Orlando Cruzata. Foto: Tomada de Suena Cubano.
Oscar Figueredo Reinaldo
Cubadebate
Orlando Cruzata se llena de entusiasmo al hablar de la industria del videoclip cubano, un ámbito que ha ayudado a forjar durante 28 años a través del Proyecto Lucas. Es evidente, incluso detrás de sus lentes oscuros, que disfruta profundamente cada momento de conversación sobre su trayectoria. Ha dedicado casi tres décadas a cultivar una cultura estética en el público cubano, a formar nuevas generaciones de realizadores y a ofrecer al país auténticas obras de arte audiovisual.
No es un simple paso del tiempo: 28 años han estado marcados por sueños, desafíos y obstáculos superados. Cruzata y su equipo han navegado por un mar de retos para garantizar que cada elemento de esta gran celebración del videoclip cubano alcance a su audiencia. Los premios, el programa de televisión, las emisiones radiales, la revista impresa, el Lucasnómetro y las giras nacionales son solo algunos de los desafíos que se renuevan constantemente, semana tras semana, mes tras mes, año tras año.
En este marco, Orlando también aborda un tema que, aunque polémico, resulta fundamental: el reparto. Este fenómeno ha suscitado debates y reflexiones, cargando consigo una dimensión cultural que merece ser explorada.
—Orlando, cuéntame, ¿cómo nació el Proyecto Lucas?
Los Lucas nació en 1997, en un momento donde el videoclip cubano necesitaba un impulso. La idea era crear una plataforma para la promoción y difusión de este formato, que es esencial para la música. Siempre hemos defendido todo tipo de música, siempre que esté acompañada de un videoclip y se mantenga dentro de la política cultural del país.
— ¿Qué retos has enfrentado a lo largo de estos años?
Ha sido un camino lleno de desafíos. A lo largo de los años, han surgido diferentes géneros musicales que han sido, digamos, polémicos. Recuerdo bien las discusiones sobre el rock a finales de los 90, o el rap, que es un género de denuncia social. Como proyecto, tuvimos que asumir todas esas estéticas, siempre respetando las poéticas audiovisuales que cada uno aporta.
—¿Cómo se ha adaptado el proyecto a la evolución de estos géneros?
Es fundamental entender que un videoclip tiene dos creadores: el músico y el realizador. Ambos pueden coincidir o no en sus estéticas. A medida que las poéticas van evolucionando, nosotros también. Por ejemplo, como decía el investigador y crítico de arte Rufo Caballero, en la medida en que exista una democratización en los medios de comunicación masiva, y a la vez se democratizan los medios de producción audiovisual, como ha sucedido con las nuevas tecnologías —antes lo hacíamos con una cámara de cine, luego con videotape, y por lo general estas tecnologías estaban en manos de productoras estatales—, es propicio para que más personas se aventuren a crear un género musical o un audiovisual. Actualmente, con la masificación de estos medios, estas formas de producción, como las cámaras y los equipos de edición, están disponibles en cualquier computadora e incluso en un teléfono celular.
...un videoclip tiene dos creadores: el músico y el realizador. Ambos pueden coincidir o no en sus estéticas. A medida que las poéticas van evolucionando, nosotros también.
—Entonces, ¿cuál es el papel de los medios de comunicación en todo esto?
La televisión y los medios masivos deben validar esos productos. No se trata de estar en contra de lo que un ser humano decida expresar a través de un audiovisual. Son expresiones artísticas, como la pintura o la poesía. Al llegar a los grandes medios, lo que se debe respetar es la política de programación, que permite que estos contenidos lleguen a miles de personas.
—¿Y cómo ha cambiado la dinámica con la llegada de internet?
Con internet, muchos realizadores ya no dependen de la televisión. Pueden colgar sus trabajos en YouTube y, en una semana, alcanzar millones de visualizaciones. El videoclip ya no necesita de la televisión para ser visto, pero lo que sí hacen los medios es validarlo desde el punto de vista cultural y artístico.
Teniendo en cuenta todo lo que hemos hablado, cualquiera puede hacer un tema musical o un audiovisual. La clave está en ser muy cuidadoso a la hora de escoger qué se pone o qué no se pone. Es fácil decir que no, pero creo que es importante valorar el contexto, quiénes son los realizadores e incluso tener en cuenta la propia poética del realizador, porque de un tema mediocre puede salir un gran videoclip, o al revés. Por tanto, el análisis del videoclip debe ser más profundo.
Muchos de los que hoy son grandes realizadores del videoclip en el país quizás comenzaron haciendo lo que hoy podría evaluarse como mediocre. Sin embargo, se les dio la posibilidad, se estrenaron en la televisión y poco a poco se desarrollaron y fueron reconocidos.
—Hablando de calidad, ¿cómo manejan las letras polémicas en los videoclips, especialmente en géneros como el reguetón o el reparto?
Ah, el reguetón. (Rie)
Como te comentaba hace un rato, han existido varios géneros que podríamos calificar como polémicos, como el rock, el rap e incluso la timba, que tenían letras controvertidas. Pero este no es un fenómeno nuevo. Si leemos sobre temas de la trova, también fueron “censurados” por lo que decían en su momento y luego han sido desclasificados.
Lo que sí hemos defendido como proyecto es la parte estética y creativa del videoclip. En los años 2011, 2012 y 2013, el dominio fue de Los Ángeles, por ejemplo, con un pop-house que luego derivó en marcas de reguetón, lo que fue bastante polémico.
