Manuel E. Yepe - Granma.- Hace unos 40 años, el doctor Baudilio Castellanos, un colega que se desempeñaba como embajador de Cuba en Francia, me contó que, algunos días antes, en medio de una recepción de la mayor solemnidad, fue llamado a un encuentro privado por el presidente Charles De Gaulle. Una vez a solas con el mandatario galo, en un pequeño salón del Elíseo, anexo a la gran sala donde transcurría la ceremonia protocolar, el general De Gaulle le explicó: "En realidad no lo he llamado para algo importante, solo que me gusta ver la cara que ponen los americanos cuando saben que hablo con un cubano". Yo mismo, por mi experiencia en el desempeño de funciones diplomáticas durante la década de los años sesenta, puedo dar fe del motivo de burla que constituían, en diversos cuerpos diplomáticos, la supervigilancia y los reproches de algunos diplomáticos estadounidenses —no todos, por cierto— sobre sus colegas latinoamericanos, cuando les veían charlando con un cubano.
En buena parte de esa década, los gobiernos de América —excepto los de México y Canadá— habían sido obligados por Washington a romper sus relaciones con Cuba, pero la mayoría de los diplomáticos latinoamericanos expresaba privadamente su objeción a la servil medida. Así lo hacían saber a sus colegas cubanos y no pocos procuraban mantener los vínculos amistosos a nivel privado, a escondidas de los estadounidenses.
Y quien quiera confirmar que esta increíble obsesión aún persiste, le sugiero informarse de la gran cantidad de aprovechados que en el mundo logran de Washington jugosas recompensas con apenas un gesto inamistoso hacia Cuba que puede ser un escrito, una declaración, un voto oportuno, un dictamen en cualquier contencioso o incluso una simple mueca hostil en un lugar apropiado.
Estas situaciones pueden presentarse a nivel de gobernantes en ejercicio y también en políticos o partidos de gobierno u opositores en cuya actuación se nota el deliberado propósito de agradar al gobierno de Estados Unidos más que el de expresar alguna posición política con relación a Cuba. Las acciones de este tipo, generalmente, se evidencian por la asimetría entre los hechos y el gesto hostil, o porque no se aplican en similares circunstancias a otros países.
He conversado con amigos extranjeros que aseguran que ya no se sorprenden porque en los medios de prensa de sus países, de pronto, sin motivo aparente, comiencen a proliferar artículos y programas que dibujan una imagen satánica de Cuba, en sentido general o en algún aspecto específico.
A modo de ejemplo de la extrema distorsión, podría citarse un extenso artículo de reciente publicación en Miami (El rompecabezas cubano, Atrapados en el presente, The Miami Herald \ El Nuevo Herald, 16.05.2007.), que refiere un rosario de catástrofes que un equipo de sus periodistas dice haber hallado en Cuba en días recientes. Cuando Cuba exhibe logros en sus condiciones de vida, a medida que emerge de la crisis de los noventa sin hacer concesiones al neoliberalismo y no obstante la ausencia de sus labores habituales de dirección del presidente Fidel Castro —quien convalece de una delicada intervención quirúrgica—, el cuadro tragicómico que presenta el trabajo periodístico mencionado haría estallar de indignación a cualquier visitante extranjero honesto que observe la realidad.
"Lo que ocurre es que ya nadie escribe contra Cuba hasta que no le paguen, ni siquiera sus enemigos más jurados", me comentaba un amigo extranjero.
Es sabido que el gobierno de Estados Unidos, desde hace 48 años, invierte cuantiosos recursos en una guerra virtual contra la revolución cubana, a fin de evitar que el ejemplo independentista de la isla se extienda por América Latina en detrimento de su dominio neocolonial. Este esfuerzo de Goliat contra David incluso se intensificó al término de la guerra fría.
En la actualidad, Estados Unidos dedica cada año no menos de 35 millones de dólares, aportados por los contribuyentes de ese país, para atacar a Cuba en el terreno de la información, al margen del bloqueo económico, las agresiones terroristas encubiertas y las amenazas militares que obligan a este pequeño país del tercer mundo a destinar buena parte de sus escasos recursos materiales y humanos a la defensa de su soberanía.
Durante muchos años, los embates estadounidenses contra Cuba se organizaban de manera más o menos subrepticia por conducto de los cuerpos de inteligencia y seguridad. Pero hace varios años, especialmente a partir del reino neoconservador que se consolidó con la administración de Ronald Reagan, se hicieron cada vez más desembozados los planes contra Cuba y comenzaron a ser parte esencial de ellos la publicidad de los presupuestos para pagar todo tipo de contribuciones.
