Triple salto mortal (¿de quién es una medalla?)
Mijain López el primer y único deportista que se cuelga la medalla de oro en la misma prueba en 5 olimpiadas consecutivas.
Héctor García
Hojas de Debate
A día de hoy, pasados los JJOO de París, Cuba se sitúa en el puesto 16 del Medallero Histórico
con 244 preseas, 86 de ellas de oro. Tenemos que bajar al puesto 24 para ver al siguiente país
hispanohablante, la madre patria en este caso, con la nada desdeñable cifra de 187 medallas y
al puesto 27 para ver al segundo país de Latinoamérica, el gigante brasileño, con sus 215
millones de habitantes, que suma 170 metales. En medallas de oro, Cuba, con 11 millones de
habitantes supera la suma de los tres países de Latinoamérica que le siguen en el medallero:
Brasil, México y Argentina que suman juntos cerca de 400 millones de habitantes.
Anda falta de alegrías la prensa de Miami y eso le lleva a celebrar, con poco disimulo y menos decoro, la modesta cosecha de medallas de la delegación cubana en los JJOO que recién terminan en París y, en contraposición, los éxitos de lo que ellos llaman “atletas cubanos libres”, es decir, aquellos que compiten bajo cualquier bandera que no sea la de la estrella solitaria. Su momento de éxtasis llegó con el podio del Triple Salto. Oro, plata y bronce para España, Portugal e Italia, respectivamente, de la mano de “cubanos libres”.
Pero, ¿de quién es una medalla? Para empezar, del deportista que la consigue con su talento y desempeño, faltaría más. Para seguir, del país bajo cuya bandera compite. Indiscutible. Las medallas y también los atletas, como cualquier trabajador, son mercancía de uso de quien adquiere la fuerza de trabajo. Se pueden comprar y se pueden vender. Ahora bien, ¿cómo se fabrica un atleta? ¿Qué ha de suceder, como dijera el poeta, para que yo me llame Ángel González y mi ser pese sobre el suelo? Pues en el caso que nos ocupa hubo de suceder un 26 de Julio y un Primero de Enero. Antes de esas fechas fundacionales, Cuba solo ostentaba 12 medallas, en esgrima y vela, deportes al alcance de muy pocos. Todos los atletas que habían participado hasta entonces en las olimpiadas eran de la capital. Y blancos.
A día de hoy, pasados los JJOO de París, Cuba se sitúa en el puesto 16 del Medallero Histórico con 244 preseas, 86 de ellas de oro. Tenemos que bajar al puesto 24 para ver al siguiente país hispanohablante, la madre patria en este caso, con la nada desdeñable cifra de 187 medallas y al puesto 27 para ver al segundo país de Latinoamérica, el gigante brasileño, con sus 215 millones de habitantes, que suma 170 metales. En medallas de oro, Cuba, con 11 millones de habitantes supera la suma de los tres países de Latinoamérica que le siguen en el medallero: Brasil, México y Argentina que suman juntos cerca de 400 millones de habitantes. Esto no es casualidad ni se debe a una genética bendecida por dios. Es fruto de una política planificada y consciente que puso en el centro la dignidad y la igualdad de todas las personas. Es el resultado de concebir el deporte como un derecho de todo el pueblo y crear las condiciones materiales para convertir ese derecho en una realidad. En ese sentido las medallas son de esa obra colectiva llamada Revolución Cubana. Y junto con el deporte, la salud, la educación, la seguridad. Un niño cubano puede que llegue a campeón o puede que no. Un niño en una favela de Brasil tiene más posibilidades de morir baleado que de acabar la secundaria. La mitad de las niñas de Guanajuato en México tiene más posibilidades de ser violadas y desaparecidas que de llegar a ser abuelas. Porque no hay que obviar el contexto y el hecho de que Cuba se codee con los mejores del medallero no nos puede hacer olvidar que es una nación latinoamericana, es decir, del mundo tercero.
No han sido los de París los juegos más laureados para la isla, 9 medallas (2 oros). Aun así se sitúa en el puesto 32 de 205 delegaciones. Aun así ha visto coronarse a Mijain López como el primer y único deportista que se cuelga la medalla de oro en la misma prueba en 5 olimpiadas consecutivas. Un negrazo enorme. Su padre fallecido el pasado año, otro negrazo, colgaba las medallas de su hijo sobre el retrato de Fidel. Sabía que para los negrazos hubo un antes y un después de la Revolución Socialista de los humildes. Humildes como él y su hijo.
