Ishaira Nieto Rosas es parte del ejército de estudiantes de medicina que casa por casa busca casos potenciales.


Benjamín Morales Meléndez para GFR Media - El Nuevo Día

La Habana, Cuba - Una de las fortalezas silentes del sistema de salud cubano es su complejo esquema de detección de enfermedades, que corre como las venas por el cuerpo entre los pueblos y barrios de la isla, buscando a quien curar.

Este sistema, con sus luces y sus sombras, como es natural, es hoy el pilar de la lucha contra el nuevo coronavirus, pues persigue a nivel comunitario los potenciales casos de COVID-19, de modo que sean atajados antes de que se conviertan en un potencial foco masivo de infección.

Esa labor lleva a que la mayoría de las residencias en Cuba sean visitadas a diario por personal de salud, que pregunta si hay gente enferma, sea con alguna condición preexistente o, sobre todo, de algún síntoma gripal o febril. De encontrarse algún caso, se activa un protocolo de intervención que podría acabar en la hospitalización preventiva de la persona, dependiendo el caso.

En los tiempos del COVID-19, esa labor de detección, llamada aquí pesquisaje, renace en los cerca de 28,000 estudiantes de medicina que hay en Cuba, sean nacionales o extranjeros, y entre ese ejército hay una boricua, natural de Guánica, pero residente en Hartford, Connecticut.

Se llama Ishaira Nieto Rosas, tiene 28 años y es natural del barrio La Luna, donde creció hasta los ocho años, cuando sus padres se mudaron a Connecticut. Estudió Biología y Estudios Latinoamericanos en Vassar College, en Poughkeepsie, Nueva York, y hace tres años ingresó en Escuela Latinoamericana de Medicina en La Habana, Cuba.

Desde que la emergencia del COVID-19 estalló, los estudiantes fueron desplegados a ir por las casas a buscar gente en riesgo potencial, sea por su edad o por sus padecimientos, además de quien haya mostrado algún síntoma gripal.

Según las cifras del Ministerio de Salud Pública, el trabajo de estos jóvenes es sumamente importante, porque detectan alrededor de 20,000 personas a diario con algún síntoma respiratorio, aunque sea mínimo, lo que permite a los miles de médicos de la familia regados por toda la isla (en Cuba hay cerca de 90,00 médicos laborando), hacer la diferenciación del cuadro clínico y tomar decisiones críticas sobre el futuro de ese paciente.

Los estudiantes no entran a las casas, se mantienen desde los pasillos o los balcones, con su cara cubierta con una mascarilla de tela, llamada aquí nasobuco, y su “pomo” de agua con solución de cloro a la mano. Su trabajo depende, sobre todo, de la honestidad de los residentes, de quienes se espera que digan la verdad para poder evitar problemas de infección mayores y que la rueda del sistema de salud de Cuba, que, si bien no es un perfecto, sí es eficiente, se eche a andar.

Ishaira ha vividoesa experiencia en primera fila y accedió a contarle a El Nuevo Día cómo la ha vivido.

¿Por qué decidiste estudiar medicina?

- Cuando estaba en la secundaria perdí varias personas muy cercanas a mí por diferentes enfermedades. Fue muy difícil para mí sentir que no tenía ningún conocimiento del cuerpo humano o de la medicina para ayudar a esas personas. A raíz de esas experiencias decidí que yo quería obtener conocimientos que me permitieran algún día salvarle la vida a muchas personas y desde entonces estuve convencida que quería dedicarme a la medicina.

¿Por qué en Cuba?

- Decidí estudiar medicina en Cuba por el gran enfoque que le da el sistema cubano a la prevención de salud y la salud primaria. En Cuba la salud es un derecho que se le garantiza a todos los ciudadanos, y personalmente me quería formar en un ambiente así. Además, quería aprender como Cuba puede hacer tanto con todas las limitaciones que tiene.

¿Cómo ha sido la experiencia? ¿Qué la ha hecho diferente?

- La experiencia ha sido muy enriquecedora. Lo más bonito de estudiar en la ELAM (Escuela Latinoamericana de Medicina) es el compartir con estudiantes de todas las regiones del mundo. Desde el principio estamos expuestos a diferentes culturas, religiones, idiomas lo cual te da una visión mucho más amplia de lo que es el concepto de salud y la medicina en diferentes países. Aprendemos sobre la medicina natural y tradicional, y cómo podemos integrar esos conocimientos de nuestros ancestros en nuestra práctica como médicos. Y lo más importante, aprendemos que la salud es un derecho que se debe garantizar a todas las personas.

¿Cómo estás enfrentando el coronavirus en lo personal? ¿Qué ha sido lo más difícil?

- Primero que nada como estudiante de medicina, pues me he tomado la responsabilidad de aprender sobre el COVID-19 y cómo se ha comportado desde que empezó el brote en China. Luego educarme sobre cuáles son las medidas que debo de tomar para protegerme y proteger a las personas con quien tengo contacto. Para mí es importante mantener la calma y prepararme lo más posible, en caso de que tengamos que tomar un papel aún más activo en la lucha contra el virus.

Lo más difícil es estar lejos de mi familia y estar preocupada por ellos. La mayor parte de mi familia estuvo afectada por los terremotos en Guánica y tuvieron que salir del país hacia Estados Unidos, donde obviamente hay muchos casos y donde el acceso a la salud no es garantizado.

¿Cuál es tu rol como estudiante de medicina en la emergencia? ¿Qué trabajo hacen?

- Nuestro rol ha sido participar en la pesquisa activa de personas que tengan un cuadro respiratorio agudo o personas que recientemente hayan venido del extranjero o hayan tenido contacto con viajeros. Nosotros vamos casa por casa, trabajando en conjunto con el médico y enfermera de la familia de esa comunidad.

