El objetivo principal es mostrar no solo lo que ocurre con las víctimas, sino también con quienes trabajan directamente en estos temas: cómo lo hacen, qué enfrentan y cómo ese trabajo impacta sus vidas
Félix A. Correa Álvarez - Alma Mater.- La serie Los gatos, las máscaras, las sombras, que estrenó Cubavisión, el pasado domingo, se adentra en un tema complejo y doloroso: la violencia hacia mujeres y niñas. Bajo la dirección de Elena Palacios, esta producción busca ir más allá de una mera representación de hechos; su objetivo es plantear una reflexión profunda sobre las dinámicas de género, la opresión y las luchas invisibles que muchas féminas enfrentan.
A lo largo de su carrera, Palacios ha trabajado en diversos proyectos que han tocado cuestiones de género, como en los telefilmes Obscena intimidad y Pompas de jabón, aunque no siempre desde una óptica tan directa sobre la violencia. Sin embargo, con Los gatos, las máscaras, las sombras, la oportunidad de profundizar en un formato seriado le permitió abordar este fenómeno con mayor intensidad y complejidad. «La pareja, en particular, me parece un espacio propicio para explorar estas dinámicas», explicó la directora, quien considera que las relaciones de pareja constituyen áreas que revelan y naturalizan muchas de las formas de violencia existentes en la sociedad.
Para abordar de manera adecuada las complejidades del tema, la experimentada realizadora contó con la asesoría de Ivón Ernand, doctora y especialista en género, y Karina Paz, profesora de estudios de género en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA). Ambas colaboraron estrechamente en la creación de la serie, con una perspectiva clara: que el tratamiento de la violencia no solo fuera realista, sino también respetuoso con las víctimas.
En entrevista exclusiva con Alma Mater, Elena Palacios compartió detalles acerca del audiovisual de 12 capítulos, que promete generar una conversación necesaria respecto a cómo la sociedad puede cambiar para erradicar la violencia de género y proteger a las mujeres y niñas.
— ¿Qué motivó a abordar este tema desde una perspectiva tan profunda y emocionalmente intensa?
«Hay una motivación personal en mi trabajo: Elena, la directora, la realizadora, la escritora, la guionista y, sobre todo, la mujer que se siente consciente y responsable con los temas de género. Soy una mujer que se autopercibe y se autodefine como feminista, sin miedo a la palabra. Me gusta insistir en esto porque, aunque los feminismos son plurales por muchas razones, no entiendo por qué algunas personas le tienen miedo a la palabra feminismo. Quizás sea porque se asocia directamente con el tema de las mujeres, pero creo que va mucho más allá.
«He discutido esto con muchas personas; para mí es fundamental estudiar, reflexionar e incorporar a los hombres y la masculinidad en los análisis de género. La sensibilización masculina es un aspecto crucial. Recuerdo una frase de Betty Friedan, una feminista de la segunda ola, que decía: “El hombre no es el enemigo, es otra víctima”. Siempre repito esto porque estoy totalmente de acuerdo. Sin embargo, también insisto en que, por su impacto estadístico y el desbalance de poder históricamente existente, es imprescindible enfocarse en las violencias contra mujeres y niñas.
«Esta motivación, profundamente personal y profesional, es lo que guía mi trabajo y lo que me permite moverme con comodidad en estos temas. Es algo que he estudiado, investigado y tratado de visibilizar de manera recurrente, porque creo que es fundamental seguir insistiendo y creando espacios para el cambio».
— En la premier proyectaron los dos primeros capítulos, en los que la violencia se presenta de manera más sensible y menos explícita que en dramatizados anteriores. ¿Qué busca transmitir a la audiencia con este enfoque?
«Respecto a los enfoques de tratamiento, que incluyen las visualidades, la narrativa y lo que se decide mostrar o no, tengo un criterio claro, aunque no todos coincidan conmigo. Considero que, aunque a veces parece coherente mostrar la crudeza de la violencia de forma explícita, esto puede ser contraproducente. Mostrar demasiada violencia puede generar rechazo, tanto en la audiencia como en quienes toman decisiones clave, quienes podrían sentirse intimidados por el contenido.
«Los temas relacionados con la violencia son fuertes por naturaleza, incluso cuando no se representan de forma explícita. Hay un refrán que suelo aplicar: “Comprar la cabeza sin temerle a los ojos”. Es decir, debemos abordar el tema con responsabilidad, tino y equilibrio, cuidando tanto el mensaje como la forma en que se comunica.
«He observado ejemplos en otras producciones, como telenovelas, donde las escenas de violencia, mal filmadas o excesivamente explícitas, generan una sensación de repulsión o inutilidad. También he visto casos en los que las historias están sobresaturadas de diversas temáticas relacionadas con la violencia, cuando habría sido más efectivo concentrarse en un solo conflicto.
«En la ficción, a diferencia de la realidad, la síntesis es clave. Una narrativa funciona mejor cuando se centra en un conflicto principal, incluso si en la vida real una familia puede experimentar múltiples problemas. Mostrar una familia generalizadamente disfuncional no siempre es acertado ni aporta claridad narrativa.
«Estos son los principios estéticos y narrativos que nos planteamos en este proyecto, a pesar de la rapidez con la que fue desarrollado. Como directora y guionista, me propuse trabajar bajo esta lógica y trasladarla a los guionistas colaboradores. Decidimos optar por la sugerencia más que por la explicitud, dejando espacio a la imaginación del espectador».
— Esto no significa que se omita completamente la violencia…
«¡Claro que no! Hay momentos esenciales en la historia donde será necesario mostrarla de forma explícita, pero incluso esas escenas deben estar cuidadosamente planteadas desde la narrativa y la puesta en escena.
«En muchos casos, sugerir puede ser más impactante que mostrar. Cuando dejamos espacio para que el espectador imagine lo que sucede, logramos que cada persona interprete y sienta el peso de la violencia desde su perspectiva, lo que puede ser incluso más poderoso.
«Esta es una de las grandes virtudes de la ficción: movilizar emociones de una manera que los discursos teóricos, talleres o documentales no siempre logran. Aunque estos formatos puedan ser informativos y contar con especialistas carismáticos, la ficción tiene el poder de conectar con el espectador a un nivel emocional profundo. Muchas veces, las personas no se dan cuenta de que algo las ha impactado hasta después de que termina el espectáculo, cuando reflexionan sobre lo que sintieron.
«Por eso, quienes trabajamos con la ficción debemos ser conscientes de su potencial para enseñar, movilizar y generar conciencia, utilizando sus recursos de forma inteligente para lograr un impacto duradero».
— Laura, el personaje interpretado por Daysi Quintana, es una psiquiatra especializada en violencia de género. ¿Qué rol desempeña dentro del desarrollo de la serie?
«Ivón Ernand fue una gran inspiración para este proyecto. Cuando estábamos definiendo la historia, vacilamos entre hacer algo monotemático, lo cual habría sido mucho más limitado, o construir una narrativa con cierta continuidad. Fue en conversaciones con Ivón donde surgió la idea de un personaje que pudiera tener mayor o menor participación en los diferentes capítulos. Lo muevo a lo largo de la serie, dándole un rol clave al inicio y al final, especialmente en el primer y el duodécimo capítulo, en el que vuelve a tener un peso importante.
«El objetivo principal es mostrar no solo lo que ocurre con las víctimas, sino también con quienes trabajan directamente en estos temas: cómo lo hacen, qué enfrentan y cómo ese trabajo impacta sus vidas. Era crucial mostrar, a través de este personaje inspirado en Ivón, cómo las personas que trabajan con la violencia necesitan herramientas como talleres de autocuidado. También queríamos reflejar cómo este tipo de labor puede descolocar sus propias vidas personales.
