Por */Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- El derrumbe de la URSS, trajo confusiones y aclaraciones para los procesos de cambio que se operan en el mundo. Especialmente para el pensamiento socialista que por ese modo salió del catecismo elaborado por la Revolución de octubre de 1917, permitiendo a los gobiernos con tendencias sociales, buscar soluciones más adecuadas a las realidades de la economía que conocemos, la cual nos ha conducido a los grandes adelantos científicos y tecnológicos de hoy.


Uno de los resultados del doloroso proceso que echó por tierra un proyecto que llevaba aproximadamente unos 70 años en funciones, fue comenzar a revalorar conceptos y prácticas. Entre las revaloraciones importantes encaradas por las llamadas izquierdas, tiene un lugar importante la revaloración del concepto “sistema”.

Inicialmente entendido por la izquierda como la erradicación total “radical”, de formas económicas surgidas luego de siglos de desarrollo, ha comenzado a entender como tal las formas de gobierno que prioricen lo social sobre lo individual.

Los procesos surgidos en Latinoamérica, donde gobiernos con criterios sociales llegan al poder, sientan bases para la formación de Poderes que estabilicen esas búsquedas y las soluciones finales que se plateen. La izquierda más racional e ilustrada se aleja de la idea del borrón y cuenta nueva planteada por la Revolución Rusa y que la China y el Vietnam revolucionario comienzan a superar, seguida al parecer por Cuba.

Las izquierdas se identifican cada vez más, con el criterio consistente en erradicar los aspectos que incentivan una asimétrica distribución de la riqueza, seguido por tasas impositivas a las ganancias de capital no reinvertidas. Dentro de esos dos extremos se hallan las políticas salariales de obligado cumplimiento; la limitación de bonos que desvían las ganancias al bolsillo de los ejecutivos principales; proporción razonable entre los salarios más bajos y los más altos de la empresa; políticas crediticias orientadas a la obtención de bienes duraderos tanto en lo particular como lo empresarial; políticas de precio orientadas a la realización de las mercancías y el incremento de su producción según sea el caso y ajena a las políticas relacionadas a la alternancia del poder; transformar la bolsa en un instrumento de inversión social, limitando su contenido bursátil y especulativo; acceso gratuito a la educación y la salud, con las limitaciones que determinen las circunstancias para evitar el mal uso de esos mecanismos; supeditando la aspiración de los candidatos a cargos públicos al número de personas que estén dispuestos a secundarlos como tales; haciendo que las políticas de campaña electoral sea financiadas con contribuciones ciudadanas, desligadas de las empresas y centros financieros; estableciendo cuotas de aparición en la prensa, tanto para aspirantes como gobiernos cuando se trata de asuntos relacionados con las elecciones para elegir candidatos.

Es un conjunto de medidas que al ser implementadas legislativamente y puestas en marcha, gradualmente lleva a un grado mayor de transformación social.

El discurso de que el “sistema será cambiado” no sólo es confuso, sino que responde a concepciones que probaron estar equivocadas. El conjunto de países que formaban el llamado Bloque Socialista, abarcaba un número de personas y territorio, proporcionalmente mayor, desde el punto de vista histórico y cultural, que el disponible por el llamado “mundo libre”. Y a pesar de eso colapsó. El primero porque las violaciones de la realidad no lo hacían posible y el segundo porque todavía contaba con los medios para hacer promesas y vender sueños, que poco a poco se han convertido en pesadillas o en grandes decepciones.

El único sistema es un gobierno capaz de transformar aspectos como los señalados, los cuales al entronizarse abrirían puertas al desarrollo y a una dirección de la economía que, aunque imprevisibles, supondrían dar resultados más justos a los conjuntos sociales.

En Estados Unidos estamos lejos de que políticas como las señaladas y otras que de mencionarlas abultarían demasiado un trabajo ya de por sí aburrido, sean aprobadas y puestas en marcha. De hacerlo el país entraría en un proceso de revolución, de lo cual está consciente Bernie Sanders, el único candidato que propone asuntos similares y quizás el único político con un sentido realista de las condiciones del país y genuinos sentimientos de honestidad pública.

Lo dicho no significa que los asuntos planteados no sean de la discusión pública en Estados Unidos. Incluso aspectos como la aspiración a la dirección pública sin la obligación de hacer un depósito personal en efectivo, sino a través de la recolección de firmas, ya existe. También se dan pasos, aunque pobres, respecto a la educación, la salud y los asuntos salariales. La diferencia estriba en que Sanders lo plantea como elemento de campaña y como política sostenida de gobierno.

Cualquier ofrecimiento para hacer una revolución, que se salga de estos límites, copiaría errores ya experimentados y proviene generalmente de personas que piensan que haciendo lo mismo pueden obtenerse resultados diferentes.

Nuevos estadios de Estado y economía, fueron planteados por Marx como resultado de un largo proceso evolutivo que hoy algunos economistas prevén. En primer lugar, para que estas cosas sucedan debe transformarse el sistema de cambio hasta el extremo de eliminarse el costo marginal y arribar a un sistema de trueque, salvando la distancia con sus formas originales. Eso ya viene sucediendo, impulsado por los mecanismos que se van imponiendo en esta época del internet. Algunos economistas prevén que tan cercano como los años cincuenta de este siglo, muchas de las formas de intercambio típicas de la economía actual que llamamos capitalista, habrán desaparecido y dos tipos de economía diferentes comenzarán a coexistir.

Por primera vez en Estados Unidos, incluso dicho con las palabras que la “política correcta” prohíbe, un político se presenta a la candidatura presidencial diciendo que el país “requiere una revolución y que defiende un sistema político socialista de gobierno”.

El país no habrá cambiado mucho, pero que cosas como estas sucedan y que radicales como Donald Trump agrupen millones de simpatizantes, significa que esta sociedad está cansada, agotándose y se encamina hacia los nuevos rumbos que reclama el Siglo XXI, pidiendo reformas y transformaciones.

Honestamente confieso que no sé si Bernie Sanders es socialista, pero también lo expreso sin ningún rubor, que a estas alturas no sé qué es ser socialista. Como la palabra me gusta, digo que lo soy y me agrada creer que Bernie Sanders también, pero sentiría vergüenza decir que socialismo es la transformación “total”, “radical”, “la toma del poder social por el Estado” y todos los demás pies forzados de la retórica. Creo que socialismo es racionalidad y acciones sustentadas en las realidades materiales.

Así lo veo y así lo digo.

*, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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