Por: Roberto G. Peralo - Cubainformación- Blog "La Joven Cuba".- El martes me levanté (literalmente hablando) con la información de que iba a ocurrir el cambio de moneda. Un amigo me despierta a las 6:00 de la mañana dándome el notición. Él lo había escuchado en el programa “Haciendo Radio” y preocupado por la surte de sus ahorros, a esa hora de la madrugada, me pide una asesoría financiera.


Cuando le pregunto por los detalles solo me dice que el sábado el Consejo de Ministro aprobó la puesta en marcha de la unificación monetaria y cambiaria  en el país. Efectivamente como nos tienen acostumbrado nuestras autoridades dieron la noticia en una Nota Oficial. Para el ciudadano promedio sin una cultura financiera, además de alegrarse, es natural que le salten muchas dudas y preocupaciones.

Hubiera sido más práctico haber dado la noticia de forma más directa a través de un programa de televisión en vivo, donde un grupo de periodistas y especialistas en temas económicos con las autoridades responsables de la unificación, informaran con más detalles este proceso. Es necesario explicarle a la población sobre, forma, métodos, causas y consecuencia de esta medida para evitar las histerias colectivas que en los últimos tiempo, a causas de rumores y especulaciones sobre el cambio de moneda, han provocado convulsiones en los mercados paralelos.

Pero no deja de ser alentadora tal noticia. Esta política de dualidad monetaria, a pesar de que fue implementada por una necesidad económica coyuntural, cuando se somete a un análisis de costo-beneficio, cabría preguntarse, si los costos no superan los beneficios. En el sector empresarial donde el cambio es 1 por 1 el (Peso cubano (CUP) y Peso Cubano Convertible (CUC) vs. dólar) ha provocado un desestímulo a las exportaciones y en cambio la tendencia ha sido a importar.

La mayoría de las empresas que operan con CUC, necesariamente tenían que adquirir todos sus insumos y servicios en dólares, puesto que no contaba con la asignación de moneda nacional. No quedaba otra opción que comprar las mercancías que demandaba en el extranjero, aunque existieran productos nacionales capaces de suplir esta demanda.

De igual forma la tasa de cambio CUP vs. CUC subvaluada en las casa de cambio “CEDECA” donde la tasa es 1 por 25 impacta negativamente en la productividad del trabajo, afectando el poder adquisitivo del salario (se recibe en la moneda CUP) que a ha perdido mas de un 40% de su capacidad de compra en los últimos 30 años.

Otros de los grandes problemas que tienen que enfrentar nuestros empresarios y contadores en este caos monetario es en determinar el valor exacto de los costos de producción. En los informes de producción el índice “costo por peso” nunca va a tener el valor real y los cálculos de Capital de Trabajo siempre van a están distorsionado. Esto hace muy difícil y ineficiente el proceso de toma de decisiones.

Estos tres elementos interrelacionado provocan un efecto en la economía cubana semejante a los de un huracán categoría cinco atravesando el territorio nacional de Este a Oeste.

Como la “nota oficial” no es muy informativa me auxilio de varios especialistas cubanos que han dado algunas valoraciones de cómo debiera realizarse este proceso:

Pavel Vidal, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, plantea que suprimir la doble moneda no va a terminar con la desigualdad social, como espera una gran parte de la población.

“Son dos cosas muy distintas y tengo la suposición de que cuando tengamos una sola moneda en la economía, las desigualdades se van a mantener (…) ¿Cómo haríamos este tránsito? En la población sería muy fácil: funcionaría el peso, que es la moneda histórica cubana, donde están la mayoría de las cuentas de ahorro y los salarios (…) Los precios que ahora están en pesos convertibles, se multiplicarían por la tasa de cambio y a partir de ahí se nominaría en pesos cubanos (…) En términos de desigualdad vemos que todo queda igual”. (1)

Vilma Hidalgo afirma que primeramente sería necesario reanimar el poder adquisitivo del peso cubano. Aquí se incluirían acciones como la reactivación de la agricultura, ya que el incremento de su producción garantizaría la seguridad alimentaria, un mejor nivel de vida, la liberación de enormes sumas dedicadas a la importación de alimentos, además de la eliminación de mercados diferenciados y subsidios innecesarios.

A su juicio, también debería privilegiarse la retribución salarial con arreglo al trabajo y el desplazamiento de actividades informales hacia la economía formal, de manera que se amplíe la base recaudatoria en ambas monedas.