Si bien la mayor parte de los fondos gubernamentales asignados a programas "anticastristas" se distribuye por medio de contratos sin subasta, que van a parar a la industria anticubana que prospera en Miami, Washington, Madrid, Europa oriental y algunas capitales de América Latina, una pequeña parte sirve para remunerar en Cuba a sus "disidentes" locales, paradójicamente encargados a veces de papeles protagónicos.
Así, medios de prensa estadounidenses revelan sin pudor las cifras de la financiación del gobierno estadounidense a las organizaciones europeas "anticastristas". Se trata de cantidades millonarias que inyectan a través de la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy o NED), organismo creado por el gobierno de Ronald Reagan en un periodo en el que no cesaban de salir a la luz escándalos de la CIA, a fin de contar en la sociedad civil con un organismo con fachada adecuada para asumir de forma legal lo que mediante acciones encubiertas tenía a su cargo la tristemente célebre agencia. (The New York Times, 31 de marzo de 1997: "la NED fue creada hace quince años para llevar a cabo públicamente lo que ha hecho subrepticiamente la CIA durante décadas¼ apoyar partidos políticos, sindicatos, movimientos disidentes y medios noticiosos en docenas de países¼ ".)
En las dos últimas décadas, la NED distribuyó casi 14 millones de dólares para apoyar programas de "promoción de la democracia en Cuba", desde Estados Unidos, Europa y Latinoamérica.
Además de la NED, Estados Unidos utiliza para sus acciones contra Cuba a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), cuyas donaciones tienen como destinatarias generalmente a entidades creadas o costeadas por organizaciones estadounidenses, aunque últimamente también ha estado destinando fondos a iniciativas internacionales.
El Grupo Internacional para la Responsabilidad Social Corporativa, creado recientemente en España con filiales en Europa y América Latina, para hostigar y disuadir a las empresas europeas a fin de que no inviertan en Cuba, recibió más de 200 000 dólares en su primer año de labor.
Otro denominado Directorio Democrático Cubano, con filiales en México y Argentina, que realiza actividades en varios países de Latinoamérica y Europa, ha recibido desde el 2004 más de seis millones de dólares, por intermedio de la USAID y la NED. Se dedica a financiar manifestaciones de protesta ante misiones diplomáticas cubanas, entre otras acciones propagandísticas.
Uno de los directores de la organización no gubernamental Diálogo Interamericano, "tanque pensante" con sede en Washington D.C., reconoció en una entrevista con la Associated Press que estas campañas no tienen impacto alguno en Cuba, pero que las transferencias millonarias del gobierno de Estados Unidos a los grupos "anticastristas" europeos les permiten sobrevivir en países como la República Checa, Suecia y España, para ejercer presión sobre las políticas de sus gobiernos hacia Cuba. (Pascual Serrano, Cómo financia el gobierno de Estados Unidos al anticastrismo europeo, Rebelión, 23.12.2006.)
En cuanto a los fondos destinados a remunerar la labor de los "disidentes" para que les sigan el juego en la isla, los contribuyentes estadounidenses, que son en última instancia quienes aportan el dinero, tampoco han tenido buenas noticias. Una reciente auditoría del Congreso estadounidense que analizó 65 millones de dólares de gastos para este fin que hizo la USAID entre 1996 y el 2005, halló que buena parte de esos fondos se gastaron en juegos informáticos Nintendo y PlayStations, suéteres de cachemira, carne de cangrejo, chocolates finos, abrigos de cuero, bicicletas de montaña, y otras exquisiteces aparentemente no consentidas.
La política de Washington hacia la isla está sujeta a obcecaciones cada vez más distantes de la objetividad, como se ha visto con el Plan Bush. Han llegado a distorsionar de tal manera la verdad que hasta la comunidad de inteligencia estadounidense se confiesa maniatada por un ambiente político que premia solo a quienes dicen al gobierno lo que este quiere oír sobre la realidad cubana.
Lo concreto es que, luego de casi medio siglo de hostilidad manifiesta, Washington sigue obsesionado con la idea de derrotar a este "mal ejemplo" que es la revolución cubana y no encuentra más cómplices que a los que paga.
*Manuel E. Yepe Menéndez es profesor en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales.