Artur González / Heraldo Cubano.-
El garrote vil o garrote, es una máquina utilizada para aplicar la pena capital, que data desde la República romana. Su mecanismo consiste en un collar de hierro atravesado por un tornillo acabado en una bola, que, al girarla, causa la rotura del cuello de la víctima y su muerte.
Un símil con este instrumento de muerte es la guerra económica, comercial y financiera que aplica Estados Unidos contra Cuba desde hace 64 años, con el propósito de asfixiar su economía y como afirmaron en 1999 analistas del Council on Foreign Relations en sus propuestas para desmontar el sistema socialista cubano:
“La oposición de Estados Unidos a la Revolución cubana y el apoyo a la democracia y al desarrollo en este hemisferio, lograron frustrar las ambiciones cubanas de expandir su modelo económico e influencia política”.
Por este motivo, todos los presidentes que han entrado a la Casa Blanca desde 1959, mantienen las medidas diseñadas para impedir que la Revolución cubana pueda tener resultados, a fin de culpar al socialismo de las limitaciones crecientes que sufre el pueblo cubano.
Joe Biden no es una excepción y el pasado 8 de septiembre del 2023 firmó por un año más, la vigencia de la Ley de Comercio con el Enemigo (TWEA), que data de 1917 e impone limitaciones y sanciones al comercio con Cuba, las que estarán vigentes hasta el 14 de septiembre del 2024 cuando deberá ordenar su prórroga por otro año.
Biden envió una carta al secretario de Estado, Antony Blinken y a la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, informándoles la extensión de dicha ley y en su misiva afirmó que su aplicación es por un “interés nacional”, siendo Cuba el único país al que se le sanciona con la misma, diseñada contra Rusia desde la época de Lenin.
Según asegura esta execrable ley, “se le otorga al presidente de Estados Unidos la autoridad para imponer sanciones económicas contra naciones extranjeras, mediante la prohibición, limitación o la regulación de las transacciones comerciales y financieras con países hostiles en tiempos de guerra”.
En 1933, el Congreso reformó la sección 5.b de la misma, para darle al presidente autoridad de imponer “embargos” generales, contra países extranjeros durante tiempo de guerra o durante cualquier otro período de emergencia nacional, declarado por el propio presidente.
Con esta ampliación, Joe Biden se convierte en el 12mo presidente de los Estados Unidos en ratificarla, con el empeño de ,derrocar el sistema socialista cubano a solo 90 millas de sus costas.
Así ha sido desde que el presidente Dwight Eisenhower la aprobó en 1961, siendo la primera ley que conforma la llamada guerra económica, comercial y financiera contra Cuba, como lo denomina desde 1962, un documento oficial yanqui aprobado por el presidente John F. Kennedy.
Para quienes aseguran que la guerra económica no es la causa principal de las penurias del pueblo cubano, deberían estudiar el entramado de leyes aprobadas por Estados Unidos para causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno, con el propósito de enajenar el apoyo interno a la Revolución, a través del desencanto y el desaliento, producto de la insatisfacción y las dificultades económicas.
Un extenso informe confeccionado por la CIA hace años, asegura:
“El principal objetivo de los programas encubiertos contra Castro es completar el aislamiento económico, político y psicológico de Cuba respecto a América Latina y el mundo libre[…] estas medidas han sido en buena parte responsables de las actuales dificultades económicas de Castro, pero pudieran adoptarse nuevas y eficaces medidas de Guerra Económica”.
Hipócritamente, algunos funcionarios yanquis comentan que el presidente Biden tiene previsto en breve, suavizar las restricciones impuestas a las pequeñas empresas privadas cubanas y pretende facilitar cierto apoyo financiero a las mismas, entre ellas permitir a los empresarios privados de Cuba, acceder al sistema bancario de Estados Unidos.
Basado en el diseño aprobado por el presidente Barack Obama y borrado de un plumazo por Donald Trump, el actual gobierno de Biden considera que el trabajo privado es la esperanza del crecimiento económico de Cuba y ponerle freno a la emigración hacia Estados Unidos, resultante de esa implacable guerra económica que ahora se vuelve nuevamente contra Estados Unidos, con el ingreso desmedido de cientos de miles de cubanos.
Recordemos que Obama en su nueva estrategia para desmontar el socialismo desde el seno de la sociedad cubana, expresó sin tapujos:
Los cambios introducidos en nuestra nueva política potenciarán aún más nuestro objetivo de empoderar al pueblo cubano.
Nuestras políticas en materia de viajes y remesas están ayudando a los cubanos, al brindarles nuevas fuentes de información, oportunidades de trabajar como autónomos y acceso a bienes de propiedad privada, además de fortalecer a la sociedad civil independiente.
Estas medidas servirán para fomentar aún más los contactos personales, respaldar con mayor fuerza a la sociedad civil en Cuba.
Nuestros esfuerzos se enfocan en promocionar la independencia de los cubanos para que no tengan que depender del estado cubano.
El Congreso financia la programación de la democracia en Cuba para proporcionar asistencia humanitaria, promocionar derechos humanos y libertades fundamentales y apoyar la libre circulación de información en lugares en donde está restringida y censurada.
La administración continuará implementando nuestros programas enfocados en promover el cambio positivo en Cuba, y fomentará reformas en nuestro compromiso de alto nivel con los funcionarios cubanos. Al final, los cubanos conducirán las reformas económicas y políticas.
Lo que no está claro es cómo Biden modificaría las leyes vigentes de la guerra económica, comercial y financiera, que prohíben las transacciones financieras con Cuba y el uso del dólar como moneda, cambios a lo que opone la mafia terrorista de Miami y sus representantes en el Congreso, teniendo en cuenta que estamos a un año de las próximas elecciones presidenciales.
De momento la realidad es que Biden acaba de darle una vuelta más al garrote vil, para intentar acabar con el Revolución sin poderlo lograr en 64 años, porque como expresó José Martí:
“Un pueblo está hecho de hombres que resisten y hombres que empujan”.
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