Como es bastante conocido, en 1878 se inicia oficialmente en Cuba la primera temporada de béisbol, segunda en el mundo (En Estados Unidos se inicia en 1876) y pese a algunos contratiempos internos que contribuyen a deslucir tan fastuoso evento cultural, la pelota continúa con su impetuoso avance en el tiempo y el corazón de los criollos.

Recuerden que muchos peloteros, comprometidos con la causa de la independencia, dieron sus vidas o guardaron prisión por sus ideales. Ello provoca que no se realicen las temporadas de 1880-1881, 1883-1884, 1894-1895, 1895-1896 y 1896-1897, estas últimas por la guerra de independencia y la de 1933-1934 por los acontecimientos políticos que convulsionan el país. No se terminan por idénticos motivos las de 1881-1882, 1897-1898 y 1930-1931.

Estos hechos, sin embargo, no causan desaliento ni rebajan el nivel profesional alcanzado por los peloteros quienes continúan perfeccionándose en el arte de las bolas y los strikes. Otros se inician en el camino recorrido por sus antecesores y comienza a formarse un fuerte movimiento comparable o superior a cualquier otro en el mundo.

En el año 1936 se realizan los primeros pasos para concretar, al igual que en otros países como Estados Unidos, México y Venezuela, la forma de reconocer y recordar a los que más se destacan y en Cuba un grupo de especialistas, entre los cuales se destacan periodistas deportivos como Pepe Conte, quien escribe la columna Con la Punta del Bate en el periódico vespertino El País, acuerdan elegir a los diez mejores peloteros que merezcan la notoria distinción de ser los más destacados del béisbol cubano.

El 26 de julio de 1939 se instaura definitivamente El Salón de la Fama del Béisbol Cubano y ese propio año se nombran por unanimidad a los integrantes de la primera decena de inmortales de la pelota cubana: Luis Bustamante, José de la Caridad El Diamante negro Méndez, Antonio María "El Inglés" García, Gervasio "Strike" González, Armando Marsans, Valentín "Sirique" González, Rafael Almeida, Cristóbal Torriente, Adolfo Luján y Carlos "Bebé" Royer.

En los años subsiguientes hasta 1961 (excepto en 1947 y 1952) se escogen entre uno y cinco peloteros cada vez, para un total de 68 integrantes. Para ello se toman en consideración sus hazañas de manera integral en el terreno de juego.

El 21 de octubre de 1939, el entonces titular de la Dirección Nacional General de Deportes (DGD) Jaime Mariné, devela una tarja en el Estadio La Tropical, hoy Pedro Marrero, con los nombres de los diez primeros elegidos. El acto cuenta con la presencia de los implicados en la realización de tamaño acontecimiento: el Dr. Rogelio Valdés Jorge (exaltado en 1946), Agustín "Tinti" Molina (exaltado en 1942), Alfredo Suárez y Antonio Conejo, todos vinculados a la estructura vigente de la pelota cubana de entonces.

En la tarja puede leerse la siguiente inscripción: "Salón de la Fama del Baseball Profesional de Cuba. Relación de los players que han sido seleccionados como INMORTALES DEL BASEBALL y que han merecido este justo reconocimiento por su destacada labor, manteniendo un imperecedero recuerdo de lo que fuera este deporte" y a continuación los nombres de los arriba mencionados.

La tarja conmemora a aquellos que sobresalen entre los primeros que se incorporan al preferido pasatiempo nacional de millones de cubanos. Año tras año el registro se alarga con nombres como Emilio Sabourín (1941), Alejandro Oms (1944), Wenceslao Gálvez (1946), Nemesio Guilló (1948), Martín Dihigo (1951) [en la foto], Adolfo Luque (1958), Lázaro Salazar (1959), y otros famosos entre los iniciadores del béisbol cubano, hasta llegar a 68.

La lista ha quedado trunca en nuestro país. Esperamos que la historia continúe su curso y se elijan definitivamente a todos los de aquella época que deben conformarla y continuar la relación con los mejores de la pelota revolucionaria, ya que hoy somos lo que ellos ayer fueron. La continuidad también existe en la pelota.