«El personaje está diseñado para evidenciar cómo, a pesar de ser una experta, las complicaciones de la vida cotidiana también la afectan. En su casa, por ejemplo, Laura tiene adolescentes, lo que refleja la realidad de muchos trabajadores de este ámbito: no siempre tienen el tiempo o la claridad para identificar lo que ocurre en su entorno inmediato. Esto no es un reflejo literal de Ivón, pero su experiencia y las anécdotas que compartió sobre sus colegas y su entorno fueron clave para dar vida a esta figura.
«Un aspecto importante del personaje es su dolor personal por una joven, algo que, aunque no se explica explícitamente, se infiere. No creo que sea un spoiler, porque quienes saben leer lo audiovisual entenderán que algo malo le ocurrió a esa muchacha. Este dolor es lo que impulsa al personaje a buscar apoyo terapéutico con un colega, algo que está basado en experiencias reales que Ivón compartió conmigo y que también les ocurrieron a otras personas en su entorno profesional.
«La creación de este personaje fue un proceso en el que trabajé de la mano con Ivón, quien, como asesora especializada, aportó una perspectiva enriquecedora que permitió construir un rol con profundidad y realismo, basado en vivencias reales, pero con una narrativa propia dentro de la serie».
— ¿Cómo trabajaste con el equipo para lograr ese enfoque tan único y distinto que propone Los gatos, las máscaras, las sombras?
«Con este equipo llevo colaborando desde hace bastante tiempo. Ya nos conocemos bien, lo que facilita mucho la comunicación y el liderazgo. Me resulta sencillo transmitirles a todos lo que quiero y cómo lo quiero. De hecho, casi todos participaron en Miradas sin excusas, un panel de especialistas que organizamos para la segunda temporada de Rompiendo el silencio. Ese proyecto incluyó 20 programas sobre temas de violencia, con invitados de alta experticia, y este equipo estuvo allí conmigo. Aunque no todos son especialistas en género, conocen mis intereses y se adaptan rápidamente a lo que les propongo.
«Sin embargo, el trabajo con los actores suele ser más complejo, especialmente en un proyecto como este, donde los tiempos han sido ajustados y las tareas fragmentadas. Muchas veces, los ensayos y las indicaciones iniciales las lleva a cabo Roque Moreno, pero al final yo reviso todo, porque los actores pueden tener interpretaciones personales que no siempre coinciden con mi visión sobre temas como la violencia de género.
«Por ejemplo, he tenido que aclararles que, aunque ellos puedan poseer una percepción diferente como individuos, en el proyecto hay un enfoque claro que no puede perderse. Un caso recurrente es la falta de comprensión sobre cuestiones como el consentimiento. Algunos actores decían: “Esto no es una violación”, y he tenido que explicar que, dentro de nuestra narrativa, sí lo es. Les he recordado que una mujer puede decir “no” en cualquier momento, incluso después de haber dicho “sí”. Si un actor no comprende esto en lo personal, es mi responsabilidad como directora señalar que, dentro de la historia, mi enfoque es el que prevalece.
«Este control constante sobre las interpretaciones de los actores es vital porque, aunque ellos sean los rostros y voces de los personajes, la narrativa debe mantener mi criterio y punto de vista. Esa es mi responsabilidad, y no puedo perderla de vista en ningún momento.
«Este nivel de confianza y conocimiento mutuo ha sido clave para avanzar en este proyecto con coherencia y respeto hacia los temas que tratamos».
— En tu experiencia como directora, ¿qué rol ocupó la dirección de actores para lograr que las emociones se transmitieran de manera tan palpable y convincente en la pantalla?
«La dirección de actores, como mencioné, estuvo a cargo de Roque Moreno, y debo decir que su aporte fue invaluable. No podría haber trabajado de esta forma sin su ayuda, especialmente considerando que estábamos llevando a cabo un proceso simultáneo: ensayando, buscando locaciones, escribiendo y gestionando la producción. Roque fue una ayuda fundamental, y aunque si no hubiese sido él habría tenido que convocar a otra persona, soy consciente de que no soy un director de actores en el sentido más estricto.
«Decidí convocarlo porque llevamos muchos años trabajando juntos y conoce bien lo que suelo pedir y esperar de los actores. Para mí, este proyecto fue un desafío, ya que estaba acostumbrada a trabajar con actores que ya conocía; sin embargo, aquí la situación era diferente: había muchos actores con los que no había trabajado antes. Estoy segura de que muchos de ellos llegaron para quedarse y estarán presentes en futuros proyectos.
«Aunque Roque trabajó directamente con los actores en los ensayos, yo siempre estuve presente, ya sea revisando su trabajo final o ajustando detalles cuando era necesario. También mantuve comunicación constante con ellos, a través de un grupo de WhatsApp, e incluso de forma individual. Cuando detectaba alguna vacilación o necesidad, les enviaba audios, sugería referencias o charlaba con ellos para ayudarles a construir sus personajes.
«En resumen, este proceso de dirección de actores fue colaborativo y enriquecedor. Descubrí a nuevos talentos y reafirmé la importancia de tener un equipo comprometido, donde cada integrante entiende el peso y la relevancia de los temas que estamos contando».
— La serie parece tratar temas complejos y oscuros como el silencio, la doble moral y la manipulación. ¿Cómo lograste equilibrar estos temas tan serios con la necesidad de mantener la narrativa atractiva y accesible para la audiencia?
«En cuanto al tratamiento de los temas, siempre he creído que cada historia tiene su propio tono, una necesidad estética particular y una narrativa única. Personalmente, y reconociendo que cada director tiene su estilo y preferencias, a mí me atrae la belleza visual, incluso cuando el tema es oscuro o perturbador. Para mí, ese contraste entre algo visualmente hermoso y un contenido difícil o inquietante siempre ha sido un desafío interesante como realizadora.
«Sé que otros directores pueden no coincidir conmigo, y eso está bien, porque el arte es terriblemente subjetivo. Sin embargo, yo considero que una historia no tiene por qué ser retratada con una estética “fea” o con ese tipo de realismo crudo que a veces se busca, donde la cámara se mueve bruscamente o se enfatiza una supuesta verdad visual.
«Mi intención siempre ha sido crear algo que, más allá de lo terrible que esté ocurriendo en la trama, sea visualmente hermoso. Por ejemplo, en el capítulo 12, ocurre un hecho muy impactante y devastador; pero la forma en que concebimos esa secuencia es algo que me llena de orgullo. Diseñamos los planos en cámara lenta, con movimientos cuidados y una iluminación que juega con claroscuros. Es un momento donde uno sabe lo que está por suceder: un personaje va a morir, y otro aparecerá después para confirmar esa tragedia. Todo se desarrolla con una estética que, a pesar de lo terrible del contenido, resulta visualmente cautivadora.
«Esa secuencia nos llevó mucho tiempo, porque cada detalle, desde la cámara lenta hasta el diseño de luz, fue cuidadosamente planeado para generar ese contraste entre la belleza visual y la dureza de lo que ocurre. Creo que la narrativa y la estética no tienen por qué estar divorciadas; al contrario, cuando logran integrarse de forma armónica, el impacto emocional es mucho mayor. Espero haber logrado ese equilibrio en este proyecto».
— El elenco incluye a actores de gran calibre. ¿Qué aportó cada uno de ellos desde tu perspectiva como directora?
«El elenco de esta producción es diverso, compuesto por actores con trayectorias muy diferentes: desde artistas experimentados hasta talentos jóvenes e, incluso, niños que están comenzando.
«Por ejemplo, para el personaje interpretado por Patricio Wood, originalmente quería elegir a alguien desconocido para el público, alguien cuya cara no generara asociaciones previas y que pudiera sorprender al espectador con un aire de misterio o extranjería. Sin embargo, tras analizar el guion, me di cuenta de que este papel requería un actor con gran experiencia y recursos interpretativos. No podía sacrificar la calidad actoral en favor de un elemento sorpresa. Al final, Patricio fue la elección perfecta, y su interpretación lo confirmó.
«Un caso diferente fue el del personaje de Chelo, una mujer trans. Desde el principio mi intención era que fuese interpretado por una actriz trans joven, en línea con la autenticidad del personaje. Contacté a amigos y amigas trans, realicé castings e, incluso, consideré a varias personas recomendadas por la comunidad. Sin embargo, no logré encontrar a alguien con la preparación suficiente para asumir un papel tan exigente, que además requería sostener dos capítulos intensos.
«Finalmente, el papel recayó en Brayan Jardines, un transformista que trabaja en espectáculos nocturnos. Aunque no era actor profesional, su casting fue excepcional y realizó un trabajo convincente y sólido. Estoy muy contenta con su desempeño.
«Todo este proceso refleja la riqueza y complejidad de la selección del elenco, desde decidir entre figuras conocidas y emergentes hasta reconocer los retos y oportunidades que surgen al trabajar con nuevos talentos. Sin duda, cada elección tiene detrás un cúmulo de anécdotas y aprendizajes».
— En la premier se mencionó la belleza y honestidad de la serie. ¿Qué elementos consideras claves para que una producción tan fuerte en su contenido logre conectar de una manera tan honesta con el público?
«No sé, pero para mí la honestidad y la belleza están directamente relacionadas con lo que uno es. Si uno es honesto con lo que quiere comunicar, si tiene claridad sobre lo que desea expresar y adónde quiere llegar, entonces esa es la base para la honestidad del producto final, para la belleza de lo que se está creando. Más allá de la forma en que se logre, ese enfoque nos acompañó desde el principio, tanto en mí como en quienes me apoyaron en este proyecto.
«En cuanto a la serie, yo no estaba prestando mucha atención a las reacciones del público, ya que estaba enfocada en la producción, pero espero que conmueva. Espero que llegue a la gente, que alguien se sienta identificado o vea algo que le resuene.
«Hay temas que quise abordar en la serie, pero no tuve tiempo para profundizar en ellos. Uno de esos temas importantes, más allá de la violencia en sí, es el concepto de la “buena víctima”. Ivonne y yo hablamos mucho sobre esto, y es algo en lo que seguimos insistiendo. Es el mito de que existen mujeres buenas, que merecen respeto, compasión y reacciones protectoras ante lo que les ocurre, y mujeres malas, provocadoras, que se “lo buscan”, que sufren las consecuencias de su comportamiento o forma de vida. Este es un mito que debemos derribar, especialmente en las narrativas sobre violencia de género.
«Otro punto importante que tratamos es el de la indiferencia y la campaña que se basa en el eslogan “No mirar también es violencia”. Es esa actitud de ver algo injusto o violento, como en una fiesta o reunión de amigos, y decir “no es mi problema”, como si fuera solo entre la víctima y el agresor. Ese tipo de desinterés es también una forma de violencia, y lo hemos tratado de señalar de manera sutil, pero clara, a lo largo de la serie. Es un mensaje que espero continúe resonando en cada momento».
En Los gatos, las máscaras, las sombras, cada elemento del título funciona como una potente metáfora que atraviesa la narrativa. Los gatos, silenciosos y sigilosos, simbolizan las verdades ocultas, aquellas que se deslizan en la oscuridad de una sociedad que muchas veces prefiere no ver. Las máscaras representan las apariencias, las fachadas que cubren el dolor y la violencia, tanto para quienes la ejercen como para quienes la sufren. Y las sombras, con su naturaleza esquiva, aluden a las historias no contadas, los secretos y los ecos de quienes han sido silenciadas.
La serie invita a quitar las máscaras, iluminar las sombras y enfrentar las verdades que acechan como gatos en la penumbra, exigiendo ser escuchadas.