Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Quienes salieron de Cuba en 1959 huyéndole a la justicia por delitos cometidos durante la sangrienta tiranía de Fulgencio Batista, a la que sumó la alta y pequeña burguesía, con la ilusión de que Estados Unidos no aceptaría tener a 90 millas un gobierno revolucionario, tuvieron que sufrir la decepción de no haber logrado derrocar a Fidel Castro.


MartianosNoticas falsas para asustar al pueblo, acciones terroristas, planes de subversión ideológica como la macabra Operación Peter Pan, la cual divulgó una supuesta ley de pérdida de la patria potestad, que el nuevo gobierno aprobaría para enviar a los niños menores de edad a la URSS donde les lavarían el cerebro, el reclutamiento de personas para realizar espionaje, organización de bandas terroristas para matar y amedrentar a los campesinos, y otras medias inimaginables, no pudieron dar al traste con el proceso revolucionario.

No satisfechos con la realización de medidas contra Cuba, diseñaron la guerra económica, comercial y financiera más larga de la historia mundial, con el propósito de matar por hambre y enfermedades al pueblo, llevándolo al cansancio y decepción, al no ver satisfechas sus necesidades económicas.

Al cumplirse 60 años de la victoria del 1º de enero de 1959, los oráculos miamenses siguen pronosticando la caída del socialismo cubano, algo repetido como letanía religiosa, sin percatarse que todos los años la predicen sin resultados.

Lo cierto es que pasaron los años de la década del 60 y los cubanos continuaron llenando las plazas para escuchar a Fidel Castro, a pesar de que Estados Unidos cortó el suministro de petróleo, dejó de comprar la cuota azucarera, presionó a la OEA para expulsar a Cuba y cercarla diplomáticamente, impidió la entrada a sus puertos de los buques que antes hubiesen arribado a puertos cubanos, no vendió más una sola pieza de repuesto para la industria y otros equipos norteamericanos, ni alimentos, ni medicinas.

En esa misma década, Cuba venció en solo 67 horas a la brigada mercenaria organizada por la CIA, mantuvo su soberanía durante y después de la Crisis de los Misiles, y con la inventiva nacional conservó viejas maquinarias para seguir produciendo bienes para el pueblo.

Los años 70 fueron duros por las medidas de guerra económica, pero tampoco llegó el cataclismo anunciado por los adivinos de Miami, la zafra azucarera no alcanzo los 10 millones de toneladas, pero el pueblo se sumó al esfuerzo y se sacaron experiencias de aquello.

Con el arribo de Ronald Reagan al poder en la década de los 80, los ideólogos del partido republicano y especialistas de la CIA, diseñaron el Programa Democracia, para liquidar el socialismo europeo, reclutaron a decenas de sus dirigentes que indujeron a la comisión de muchos errores, con el fin de crear desilusión en las masas y el rechazo al sistema, e involucraron al Vaticano para sus acciones subversivas en Polonia. Paralelamente le hicieron creer a la URSS que podían vencerla militarmente en una fantasiosa guerra de las galaxias.

Pero Cuba se mantuvo incólume al lado de Fidel y de las conquistas alcanzadas.

Muchos diplomáticos occidentales solicitaban prorrogas en La Habana para disfrutar la caída del socialismo. Todos se marcharon y no lo vieron, Cuba se consolidó a pesar de la guerra económica que afecta todas las esferas de la sociedad, unido al reclutamiento por la CIA de decenas de funcionarios con el ensueño de entorpecer el desarrollo del país, evitar la obtención de créditos bancarios y otras medidas de guerra económica, pues al decir de la CIA, “a Fidel no se le podía dar un centavo por ser oxígeno para la Revolución y había que ahogarlo”.

Reagan aprobó la Radio Martí para estimular las salidas ilegales y los actos de sabotaje. Creó la Fundación Nacional Cubano Americana con el interés de que el mundo pensara que el diferendo era entre cubanos y no con el gobierno yanqui

Los golpes suaves proyectados por Gene Sharp, fueron introducidos por diplomáticos yanquis asentados en La Habana, pero tampoco hubo éxitos y el dinero aprobado se perdió totalmente. Las campañas de informaciones falsas sobre inventadas violaciones de los derechos humanos se incrementaron en esa década, sin obtener resultados.

El inicio de la década de los 90, sin la URSS y los países socialistas europeos, pusieron a prueba de fuego a la Revolución cubana dada la fuerte crisis económica vivida, a partir de la pérdida abrupta del 85% de su comercio exterior, el suministro del petróleo soviético, las piezas de repuesto para todo el país y la compra de productos cubanos, proceso que se convirtió en otro bloqueo económico, comercial y financiero, casi similar al aplicado por Washington.

Los cubanos se unieron más y resistieron lo que ningún país de Europa o América Latina hubiera hecho. La meta era mantener, a toda costa y costo, la independencia y la soberanía alcanzadas para no volver a la Cuba de 1958.

