Mariana Monteagudo Fonseca* - Alma Mater / Cubainformación.- Mireya Jiménez Guerra fue la primera mujer instructora de buceo en Cuba, profesión a la que dedicó más de la mitad de su vida.


La disciplina que inició como pasatiempo y devino profesión, para Mireya Jiménez Guerra representa su orgullo y mayor pasión. Estudió la carrera de Traducción e Interpretación en la escuela Máximo Gorki, donde aprendió el francés, idioma que le abrió las puertas del Instituto Nacional de Turismo (INIT). Fueallí, ejerciendo en turismo nacional, donde sus colegas despertaron en ella la curiosidad por el buceo y hoy tiene el mérito de ser la primera fémina instructora de esta actividad en el país.

Cuenta con un certificado internacional otorgado por la Academia de Ciencias que le confiere el título deInstructor de Buceo de Primera y está calificada con tres estrellas, condición máxima concedida por la Confederación Mundial de Actividades Subacuáticas. Actualmente, con sesenta y nueve años de edad, disfruta la jubilación mientras atiende su casa en La Habana Vieja.

Mireya Jiménez Guerra cuenta con el mérito de ser la primera mujer instructora de buceo en Cuba y ostenta la máxima calificación que la Confederación Mundial de Actividades Subacuáticas otorga a los profesionales de este oficio.

-¿Cómo se inició en el mundo del buceo?

“Comenzó como un hobby. Era guía de turistas en el Instituto Nacional de Turismo e hice amistad con los dos instructores que daban clases en Varadero y Jibacoa. Pasaba el rato con ellos y me enseñaban a bucear en piscinas.”

“En una ocasión, se quería hacer un corto para promocionar el buceo en Cuba y exhibirlo en varias ciudades de Canadá. Como era la única muchacha que tenía nociones de buceo, me escogieron para protagonizarlo y entonces gané mayor experiencia en la disciplina. En 1974, me llamaron del INIT para reconocer mi desempeño y me citaron para pasar una escuela en el hotel Kaguama, en Varadero y formarme como instructora. Estuve seis meses en el curso y luego empecé a trabajar como buzo instructor.”

“Después se hizo una convocatoria a nivel nacional para incorporar a las mujeres a las actividades subacuáticas, pero fui la única que se presentó.”

-¿A qué le atribuye el hecho de que no se ofrecieran otras mujeres para ejercer el oficio?

“Tal vez por desconocimiento. En Cuba no había cultura de esa disciplina. El buceo existente era el comercial y se practicaba de manera empírica. Creían que solo era llevar el tanque y respirar, debido a eso hubo muchos accidentes.”

-¿Cómo se sintió en su primer encuentro como instructora?

“Estaba nerviosísima. Tengo un pánico escénico terrible. Además, sentí mucho miedo por asumir la responsabilidad de un grupo, pero lo escondía e intentaba hacerlo todo perfecto y me presionaba más. Me preocupaban los imprevistos, hacía las cosas con mucho cuidado y siempre cumplí el reglamento al pie de la letra. Por eso las personas decían que les gustaba bucear conmigo: mis precauciones les daban seguridad. También tuve mucho apoyo por parte de mis colegas y con el tiempo gané confianza.”

-¿Qué atención recibió de los medios al ser la primera mujer instructora de buceo en el país?

“Bueno, he aparecido en revistas de Italia y de la entoces Checoslovaquia, aunque nunca entendí qué hablaron de mí. También en Granma Internacional, Mujeres y Mar y Pesca. Incluso, Alberto Korda me hizo algunas fotos para un reportaje de Juventud Técnica. Él hizo el curso de instructor, pero nunca lo desempeñó; él nos acompañaba como fotógrafo submarino.”

Mireya fue fotografiada por Alberto Korda para un reportaje de la revista Juventud Técnica.

-¿Hubo signos de machismo durante sus años de trabajo?

“Te seré sincera: eso no es algo de lo que tengo que quejarme, pero en otras provincias la mentalidad es más retrógrada y el machismo continúa imperando.”

“Sin embargo, recuerdo que para una propuesta de trabajo en Guanabo asistieron muchos aspirantes de todo el país y solo existían dos plazas. De La Habana éramos otros dos compañeros y yo. Ellos me decían que esto no era para mujeres,pues no reaccionábamos bien en situaciones de peligro, menos en un medio diferente al nuestro. ¡Hasta me metieron miedo con los tiburones! (entre risas). Al final, uno de ellos se quedó sin aire a los sesenta metros de profundidad y el instructor tuvo que pasarle su boquilla para respirar. Yo subí tranquila, sin problemas y conseguí la plaza.”

-Se hace mención a usted en un artículo de la Sociedad Espeleológica de Cuba sobre el espeleobuceo. ¿Qué experiencias tiene al respecto?

“Participé en expediciones a la cueva de Juanelo Piedra, en Mayabeque, y llevé a turistas a las que se encontraban en la zona de Carboneras, en Matanzas, pero aquello fue un disparate. No existía un asesoramiento especializado, como los que ahora ofrece ACUC (Certificaciones Submarinas Canadienses y Estadounidenses, por sus siglas en inglés), y no tenía ninguna formación sobre el tema. Asumimos un riesgo. Una vez que exploraba las galerías de Carboneras, mi profesor, Ricardo Hernández, se perdió porque su cuerda se rompió. Por suerte logramos encontrarlo y cada vez que él viene a visitarme nos acordamos del susto que pasamos.”

-¿Sufrió problemas de salud a lo largo de su carrera?

“Me gustaría haber tenido más cuidado con mi salud. Tuve que operarme de una hernia vaginal producto del peso de los tanques que cargaba, y también sufrí un barotrauma auricular. A los cincuenta pude haberme jubilado, pero me gustaba mucho ser instructora. Lo hice hasta los cincuenta y nueve porque mis rodillas ya no podían más.”

En la actualidad, Mireya ha abandonado completamente el buceo y se dedica a cuidar su casa en La Habana Vieja.

-¿Qué fue lo mejor que le dejaron sus treinta y ocho años de instructora?

“Las amistades que hice, tanto con compañeros como clientes, y los lugares que tuve la oportunidad de conocer. Incluso viajé a Canadá, invitada por una federación en Quebec para bucear en río San Lorenzo, y fui también a Estados Unidos y México.”

-Ahora que está retirada, ¿en qué invierte su tiempo?

“En mis plantas: me encanta cuidarlas y que mi casa esté llena de verde. Y hago manualidades, especialmente macetas lindas para plantar flores.”

-¿Siente nostalgia?

“Hace cuatro años que no buceo, pero si te soy sincera, no lo añoro. Me sobresaturé y viví al máximo. Ahora veo programas sobre el mar y recuerdo todo con cariño, sin ningún tipo de pesar. Tengo la satisfacción de haber gozado esos años en plenitud.”

Mireya disfruta de la jardinería y la realización de manualidades en su tiempo libre.

 

* Estudiante de primer año de Periodismo, Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.

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