Gabriela Milena Padrón Morejón - Revista Mujeres.- «Cuando las sociedades empoderan a las mujeres y las niñas para que ejerzan autonomía sobre sus vidas y sus cuerpos, tanto ellas como sus familias prosperan (…) El efecto en cadena redunda en un mejor mundo, más inclusivo, preparado para hacer frente a los cambios demográficos que depara el futuro».


Estas palabras forman parte de la declaración que el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) realizó este 11 de julio, Día Mundial de la Población, fecha que el presente año estuvo dedicada a promover acciones para alcanzar la igualdad de género bajo el lema "Lo que las mujeres y las niñas quieren importa".

Tomando en cuenta el objetivo de esta celebración en 2023, resulta pertinente analizar otros indicadores que inciden en el bienestar de mujeres, adolescentes y niñas (quienes representamos el 49, 7% de la población mundial): la fecundidad y la natalidad.

Investigaciones recientes de la UNFPA exponen datos globales que demuestran un crecimiento de la tasa poblacional durante 2022, cuando reportaron la existencia de 8.000 millones de personas en el mundo.

La lectura superficial de la cifra podría dar a entender que las dinámicas demográficas favorecen a los indicadores antes mencionados, pero lo cierto es que exponen otra problemática mucho más compleja: la que reduce el cuerpo de las mujeres a un campo de batalla político y niega a la mitad de la humanidad su derecho a la autonomía corporal.

«La universalización de la salud y los derechos sexuales y reproductivos es la base de la igualdad de género, la dignidad y las oportunidades. No obstante, más del 40% de las mujeres del planeta no pueden ejercer su derecho a tomar decisiones tan trascendentales como la de tener hijos o no», declaró la misma organización.

 

Porque sí, para hablar de estos temas debemos referirnos a cuestiones inherentes a las mujeres, como las capacidades reproductivas y los roles que estamos dispuestas a desempeñar en la sociedad actual.

Lo que queremos las mujeres ¡es importante!

La Organización de Naciones Unidas (ONU) refirió en uno de sus informes que en el pasado reciente se han registrado cambios notables en las tasas de fecundidad y en la esperanza de vida en el planeta.

A comienzos de la pasada década del setenta, las mujeres tenían una media de 4,5 hijos cada una; en 2015, la fecundidad total mundial había caído hasta unos 2,5 hijos por mujer. Mientras tanto, la vida media de una persona creció de 64,6 años a comienzos de la década del noventa, hasta 72,6 años en 2019.

Estas cifras guardan relación directa con el empoderamiento de las mujeres, adolescentes y niñas a través de la educación y el acceso a métodos anticonceptivos modernos, lo que a su vez contribuye a respaldar nuestras aspiraciones, permitiéndonos elegir el estilo de vida que deseamos.

Si bien este enunciado también enarbola los discursos de ordenaciones de alcance mundial, como la ONU y sus agencias, en 2022 casi la mitad de las mujeres en 57 países en desarrollo no tenían el derecho a decidir si querían tener relaciones sexuales con sus parejas, usar anticonceptivos o buscar atención sanitaria.

El Informe sobre el Estado de la Población Mundial 2023 refiere que en los 68 países facilitadores de datos sobre la materia, 44% de las mujeres con pareja, niñas y adolescentes que viven un embarazo/unión/matrimonio infantil forzado, no ejercen plenamente su autonomía para tomar decisiones libres e informadas sobre su propio cuerpo, sexualidad y afectividad, en lo relativo a las relaciones sexuales, el uso de anticonceptivos modernos y el ejercicio pleno del derecho a la salud, incluyendo los derechos sexuales y derechos reproductivos.

La realidad que aquí se expone ha incidido en la comprensión de las tasas de fecundidad y natalidad durante los últimos años, puesto que en la mayoría de los casos la fecundidad deseada de las mujeres y la real no coinciden.

En este sentido, el aumento o descenso de la natalidad se traduce en carencias de las libertades reproductivas de las mujeres, abriendo campo de análisis sobre condicionantes mucho más complejas, como el embrazo no deseado y su incidencia en el desarrollo pleno de la mujeres, adolescentes y niñas como entes activos de la sociedad.

Resulta importante tener en cuenta que la mayoría de los embarazos no intencionados se producen en la adolescencia y muchos de estos procesos gestacionales terminan en un hijo o hija nacidos durante la niñez.

Como colectividad mundial, hemos de garantizar que todas las personas puedan tomar decisiones relativas a su salud sexual y reproductiva sin ser objeto de discriminación, coacción o violencia.

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