Con la entrada de los años 90, se recrudeció la política contra Cuba, único baluarte socialista que los desafiaba. Fomentaron el lobby anticubano en el Congreso con la presencia de miembros de la mafia terrorista anticubana, todos vinculados familiarmente con testaferros del dictador Batista, se aprobó por primera vez un plan de la USAID para la subversión interna, y se impulsaron nuevas leyes como la Torricelli y la conocida Ley Helms-Burton.

Introdujeron más de cien nuevos movimientos religiosos cristianos, con el interés de influir sobre la mente de las personas. Presiones sobre la Iglesia Católica hicieron que esta asumiera posiciones abiertas contra la Revolución, al confeccionar varias Pastorales incitando al desmontaje del socialismo cubano y el apoyo a elementos contrarrevolucionarios.

Estados Unidos diseñó nuevos programas para fomentar una inventada oposición interna, cuyos miembros recibieron cuantiosos salarios para ejecutar actos provocativos, recibieron cursos de capacitación dentro de locales especialmente abiertos en la misión diplomática yanqui, a la vez que la CIA conformó una maquinaria propagandística con el apoyo de agencias de prensa extranjeras, acreditadas en La Habana.

Para amedrentar a los turistas foráneos, sufragaron actos de terrorismo contra instalaciones turísticas en la capital de la Isla, utilizando mercenarios latinoamericanos y acogieron en Miami a los principales autores intelectuales.

Nada de eso pudo restarle apoyo popular a la Revolución y Fidel Castro brilló tanto como en aquellos días luminosos de la Crisis de los Misiles.

En medio de esas medidas para estrangular la economía cubana, Fidel estimuló la inversión extranjera, la ampliación del turismo internacional, el desarrollo de la industria biotecnológica y el trabajo privado, saliendo poco a poco del vacío que dejó la pérdida de los socios comerciales euro-socialistas.

La guerra biológica estuvo muy presente en las dos décadas, 80 y 90, introduciendo Estados Unidos enfermedades para los seres humanos, la fauna y la flora cubana. El Dengue Hemorrágico, la Meningitis la Conjuntivitis Hemorrágica, Tristeza del Cítrico, Thrips-Palmi-Karmy, Moho Azul del Tabaco, Roya de la Caña y la Broca del Café, son algunos ejemplos.

Con la entrada en escena de George W. Bush en el nuevo siglo XXI, se fortalecen las acciones anticubanas y diseñan la llamada eufemísticamente “Transición Pacífica a la Democracia”, limitando la entrada de remesas familiares y visitas de cubanos desde Estados, como medida para fortalecer la guerra económica, dándole continuidad al principio de la CIA que: “A Fidel ni un centavo”.

La enfermedad y posterior muerte del líder histórico de la Revolución cubana, no produjo los augurios hechos por décadas de que el pueblo se lanzaría a las calles y al mar, para llegar a las costas de la Florida. La pérdida física de Fidel Castro unió aún más al pueblo en apoyo a su Revolución.

Barack Obama asume la presidencia con un diseño diametralmente opuesto a todos sus antecesores, el llamado “abrazo de la muerte”, planteando claramente que la vieja política asumida por las admiraciones anteriores, no logró obtener las metas de Estados Unidos de producir un cambio de sistema en la Isla.

Con inteligencia, carisma y un lenguaje sumamente edulcorado, Obama se aventuró al cambio de política hacia Cuba, algo recomendado por especialistas del Council on Foreign Relations años atrás. Restableció relaciones diplomáticas sin desmontar una sola Ley del complejo entramado de la guerra económica, comercial y financiera.

Dispuesto a estrangular la economía cubana, Obama impuso las multas más altas a la banca internacional, por solo ejecutar transacciones con Cuba. No autorizó el uso del dólar, ni permitió que los ciudadanos norteamericanos viajaran a la Isla como turistas. Su propósito fue estimular el trabajo privado para “promocionar la independencia de los cubanos para que no tengan que depender del estado cubano”.

Trasladar sus símbolos y valores fueron tareas que trató de cumplir a cabalidad, de ahí la aprobación de la presencia de Google y el uso de Internet para llegar con sus mensajes a todos los cubanos, soñando en provocar un estallido social al estilo de la “primavera árabe”.

Al no tener resultados ese cambio de actuación, y percatarse los estadunidenses que visitaron la Isla de las mentiras inculcadas por su gobierno durante más de 50 años, Donald Trump interrumpió el plan Obama, regresando a la vieja y fracasada política del garrote, algo que tampoco le da resultados, pues el pueblo conocedor de la historia, resiste unido y apoya el cambio generacional de la dirección histórica de la Revolución.

Los adivinos de la CIA y los viejos que aún quedan vivos de esa mafia anticubana en la Florida, vaticinan cada año el fin de la Revolución socialista, exigiendo cambios estructurales y de sistema, algo que no le piden a Argentina, otros países latinoamericanos y europeos, sumidos en verdaderas crisis económicas, desempleo, corrupción, asesinatos a periodistas, tráfico de drogas y de personas, violencia, prostitución infantil, problemas con la educación, salud y seguridad social, en nada parecido al panorama cubano a pesar de ser el único en el mundo sometido a una guerra económica despiadada.

Allá ellos con sus augurios incumplibles, pues como señaló José Martí:

Se adivina lo que no se conoce”.

*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.

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