Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación-Radio Miami.- Varias generaciones de cubanos han tenido un complicado destino desde el golpe de estado del general Fulgencio Batista y Zaldívar en 1952.
Para colmo de males su situación ha ido de mal en peor desde el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
Con altas y bajas que han estado determinadas un ciento por ciento, por las malas políticas internas de sus diferentes gobiernos desde ese tiempo en lo adelante y en gran medida por las injerencias de Washington, sus sanciones, su bloqueo a toda actividad que pueda facilitar las gestiones económicas y de gobierno, la realidad es que la administración del estado puede ser comparable a la de un barco en aguas turbulentas, escorado por las filtraciones de agua y con las bombas de achique defectuosas.
Como resultado, en esta última semana ha habido protestas en las calles de algunas ciudades, principalmente en Santiago de Cuba, pidiendo electricidad y comida. A diferencia de una anterior en julio del año 2021, éstas se desarrollaron pacíficamente. El gobierno no reprimió a los participantes e incluso con la timidez propia de su prensa oficial reconoció el derecho a protestar siempre y cuando se haga de forma ordenada.
Entre las singularidades de la nación cubana podemos destacar la confianza de la población en que el gobierno resolverá eventualmente los problemas. Este pensamiento colectivo ha conformado una ciudadanía respetuosa, aceptando con calma los momentos más desesperados que han atravesado a partir de la caída del proyecto comunista soviético.
Lo anterior ha sido posible porque el discurso oficial, acompañado por el apoyo de una nutrida militancia disciplinada, sembró en la mente de tres generaciones que, “el sistema ha sido capaz de brindar un bienestar relativo a la mayoría absoluta de la población y que sus características y la voluntad de una dirigencia proba y sacrificada, volverá a lograr el milagro, a pesar de los retrocesos”.
Sin embargo, el contacto cada vez mayor con las realidades mundiales a través de las redes sociales y nuevos medios de comunicación, el giro tomado especialmente por China y Vietnam y la reevaluación de las concepciones tradicionales acuñadas por Moscú, convertido en La Meca de esas corrientes ideológicas hasta el derrumbe soviético en el año 1989, han disminuido ese criterio de idealización, casi unánime, respecto al estado como ente benefactor.
Washington, el enemigo sempiterno de ese proceso ha movido desde entonces todas sus influencias, capacidad de amenazas y sanciones financieras y comerciales, para impedir cualquier avance o movilidad para la gobernanza cubana. Por circunstancias históricas el proceso se inicia en un instante en que no se podían aplicar fácilmente los procedimientos usados en Guatemala en 1954 y tampoco tenía similitud con la República Dominicana de 1965, viéndose privado ante esas circunstancias de enviar sus famosos “marines” con su impunidad habitual y revertir el propósito de una Revolución Nacionalista como rezaba su programa político al triunfo insurreccional en contra de la dictadura de Batista.
Durante 65 años no ha cesado de interferir y crearle dificultades a la pequeña nación, la cual vivió tiempos relativamente tranquilos y de cierto confort masivo, bajo la protección soviética.
Esa política, llamada en el lenguaje político cotidiano, “olla de presión”, se intensificó cuando el coloso norteño, a raíz del desmerengamiento soviético, se convirtió en dueño casi absoluto del mundo.
Salvo un breve período durante el gobierno del presidente Obama, donde se crearon circunstancias favorecidas por el gobierno cubano presidido en ese entonces por el general Raúl Castro, para llegar a acuerdos que pudieran viables para los propósitos políticos de ambas partes, surgió la esperanza de una salida pacífica a la interminable guerra declarada por Washington.
Pero la resistencia a la negociación de muchos dirigentes y militantes, la cual estaba fundamentada en la intolerancia que ciertos eventos históricos conforman en la mente de algunos, originó una inmovilidad que se interpuso en el camino de las conversaciones. Los grandes triunfos humanos, especialmente los de carácter épico, dan lugar a estas formas ocasionales de pensar en algunas personas.
Esa inmovilidad del pensamiento, nacida de la creencia en los absolutos inventados por la creatividad infinita de la imaginación humana, llevaron en pocos meses a la congelación de toda negociación razonable, que felizmente hubiera podido continuar garantizando el socialismo cubano defendido por el poder revolucionario de entonces, sin que perdiera un ápice de su hegemonía y control.
Pero las frases altisonantes, que a veces son buenas en instantes de crisis excepcionales, abarcaron al parecer, todo el espacio reservado al raciocinio y continuaron estimulando la “incondicionalidad” de una militancia muy útil a la hora del combate armado, y generalmente nefasta para facilitar la dialéctica de organizar un estado y administrar políticas. Al final la oportunidad no fue comprendida en toda su dimensión y hoy está casi perdida en el recuerdo.
Marchando por ese camino su deterioro ha continuado avanzando paulatinamente y el enemigo, Los Estados Unidos de América, lo sabe y continúa alentando la tragedia, haciendo uso de su poderío económico, diplomático y propagandístico.
La “olla de presión” continuará. El Norte contempla, cínicamente risueño y apuesta que China, Rusia y Vietnam, no darán un solo paso para resucitar las “ayudas gratuitas” del pasado soviético, tras lo cual el enfurecimiento de la población es probable que continúe en aumento. En la actualidad el estado cubano sólo obtiene lo que es capaz de pagar. Es dramático, tétrico y criminal, pero es lo que indica el rumbo de las relaciones políticas bilaterales entre ambos países.
En estos instantes al núcleo de poder estadounidense parece no interesarle regresar a ninguna mesa de negociaciones. Sencillamente perdieron (si es que la tuvieron en algún instante) la voluntad de llegar a acuerdos que no sean los que ellos reclamen unilateralmente, lo cual hace inviable predecir una solución futura a mediano o largo plazo.
La representante de Cuba ante las Naciones Unidas, Johana Tablada manifestó en entrevista al medio de prensa The Hill, que “han existido ofertas públicas y privadas al gobierno estadounidense”. “Vamos a sentarnos y conversar de tópicos que ellos dicen que son sus prioridades, como el tema de los derechos humanos”. Manifestó que “hay falta de voluntad política” por parte de Washington. “Estamos dispuestos a sentarnos donde ellos quieran y el día que escojan”, agregó en una parte de su comparecencia. Pero Washington está consciente que en estos instantes Cuba sólo cuenta con la solidaridad espiritual y buena voluntad de ciudadanos en muchas partes del mundo, con algunas pequeñas naciones y con temerosos respaldos verbales de algunos países de influencia.
Quienes somos defensores de la paz entre personas y países, no nos queda otra alternativa que coincidir con el gobierno cubano, denunciando el embargo como una violación de los derechos humanos del pueblo cubano. Pero es importante que al hacerlo no renunciemos a defender también las críticas que podamos tener de la administración cubana y de su apego a ciertos criterios que la evolución de los conceptos sociales ha puesto en tela de juicio.
Lo anterior es importante, porque constituye parte de la realidad actual del debate público, no sólo entre quienes defienden la existencia de los partidos políticos sino entre quienes consideramos que ya esas agrupaciones no responden a los verdaderos intereses de una democracia, para que no sea sólo representativa, sino que también favorezca y eduque en la participación masiva y diversa, sin imposiciones ni discriminaciones por razones de criterios.
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
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