¿Qué le preguntan a la gente?

- Principalmente preguntamos si hay alguna persona que haya venido del extranjero o si han tenido alguna visita de alguien que viajó recientemente. También preguntamos si hay alguien con síntomas respiratorios agudos. Esa información se recolecta y se la damos al médico de la familia, el cual tiene la responsabilidad de llevar la vigilancia epidemiológica desde la atención primaria de salud de esas personas que nosotros identificamos. Nosotros no estamos en contacto directo con las personas, debemos mantener un espacio adecuado de distancia y siempre usar el nasobuco y solución de hipoclorito para lavarnos las manos. Tratamos de también educar a la población para que ellos tengan percepción del riesgo y sepan las medidas adecuadas que deben de tomar para protegerse.

¿Cómo ha sido la experiencia?

- No es la primera vez que pesquisamos. En otras ocasiones nos ha tocado pesquisar cuando hay brotes de dengue. El cubano por lo general es muy disciplinado en cuanto a la salud, conoce ya muy bien el proceso y sabe cuál es nuestro rol. Pero son situaciones muy diferentes dado la naturaleza de este virus. Para mí lo más bonito es cuando la gente te agradece el trabajo que estamos haciendo, nos brindan la bendición y nos piden que nos cuidemos. Para los estudiantes extranjeros esta pesquisa es voluntaria, pero en esos momentos te das cuenta que nuestro trabajo es muy importante y que la población está consciente de eso y que no importa cuantas puertas tengamos que tocar, ni cuantas veces tengamos que gritar buenos días, hacemos esto porque el país nos necesita y lo hacemos con mucho orgullo.

¿Tienes miedo de contagiarte? ¿Te sientes segura?

- Creo que, en estos momentos, dada la situación del mundo, lo anormal sería no tener miedo. Claro que siempre hay un poco de miedo, porque cuando uno toca una puerta no sabe lo que pueda encontrarse. Pero trato de enfocarme en las cosas que sí puedo controlar, que es seguir las medidas de seguridad establecidas por el MINSAP y también por la OMS. Me siento segura porque sé que Cuba ha enfrentado situaciones mucho más difíciles y han salido victoriosos. Como decimos nosotros, los cubanos con la salud no juegan y de eso estamos seguros, porque lo vivimos cada día.

¿Cuáles son los desafíos de la medicina cubana ante el coronavirus y en general?

- Definitivamente el mayor desafío que enfrenta la medicina cubana ahora y en general es la escasez de medicamentos y medios de protección debido a las sanciones económicas por el gobierno de Estados Unidos. A veces los medicamentos ‘se pierden’, como dicen los cubanos, y complica mucho el tratamiento que llevan los pacientes. Pero su mejor recurso es las medidas de prevención y el compromiso de los profesionales de salud. Ellos han demostrado que con muy poco se puede hacer mucho y confiamos que esta vez sea igual.

¿Cómo ha sido la experiencia de ser una estudiante de medicina en Cuba?

- Es un sentido bonito de pertenencia a un proyecto mucho más grande que mi persona. El proyecto ELAM fue un sueño realizado del comandante Fidel, de extender la solidaridad del pueblo cubano con jóvenes de diferentes países del mundo, y yo he sido bendecida con esta oportunidad. Tengo mucho que agradecerle al pueblo cubano de poder realizar mi sueño de ser médico y poder regresar a Puerto Rico libre de deudas, para así poder implementar el tipo de medicina comunitaria que nos han enseñado aquí.

¿Tomaste la decisión correcta al venir aquí? ¿Por qué?

- He pasado momentos bien difíciles desde que llega a Cuba. Desde acá me tocó vivir el paso del Huracán María y el no tener ningún contacto con mi familia por dos semanas. Me ha tocado vivir la muerte de varios familiares y más recientemente los terremotos que vivió mi pueblo de Guánica y toda el área sur. A pesar de eso, siempre he estado convencida que tomé la decisión correcta. Me aferro a lo que dijo el comandante Fidel Castro en su concepto de Revolución: ‘defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio’. Han sido muchos sacrificios para estar aquí, pero estoy convencida que aquí seré un médico más humanista, más solidario, lista para enfrentar la difícil situación de salud que vive Puerto Rico.

¿Algo que Puerto Rico pueda aprender de la experiencia cubana?

- En cuanto a enfrentar el coronavirus, la clave está en realizar las pruebas, aislar a las personas sospechosas e identificar los contactos de esas personas. Acá es mucho más fácil, porque hay un sistema de salud pública que está muy bien organizado desde las diferentes comunidades. Nosotros debemos luchar por rescatar nuestro sistema de salud, para así poder enfrentar este tipo de situaciones que desafortunadamente serán más común cada día.

Ishaira sabe y reconoce que el sistema de salud cubano no es perfecto, que le faltan recursos, que no tiene lujos ni excesos. Pero defiende la idea de que Puerto Rico acepte algunas de las cosas positivas que entiende tiene Cuba.

“Quisiera que Puerto Rico supiera que acá hay un pueblo muy solidario con Puerto Rico. Que la gente se alegra cuando digo que soy puertorriqueña y que saben mucho sobre los lazos históricos que nos unen como pueblos hermanos. Cuba se ha mantenido fiel en defensa de los reclamos del pueblo puertorriqueño y es hora de que nosotros empezamos a conocer un poquito más de la realidad cubana en su actualidad y luchemos en conjunto para enfrentar las dificultades que nos tocará vivir como islas caribeñas en esta era del cambio climático. Tenemos mucho que aprender”, concluyó.

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