Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- En uno de mis más recientes artículos comentaba que el Presidente Obama decretó levantar todas las áreas del Embargo que están bajo sus potestades Ejecutivas y lo hizo con dos años de antelación a la expiración de su mandato.


En esos dos años Cuba y Washington pueden hacer muchas cosas. Es un baile y como tal, tienen que bailarlo los dos.

Para el Congreso estadounidense, influenciado por informaciones torcidas y casi siempre mal intencionadas, no hay dudas que la acción de Obama no ha sido tomada con agrado por muchos Congresistas. Pero no obstante, el desgaste de una política que fue diseñada para derrocar al gobierno cubano, no es ajena a la racionalidad y pragmatismo de republicanos y demócratas que aún están insatisfechos con dicha disposición.

Es de todos conocidas que el gobierno cubano ha reiterado a lo largo de los años, que el causante de sus males económicos se debe en gran medida al Embargo-Bloqueo estadounidense.

Pero al margen de la veracidad total o parcial de dicha aseveración y considero que ambas opiniones aplican al caso, el gobierno cubano, a la luz de los desaciertos enormes del socialismo soviético, desde hace un par de años emprendió una serie de reformas cuya magnitud y profundidad nadie conoce. Me atrevo a decir que ni siquiera sus autores.

Dentro de los dos años que restan para terminar el gobierno de Obama, muchas de las medidas económicas cubanas pueden comenzar a dar frutos, comenzando por el agro.

Si la iniciativa privada continúa siendo eje de la actividad agrícola y se permite a los agricultores importar equipos y tecnología moderna, antes de terminar el tiempo señalado, este sector puede mostrar resultados y otros podrán surgir a su alrededor y por añadidura, gracias a la cantidad de profesionales y técnicos aún no incorporados a las actividades privadas, se podrán emprender otras, desencadenando múltiples y ricas posibilidades.

Pienso que el país está enfocado en esos aspectos, pero obviando los reclamos de los llamados disidentes, cuyas voces sólo se escuchan a través de cierta prensa que practica una oposición de oficio guiada por las señas de Washington, las autoridades cubanas saben que profesionales, periodistas, intelectuales, profesorado, estudiantes y obreros, esperan mejoramientos en las estructuras socio-políticas que les permita ser escuchados públicamente con aceptables márgenes de libertad. Sin embargo, es importante señalar que esos sectores se identifican con el proceso y temen cambios que no se adapten a la tradición del Estado de Bienestar que originó el comienzo de la revolución. Evidentemente esto los hace confiables pero no incondicionales. Los interesados esperan que después de los adelantos económicos, que podrían apreciarse en el transcurso de los próximos dos o tres años, existe la obligación de democratizar las instituciones y hacer funcional un Parlamento que hasta hoy sólo sirve de adorno. Se  trata de una espera calculada, de quienes desean y han luchado porque el país funcione, que cuentan además con un alto sentido de justicia, simetría y equidad. Este conjunto ciudadano no está dispuesto negociar esa conciencia por razones de ningún cambio y mucho menos por presión foránea.

Ninguna de las dos partes le ha pedido al otro realizar acciones que hieran su sensibilidad, pero ambos saben que para alcanzar una relación óptima, cada cual deberá cambiar todo cuanto la ha afectado.

Una Cuba productiva, con opciones ciudadanas para escoger eventualmente a quiénes deben guiar el Poder y Administrar el Estado, significa tranquilidad ciudadana, rechazo a emigrar y un punto de cooperación regional largamente deseado.

Todo eso es posible dentro de las nuevas concepciones que estén redefiniendo el socialismo, pero para eso Washington deberá luchar por erradicar su concepción en materia de política exterior.

Leí recientemente un artículo de Carlos Saladrigas, diciendo que la “ventana de Raúl” se había estrechado con esta nueva política decidida por el Presidente Obama.

Su señalamiento es objetivo: habiendo perdido la Revolución el carisma de Fidel, junto al deterioro de la salud y la educación pública y habiendo desaparecido recientemente el argumento de “fortaleza sitiada” con la decisión de Obama, Raúl cuenta con poco tiempo para hacer los cambios necesarios o perecer. Esto último se infiere de su artículo en el periódico el País de España.

Como digo muchas veces: Saladrigas tiene razón pero no es verdad lo que dice.

Considero que el gobierno cubano continuará ahora con más desahogo los cambios planeados y los extenderá más allá de los propósitos originales. Pero Ojo con pensar que bajo presión accederá a hacer cambios que se contradigan con los propósitos del socialismo criollo cubano que está a punto de salir del cascarón.

Si bien los aspectos señalados por Saladrigas han contribuido a mantener la cohesión, también es cierto que durante ese tiempo se creó una conciencia ciudadana que, si no es mayoritaria (y no lo sé) es fuerte y organizada.

En mis viajes a la Isla, me parece haber notado una extendida militancia y una conciencia nacional orientada a la búsqueda del bienestar general, defendida por personas dispuestas a seguir resistiendo, si intentan amedrentarlos.

Considero que más importante que hacer comentarios que den la sensación de imponer un tiempo límite a lo que debe hacer o dejar de hacer el gobierno cubano, lo principal es seguir convenciendo a Washington para continuar con el diálogo y estimularlo a imitar la política china de no injerencia.

Pienso seriamente que tampoco es hora de desafíos políticos de dudosa naturaleza. En mi criterio, tendría más sentido que todos, considérense opositores o legítimos críticos del gobierno y fieles defensores del proceso, convenzan a Washington para que esta vez no se equivoque.

Creo que Raúl Castro será para Cuba lo que Deng Xiaoping fue para China, pero siguiendo la tradición de los últimos cincuenta y cinco años, si intentan ponerle condiciones al mandatario cubano que están fuera del calendario de las actuales reformas, preferirá invertir de nuevo toda la energía del país en la defensa. Así ha sido hasta hoy y dicha estrategia ha demostrado ser la única política capaz de controlar una agresión.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EE.UU., Sub director de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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