Por Lorenzo Gonzalo*/Fotos Virgilio Ponce - Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad.- El fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos, no resuelve la crisis de salud que confronta el país. No tenemos una verdadera Ley de Salud y para alcanzar ese objetivo tendremos que agarrar al toro por los cuernos.


Entre otras cosas el asunto no es solamente crear medidas sueltas para prevenir enfermedades, sino legislar reglamentos que consideren las muchas irresponsabilidades en las cuales incurrimos, por vivir en un estilo de vida impuesto por las circunstancias, las cuales son causantes de enfermedades múltiples.

Prohibir a las aseguradoras rechazar a un cliente por padecer determinada enfermedad crónica, por razones de sexo o establecer límites a la cantidad de dinero que una persona debe gastar para curarse, es un gran avance. Pero parejo con esto hay una serie de consideraciones que deben ser estudiadas con sumo cuidad. Entre ellas, es importante conocer los hábitos de vida que provocan enfermedades, muchas irreversibles como el cáncer. Si no se establecen reglas que tengan presentes las enfermedades derivadas de la gordura, para poner un ejemplo o el uso del cigarrillo para señalar otro, y aparejadamente no se implementan medidas para atajar las acciones irresponsables de una industria orientada solamente por el afán de aumentar sus utilidades con absoluto desprecio de las consecuencias sociales que causan sus productos, nada se habrá logrado a plenitud.

Inmediatamente que la Corte Suprema falló a favor del derecho del Estado para exigir que todo ciudadano debe poseer seguro médico, Obama le dio la bienvenida al fallo y dijo que en lo adelante todo sería cuestión de hacer ajustes para mejorar el sistema. En realidad la solución requiere algo más que simples ajustes.

La famosa Ley de Salud es solamente eso: un nombre, pero en realidad no representa un triunfo que asegure a los ciudadanos liberarse de los abusos de las aseguradoras.

Cuando Obama les prometió a estas compañías que ganarían más dinero con una Ley de Salud que obligase a todos los ciudadanos a comprar sus seguros, renunciaba a su convicción de que solamente con un proveedor único es posible establecer un seguro universal.

En estas batallas sangrientas por alcanzar la Presidencia de Los Estados Unidos, dentro de un sistema partidista que refleja el fraccionamiento de un Poder Único, tal como hemos señalado en otras oportunidades, los símbolos y los estereotipos, son el instrumento esencial de la campaña.

Para muchos partidarios del Partido Demócrata y otros muchos buenos ciudadanos, donde no están excluidos los republicanos, el país tiene por vez primera una Ley de Salud. Eso es lo que cuenta para la campaña y es el tema explotado en las elecciones, en las discusiones de café y en las visitas familiares o amistosas.

Pero la realidad es otra.

Si bien es cierto que sicológicamente las personas cambian su modo de pensar en muchos aspectos, cuando constatan que el Congreso ha aprobado una supuesta “Ley de Salud” y el mundo no se derrumba, también lo es el trabajo de zapa que los conservadores, liderados por las compañías de seguro, las farmacéuticas, los médicos y los ortodoxos que viven fanatizados con los cuentos de la individualidad, la empresas privadas, el rechazo mecánico de todas las cosas que provienen del Estado y otras deformidades del pensamiento, harán una labor sistemática, pertinaz, militante, por derrumbar el símbolo.

De lograr esto último, todo el andamiaje se vendría al piso.

Por su parte, quienes requieren del seguro médico, que son la mayoría ciudadana, estarán sumidos en el falso éxito de poseer una Ley de Salud, interpretando la misma sin siquiera conocer sus interioridades.

Entre otras cosas, algo parecido a la Ley llamada “Affordable Care Act”, ya existe en el estado de Massachussets, aprobada precisamente durante la gobernación del el aspirante republicano Mitt Romney, la cual ha provocado un alza de las primas y de los pagos personales que los clientes deben abonar cuando realizan una visita médica. También han ocurrido aumentos en la penalidad (la Corte llama impuesto a esta penalidad) que el ciudadano debe pagar si no posee seguro.

Además de lo señalado y de múltiples dificultades que presenta el cumplimiento de las muy conservadoras normas incluidas en la Ley, habría que ver cuán gigantesco deberá ser el aparato burocrático para supervisar su cumplimiento por parte de la variada gama de aseguradoras envueltas en el convite.

Desgraciadamente el país no cuenta con una sociedad civil para enfrentar una lucha social encaminada a soluciones viables en asuntos como estos.

Son las instituciones creadas por las grandes corporaciones, compuestas por los profesionales de la medicina y de las farmacéuticas, como también por las asociaciones integradas por directivos y empleados desinformados de menor nivel técnico de esas aseguradoras, quienes componen un supuesto sector de “sociedad civil”, quien se encargará de la “noble tarea” de desmontar ese primer intento de una Ley realmente democrática.

Nos han adoctrinado en un mundo de irrealidad, donde nos hacen creer que un puñado de profesionales reunidos en una asociación, constituyen la famosa “sociedad civil” o que un sindicato regulado por las propias corporaciones o maniatadas por el entramado de un Estado que no está al servicio de las mayorías, es parte de esa “sociedad” milagrosa.

En realidad no hay una sociedad civil en el sentido de instituciones verdaderamente independientes, capaz de representar a esa ciudadanía que progresa o se empobrece dentro de las relaciones de su entorno. Esto hace difícil que la lucha por el tema de la salud pueda progresar con efectividad y que la gente no se deje confundir con las dificultades que los conservadores le señalan a una Ley de esa naturaleza.

Los conservadores, entre otros argumentos de salón, aducen que seguros regulados por el Estados obligará a los asegurados a largos días de espera para ser atendidos. Sin embargo, no dicen que esa espera es común en el sistema actual que ellos defienden, donde solamente los privilegiados, con la riqueza suficiente para afrontar las millonarias primas de un seguro médico privado, están exentos de semejantes esperas.

Confiemos en la habilidad discursiva de Obama para movilizar a esos millones de voluntades que no cuentan con una verdadera sociedad civil para hacer valer sus preocupaciones, sus inquietudes y para buscarle soluciones a sus carencias.

Por lo pronto solamente contamos con una Ley que traducida al español se titularía “Ley de Cuidado a la Salud a Bajo Costo” o quizás “Ley de Costo Asequible para el Cuidado de la Salud”, pero no tenemos una Ley de Salud en el real sentido de la palabra.

De no reformarse la reciente Ley, seguiremos enfrentando grandes dificultades y en algunos casos tendremos que lidiar con mayores problemas que los que hemos tenido hasta los días de hoy.

Esperemos para ver qué enseñanzas recibe la población de todo esto.

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU. Subdirector de Radio Miami

Fuente original: Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad

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