No es ningún secreto las dificultades que soporta Cuba, víctima del bloqueo más cruel de la Historia. En tales circunstancias, se puede entender que haya atletas que quieran desarrollar su carrera en países más boyantes a nivel material. No es una mayoría como quisieran algunos, pero sí es una realidad. Para un país rico robar a uno pobre es muy fácil. Alentar la deserción también. Dar la nacionalidad por Carta de Naturaleza (por Decreto Ley) a deportistas de élite mientras el resto de inmigrantes tienen una carrera de obstáculos casi insalvable, también. La delegación cubana, tanto atletas como entrenadores y técnicos es 100% autóctona. Cuba no puede, ni quiere, comprar deportistas y medallas en el mercado.
Si señor, robar es muy fácil. ¿Saben ustedes lo que es difícil? Fundar, siendo un país pobre, una Facultad Internacional de Medicina en la que ya se han graduado como médicos más de 30.000 estudiantes de todo el mundo, varios centenares de ellos estadounidenses humildes que, ni en sus mejores sueños ni en su propio país, podrían estudiar. También es difícil, siendo un país hostigado y embargado, ser una potencia biotecnológica. Investigar, descubrir, crear y compartir vacunas y medicinas.
Los JJOO son un maravilloso mosaico de naciones que vemos cada 4 años. Desgraciadamente, por mor del imperio, a algunas se las excluye mientras que otras pasean la estrella de David al tiempo que bombardean la enésima escuela y despedazan a otro centernar de mujeres y niños. Los valores olímpicos palidecen y se sonrojan.
Pero hay otras olimpiadas aún más importantes que, aunque no tienen fecha fija en el calendario, invariablemente suceden: luchas de liberación; terremotos; huracanes; virus… En estos juegos (del hambre) las grandes potencias, curiosamente, no comparecen. Comparece la bandera de la Estrella Solitaria. Decía Fidel que solidaridad no es dar lo que te sobra, sino compartir lo que tienes. Por eso Angola está regada con la sangre de más de 2000 internacionalistas cubanos. Por eso Sudáfrica no olvida quien estuvo a su lado para tumbar el apartheid. Por eso los niños de Chernobil sonreían en las piscinas cubanas. Por eso miles de estudiantes de todo el mundo pueden estudiar en Cuba y no en ningún otro país, ni siquiera los suyos. Por eso víctimas del 11S sin seguro médico fueron atendidas en la Isla. Por eso centenares de médicos cubanos se jugaron la vida en lo más profundo del Africa Negra contra el más letal de los virus, el ébola. Por eso, además de en los países del tercer mundo, las Brigadas de Sanitarios arribaron a Italia o Andorra. “En el momento más dramático de la pandemia del Covid que había golpeado a Italia con miles de muertos, los médicos cubanos, con gran espíritu de sacrificio mostraron al mundo qué significa solidaridad y amistad”. Así reza la placa que las autoridades de Lombardía y Piamonte entregaron a las Brigadas. ¿Hay medalla de oro más valiosa?. “Ha sido un lujo tener a la brigada médica cubana en Andorra. Muchas gracias, ahora ya es la Brigada hermana de Andorra”. Así reconocía el Ministro de Salud del Principado la tarea de la Brigada. A la llegada de esta, Andorra tenía la tasa de contagios más alta. A su partida era la primera nación de Europa sin ingresos por Covid.
En palabras de Noam Chomsky en 2020: “Cuba es el único país que ha demostrado un internacionalismo genuino. Siempre ha estado bajo estrangulación económica y por algún milagro, han sobrevivido para seguir mostrándole al mundo lo que es la solidaridad”.
Disfruten por la Florida del triple salto olímpico. El triple salto mortal de Cuba hacia el capitalismo se van a quedar con las ganas de verlo. La estrella solitaria seguirá luciendo orgullosa y talentosa en los podios olímpicos y cumpliendo en esos otros podios mucho menos competidos. La moraleja nos la desveló la entrañable Gloria Fuertes:
“Lo primero, la bondad. Lo segundo, el talento. Y aquí se termina el cuento.”