Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad.- Los glosarios ideológicos y los estereotipos que a partir de ellos se originan, estorban a la hora de administrar un Estado y tomar las decisiones urgentes que su ejercicio requiere. Pero en su sentido más general, son guías imprescindibles que orientan para alcanzar metas y avanzar.


Hacemos mención del tema, porque en el debate presidencial entre el aspirante Mitt Romney y el actual Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama, éste último se olvidó de su pensamiento y permitió que Romney le impusiera sus propias reglas.

Los problemas de la Norteamérica del famoso sueño americano, van más allá de discutir cómo se administra una empresa, porque precisamente si de eso se tratara, la sociedad optaría por nombrar al frente del Estado a los jefes corporativos que han logrado hacer exitosos sus negocios.

Los problemas del país han sido denunciados por Obama en múltiples ocasiones, a través de un lenguaje a veces directo y otras de manera subliminal.

Pero sucede que en este debate, el discurso quedó sepultado, porque el Presidente se puso a la altura de un representante genuino y absolutamente convencido del sistema fallido que condujo a la crisis económica y social que se declaró en el año 2007.

Las personas esperaban de Obama una continuidad de sus planteamientos.

Sus seguidores no querían escucharle decir: “vamos a arreglar lo que tenemos”, sino “vamos a cambiar lo existente”, tal como lo expresara en su primera campaña electoral y en la noche de su triunfo.

No significamos con esto que los estadounidenses sepan o entiendan la profundidad de la crisis y la necesidad de reformas sustanciales que demanda el buen camino de esta sociedad.

En la época del Presidente Roosevelt el sistema cobró un corte ligeramente social. Pero en su devenir, el sentido de individualidad y la explosión tecnológica y productiva, bajo una dirección esencialmente personal, volvió a torcerlo, conduciéndolo hacia el abismo y frenando la solución de muchas de las problemáticas comunitarias.

Ese abismo lo confrontamos hoy. No sólo en Los Estados Unidos de Norteamérica, sino globalmente.

Obama salió electo en las elecciones del 2008 porque en su discurso la gente percibía una diferencia, un cambio.

No es que su posición necesariamente represente esa diferencia o que el mismo Presidente esté realmente convencido de ella, pero el mensaje implícito en sus inflamados discursos, lo insinúan y fue indiscutiblemente la razón de su triunfo.

La ideología puede ser muy perjudicial cuando se intenta implantar modelos basados en los pormenores derivados de sus estructuraciones inevitables, pero el sentido general, la esencia de la ideología no puede perderse. Para Romney eso estuvo claro, pero Obama no supo sostenerse.

La confrontación actual continúa siendo ideológica y es la misma planteada por los socialistas, reformistas y progresistas desde la segunda década del siglo XIX: se trata de lo social frente a lo individual. Póngale usted el nombre que quiera, pero esa continúa siendo la dicotomía confrontada por nuestros requerimientos administrativos de Estado. O lo individual se resuelve a través de lo social o lo social se alcanza a través de lo individual.

Obama ha representado para muchos un exponente de lo social y del cambio necesario, pero en este debate dicha posición palideció ante su insistencia de salvar mecanismos que ya no tienen la posibilidad de ser reparados. En Los Estados Unidos de Norteamérica, las personas no tienen dudas de que sus realidades requieren de una transformación.

Obama perdió la brújula, en el debate presidencial del Miércoles, 3 de octubre del 2012.

Las soluciones que intentó balbucear, recordaban en gran medida las del propio Romney, pero la gran diferencia es que éste último está convencido de ellas y Obama ha sido un pertinaz crítico del sistema. Esa contradicción no le permitió explicarse con su claridad habitual, dejando en el público de ambos lados, la impresión de un hombre débil. Por cerca de una hora dejó de ser la persona habituada a exponer ideas, muchas de ellas poco ortodoxas dentro del ambiente de capitalismo salvaje que se vive en esta región del mundo. Perdió un gran momento y no sabemos si podrá recuperarlo, porque no son previsibles las consecuencias del vacío que eso pudiera significar.

No vamos a decir lo que hubiéramos querido que dijera, pero nunca debió aceptar una discusión en los mismos términos de alguien cuyas propuestas son en realidad más de lo mismo, pero que preconizan consecuencias peores que en el pasado.

Los Estados Unidos de Norteamérica, como el resto de Europa y el mundo, requiere de cambios radicales. Obama lo ha insinuado durante su campaña antes de las elecciones del 2008 y en muchas ocasiones dentro de su mandato.

Las personas esperaban escuchar no solamente un discurso de igual contenido sino más radical, puesto que se trata de un segundo mandato, lo cual supone mayores márgenes para la improvisación. Su lenguaje debió haber sido directo y consecuente con lo dicho hasta hoy. Ni siquiera era aceptable en ese ambiente, la defensa absoluta de su reforma de salud, las limitaciones impuestas a Wall Street y a la banca y los impuestos al 1% de los multimillonarios del país. En realidad debió presentar esas políticas como pasos pálidos pero firmes, hacia la obtención de una sociedad donde la pirámide social alcance la capacidad de invertirse.

Por supuesto, la madurez del país, de su historia, del propio sistema que ha funcionado con la precisión de su tecnología, no deja espacio para anunciar una revolución durante su segundo término. Las realidades vividas por la humanidad de hoy, las experiencias alcanzadas por las fuerzas sociales en nuestros días, también niegan ese tipo de discursos. Las revoluciones no se anuncian, ellas se hacen por su propio peso una vez que el proceso evolutivo se encamina y es despejado de innecesarios tropiezos. La gente de Obama, sus seguidores y aun sus detractores, esperaban una continuidad de su pensamiento y una expresión más profunda, más clara y más crítica.

En ese debate, además de la opinión que acabamos de expresar, Obama debió denunciar la conducta económica de Mitt Romney la cual, para colmo, dista mucho de la filosofía defendida por el propio sistema que Romney representa y pretende vender.

El error en un debate público de esta naturaleza, para un hombre como Obama, con una larga experiencia como polemista agudo, no es explicable. Será acaso una táctica electoral o es solamente el show carnavalesco al que estamos acostumbrados en tiempos de elecciones?

Nos parece ridículo que así pueda ser. De todas maneras faltan pocos días para las elecciones de noviembre. Esperemos para ver qué nos deparan las próximas semanas.

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en los EE.UU.  y Subdirector de Radio Miami

Fuente original: Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad

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