investigaciones en la formulación de leyes y políticas que se han ido aprobando.

¿Dónde están las brechas fundamentales de esa producción científica?

MID: Estas investigaciones también evidencian dónde están las principales brechas de equidad que condicionan esas violencias. Brechas que, por supuesto, afectan a las mujeres en su sentido más amplio, pero que tienen una incidencia mayor en determinados grupos sociales, como decíamos, en aquellas mujeres con una mayor dependencia económica, porque tienen menor nivel educacional o porque viven en algunos territorios donde esas culturas patriarcales tienen un peso mayor.

Tienen que ver también con mujeres jóvenes, adolescentes incluso, que quedan subordinadas a unas relaciones de poder que pasan a veces automáticamente del padre al marido; algo que constatamos también en todo este tema del embarazo adolescente, en esas relaciones de pareja desiguales entre muchachas muy jóvenes, a veces casi niñas, con hombres que les llevan un número considerable de años.

Por supuesto, está también el atravesamiento por color de la piel, por condiciones socioeconómicas y culturales en general. Aunque es un fenómeno que puede estar afectando a cualquier grupo social, las investigaciones nos muestran que, en mujeres incorporadas a actividades laborales de alta calificación, también se producen. O sea que, aun cuando hay determinados condicionantes económicos, culturales, sociales que lo favorecen, es algo que puede estar afectando a cualquier grupo social.

IHP: Pienso que estamos en condiciones de hacer mayor incidencia a nivel de Estado y de las personas decisoras para lograr implementar con efectividad las diferentes políticas sociales que se han elaborado. Desplegar una labor sistemática de capacitación para lograr abrir los servicios integrales a nivel local para la prevención, atención y acompañamiento a las víctimas y reparación de los daños.

RM: Creo que van en el camino de su integración y aprovechamiento de forma eficiente. A veces se realiza la misma o similar investigación, de manera paralela, en espacios o instituciones diferentes y esos resultados no llegan nunca a cruzarse, a complementarse para lograr un efecto mayor. Y ahí se está desaprovechando un potencial de recursos materiales y humanos que, de integrarse, aportarían muchísimo a la solución de un problema que es gravísimo y atañe a toda la sociedad.

¿Por dónde deberían encaminarse a partir de ahora?

MID: Todo esto implica que hay que seguir trabajando en un proceso que sabemos que es largo; que no es, además, lineal; que tiene retrocesos. En la medida, por ejemplo, en que las condiciones socioeconómicas son más complejas -como las que vivimos actualmente en la sociedad cubana-, pues esos procesos se reavivan, se dan pasos atrás, porque se busca el refugio de la seguridad supuesta que puede dar el hombre proveedor y que al final genera unas dependencias que pueden terminar en comportamientos violentos.

Creo que también la pandemia de covid-19, la convivencia en el seno de la familia, en el marco del confinamiento reavivó normas de conducta y dependencias de poder que podían de alguna forma haber estado rompiéndose y ahora han vuelto a tomar fuerza. Igualmente, hay mecanismos que están reproduciendo muchas de estas conductas. Se están implementado acciones, pero se trata de un problema que no se resuelve en el corto plazo.

Hay que seguir fortaleciendo las campañas de comunicación. Educar desde las más tempranas edades y, en ese sentido, el trabajo que se hace con niños, niñas y adolescentes es esencial. Eso implica que los programas educacionales tienen que tocar el tema de una manera mucho más abierta y con elementos que realmente contribuyan a cambiar la mirada de esos imaginarios tradicionales que se reproducen en las personas jóvenes.

Además, hace falta cambiar las condiciones de vida de muchas mujeres que están subordinadas a los espacios tradicionales de cuidado de la familia y a las que les es muy difícil, en esos marcos, salirse de situaciones de violencia. Tiene que haber más rigor en la aplicación de la ley contra las diferentes expresiones de violencia que están tipificadas ya como acciones que violan los derechos de las mujeres. Por supuesto, para lograr esa mejor y mayor aplicación de las normativas, hace falta un proceso de capacitación de las personas y las instituciones que tienen que aplicarlas, porque como ya también muestran las investigaciones, muchas veces esas mismas instituciones, la policía o el sistema jurídico están permeadas de ese orden patriarcal y, aunque existan las normativas, no hay preparación para aplicarlas.

Es un fenómeno complejo, cuya solución no se dará de manera inmediata; hay que seguir insistiendo en visibilizar, capacitar, comunicar y sancionar para, paulatinamente, ir cambiando algo que está demasiado arraigado en la cultura de las personas.

IHP: Hay varios pendientes. Uno tiene que ver con la producción de datos y la información oportuna de esos datos. Otros, con el mapeo de los femicidios y sus causas desde un enfoque interseccional; el trabajo con los hombres, en particular con los agresores; así como la mirada hacia la implementación de los instrumentos jurídicos con los que contamos actualmente. En este ámbito está pendiente una sistematización sobre las brechas para esta implementación.

RM: Una deuda importante es la de las alianzas para sistematizar esas investigaciones de manera articulada, que no se queden en una gaveta y luego otro equipo científico las repita sin saber que ya había resultados antes, iguales o parecidos, que podrían integrarse. También está la de implementar lo que esos estudios están diciendo, tener en cuenta sus recomendaciones, aplicar las leyes que se han formulado sobre algunos de esos resultados. Otra tiene que ver con las estadísticas: si bien hay mucho estudio cualitativo sobre el fenómeno, no hay estadísticas suficientes que lo pongan en perspectiva en sus diferentes manifestaciones e impactos.

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