Cuando llegamos al reguetón, las letras eran y son muy polémicas. Muchas veces no se trataba solo de la estética, sino de las letras que traían esos temas. Otro elemento que llamaba la atención era la forma de realización, que sexualiza mucho a la mujer y expone un nivel de vida falso que no se relaciona con nuestros referentes. Todo esto nos dio la posibilidad de conversar con los productores de estos temas, ya que había una urgencia y necesidad de ellos de exponer esos videoclips en la televisión, y había que llegar a un acuerdo.
Recuerdo que hicimos varias reuniones en las que quedó claro varios elementos: primero, que las letras no podían ser esas si querían salir en la televisión; y el segundo paso era que las realizaciones tenían que ser superiores, porque hasta ese momento los videoclips eran de baja calidad.
—¿Y eso cómo ha impactado la industria?
A partir de esas conversaciones, muchos productores entendieron que debían invertir en realizadores con mayores conocimientos de edición y fotografía, que tuvieran buen gusto. Así, aproximadamente después del año 2015, empezaron a aparecer en estos videoclips de reguetón realizaciones notables que lograban una mejor factura en términos de fotografía, historia, etc. Esto es un punto a favor del reguetón y luego de la música urbana. Hoy podemos decir que hay muchos videoclips del llamado reparto que están muy bien realizados, con excelente fotografía y edición, e incluso con un dominio de la tecnología digital.
Esto también tiene que ver con las dinámicas actuales de distribución, donde redes sociales como YouTube tienen gran preponderancia. ¿Qué objetivo tiene un programa de televisión hoy que pone videoclips? Pero, como ya dijimos, su papel es de validación cultural; es decir, esto vale la pena, aunque tus gustos no te convenzan por la letra, pero te das cuenta de que detrás de eso hay un fotógrafo o un buen editor.
Rufo siempre me decía una cosa: “los verdaderos procesos culturales incluyen, no excluyen”. El que quiera hacerlo es su derecho, pero los verdaderos proyectos culturales no pueden excluir. Siempre tratemos de sumar al proyecto a quien quiera participar.
Por supuesto, no vamos a admitir que nadie hable mal de la revolución en la televisión, es parte de nuestra política cultural, así como tampoco se debe denigrar a la mujer, a un homosexual o a otra persona que tenga otra inclinación religiosa.
—¿Y cómo percibes la evolución de la sociedad en relación con estos nuevos géneros?
Todo esto que ha traído el reparto, con ese lenguaje ronco y marginal —que siempre ha existido—, ha hecho que la sociedad se vuelva más tolerante. Antes, si alguien decía una mala palabra en una guagua, siempre había alguien que decía: “respete, por favor”; había un apoyo colectivo para criticar esas actitudes. Sin embargo, móntese ahora en una guagua. Usted oye un tema de reguetón obsceno, donde las malas palabras son las más sonadas, y hay gente que lo disfruta, mujeres incluidas.
Ahí percibimos cómo la sociedad ha sido más tolerante ante una ética, una forma de ser que antes no era admisible. Entonces podemos decir que esa forma de ser, esa forma de decir, y esa estética que imponen hoy estos nuevos géneros musicales se han hecho populares porque la sociedad lo permite.
Así como la rumba tenía su lenguaje, cuando surge en los barrios marginales de Centro Habana, en Matanzas, etc., o la timba, que recoge ese lenguaje urbano, así mismo es el reparto.
Rufo siempre me decía una cosa: “los verdaderos procesos culturales incluyen, no excluyen”. El que quiera hacerlo es su derecho, pero los verdaderos proyectos culturales no pueden excluir. Siempre tratemos de sumar al proyecto a quien quiera participar.
—¿Cómo se posiciona el reguetón en el contexto cubano?
Debemos tener en cuenta, además, que el reparto tiene mucho que ver con nuestro carácter, con nuestro ADN, incluso con ritmos africanos. El reparto sí es cubano; el reguetón no. Este último surge en Panamá y Puerto Rico.
Debo agregar que toda esa visualidad que han logrado los realizadores del reparto es sumamente interesante. Es cierto que algunos siguen con estigmas sexuales y un falso criterio del éxito, exponiendo estilos de vida que nos son ajenos; pero la mayoría ha ido creando realizaciones que valen la pena que la gente vea.
Y ese es el gran reto de Los Lucas: asumir todas las realizaciones que se hagan mientras estén dentro de la política cultural, con todos los riesgos que eso conlleva. Tenemos además los videos de autor, que son mucho más atrevidos que los del reparto, porque tienen un lenguaje muy disruptivo.
—¿Y cómo ves la visualidad en los videoclips del reparto?
Es sumamente interesante. Aunque algunos siguen con estigmas y una visión distorsionada del éxito, la mayoría ha creado realizaciones que realmente valen la pena. Este es un gran reto para Los Lucas: asumir todas las realizaciones que se hagan, siempre dentro de nuestra política cultural.
—Para finalizar, ¿cuál es el gran reto que enfrenta el Proyecto Lucas hoy en día?
El reto es mantener la calidad y la inclusión. Hoy, los videoclips de autor son más atrevidos y disruptivos, lo que enriquece aún más nuestro panorama audiovisual. Queremos seguir siendo un espacio donde se valide la creatividad y se respete la diversidad.