Sin embargo, ambos especialistas discrepan en cuanto a cuál sería la moneda que debe permanecer. Hidalgo cree que una vía más corta y fácil estaría en la adopción final del CUC, pues implicaría menos dígitos en billetes. A su vez este ha permanecido anclado al dólar y a la oferta de bienes y servicios. No se podría estimar un tipo de cambio en CUP por adelantado para toda la economía, porque esto complicaría aún más el ajuste de salarios y precios. Por otra parte, parece más sencillo depreciar el CUC que apreciar el CUP.

Julio Carranza Valdés, del Centro de Estudios de América, considera que para acelerar el paso hacia una moneda única nacional se debe restringir la circulación de dólares entre empresas nacionales y extranjeras, con vistas a su eliminación en un plazo mayor. Por esta vía se podría introducir paulatinamente la convertibilidad de la moneda nacional. Como ajustes a priori que limiten la presión de la demanda, propone: “1) Canje de moneda para reducir el circulante de moneda nacional, 2) Ajuste de precios, 3) Establecer una tasa de cambio ‘económicamente fundamentada’, 4) Fijar nueva política de precios para las tiendas en divisas, 5) Fortalecer y ampliar los mercados agropecuarios y de productos industriales”. (2)

Noel Chaviano, especialista del Instituto de Investigaciones Financieras, señala la creación del peso convertible como una medida de largo alcance. De inicio funcionará junto con el dólar, pero después deberá sustituirlo en la circulación y, en última instancia, acercar su valor al del peso cubano corriente. Mientras, deberá continuar disminuyendo la cotización en el mercado informal, en la medida en que se incremente la producción, aumentando el respaldo mercantil. El despliegue de la acción del tipo de cambio deberá ser gradual, incluso cuando se tenga un valor adecuado a las condiciones específicas del país.

Elena Álvarez, del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas, argumenta el tipo de cambio que debería variar la estructura de precios relativos a favor de las exportaciones o de la sustitución de importaciones; y a favor de una protección de producciones nacionales específicas. Para ello la economía debe tomar un carácter tendiente a la exportación, estimulando en este sentido las producciones no tradicionales.

En un artículo del año 1997, el Premio Nacional de Economía Alfredo González proponía la creación de un mercado cambiario empresarial, permitiendo que las diferentes entidades tuvieran la misma posibilidad de las personas de intercambiar las monedas. Estaba a favor de una tasa de cambio facilitadora de que los pequeños productores, necesitados de divisa, pudieran comprarla a empresas que necesitan moneda nacional para su consumo interno. Llegado a este punto, se regularía por la oferta y la demanda.

Al principio solo accederían a este mecanismo los productores más eficaces, que pudieran pagar, por ejemplo, 10 pesos por un dólar. Esto a su vez generaría un exceso de oferta, bajarían los precios y por tanto se podrían incorporar productores menos eficientes a la competencia. Ello produciría una convergencia entre los dos tipos de cambio, de forma que el paso a una sola tasa de cambio estaría más claro y sería más evidente.

El doctor Juan Triana Cordoví, del Centro de Estudios de la Economía Cubana, considera conveniente no hacer depender el arreglo cambiario de mejoras en productividad y eficiencia, en tanto las propias distorsiones cambiarias son parte de las causas, no solo de las causas de la baja productividad y eficiencia sino también, de las fallas en su medición. En este sentido, regresar a franjas de flotación para el segmento monetario manejado por CADECA y comenzar un proceso de devaluaciones del CUC frente al dólar en el sector exportador podría ser una opción a considerar.

Es preciso un proceso de disminución de la diferencia entre tasas de cambio, para lo cual habría que, primeramente, introducir una tasa de cambio en el sistema empresarial, y más tarde aplicar minidevaluaciones con previo aviso. El funcionamiento de este mecanismo estaría determinado por la capacidad de absorción de la economía, evaluada según la oscilación del sistema de precios y la respuesta del sector productivo.

Sugiero a lo medios de comunicación a nuestros economistas y a las autoridades que orienten e informen más a la población. La sociedad cubana necesita estar más preparado para la nueva Cuba que se está construyendo.

Notas:

(1) – La Historia del huevo y la gallina. Revista Alma Mater (versión digital), Junio de 2008.

(2) – En: Jorge Mario Sánchez Egózcue. La Dualidad Monetaria. Problemas, Perspectivas. Ponencia en el Simposio Internacional de Economía Cubana, Centro de Estudios Sobre Estados Unidos, CESEU. Universidad de La Habana. Septiembre 1999.

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