Jesús Arboleya - Progreso Semanal.- Recientemente han ocurrido dos hechos que ofrecen pistas sobre la lógica que inspira a la política de Estados Unidos hacia Cuba. Por un lado, el secretario de Estado Antony Blinken hizo público el informe anual sobre la trata de personas, donde Cuba se ubica en el peor nivel posible, resaltando su supuesta condición de violadora de las normas que rigen este asunto. Por otro, la Cámara de Representantes, en votación de 260 contra 163, desaprobó una enmienda que abogaba por facilitar la venta de alimentos a Cuba. Todos los republicanos (211) y 57 demócratas (26%) votaron en contra de la enmienda.


El informe sobre la trata de personas es uno de los muchos que confecciona el gobierno de Estados Unidos, para autoproclamarse como juez del resto del mundo. Cuba aparece en este informe desde sus primeras ediciones, hace casi 20 años, y ha sido acusada de todos los crímenes posibles, incluso de promover la prostitución infantil mediante el turismo. Durante el gobierno de Barack Obama hubo un cambio en esta clasificación y fue ubicada en el nivel 2, donde incluso aparecían los propios Estados Unidos, pero a partir de Donald Trump fue reincorporada al nivel 3, con destaque para la acusación de que las misiones de colaboradores cubanos en el exterior, especialmente las integradas por profesionales de la salud, eran organizadas a partir de “trabajo forzado”, equivalente a una especie de “esclavitud moderna”.

La primera misión médica cubana fue enviada a Argelia en 1963, recién liberada del colonialismo francés. A partir de ese momento, se calcula que unos 400 000 profesionales cubanos han cumplido tareas de esta naturaleza en 164 naciones. Para enfrentar la pandemia de la Covid, asistieron a quince países, entre ellos dos europeos, Italia y el Principado de Andorra, que transitaban por los peores momentos de la enfermedad.

El Contingente Henry Reeve, ideado para actuar en situaciones de desastre y graves epidemias, fue creado en 2005 para asistir a los damnificados del ciclón Katrina en Estados Unidos, pero el gobierno de George W. Bush no aceptó la oferta, a pesar de las horribles circunstancias que rodearon este desastre y la falta de atención que recibieron buena parte de las víctimas. En contraste, el desempeño de estos profesionales durante la epidemia del Ébola en África occidental, ocurrida entre 2014 y 2016, fue elogiado por el presidente Obama, quien destacó la colaboración que tuvo lugar entre cubanos y norteamericanos en esos momentos. En 2017, el contingente fue reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el premio mundial de Salud Púbica, establecido en memoria del Dr. Lee Jong-wook, y en varias ocasiones ha sido nominado para el premio Nobel de la Paz.

Durante mucho tiempo, estas colaboraciones, así como los planes de formación de médicos de  otros países en Cuba, incluso de Estados Unidos, se insertaron en el concepto de la solidaridad internacionalista cubana, especialmente con países pobres del Tercer Mundo. Ni Cuba cobraba por esta ayuda, ni los internacionalistas cubanos obtenían una remuneración adicional por ello. Cuando la situación económica cubana se complicó, como consecuencia del fin del campo socialista europeo, con algunos países se establecieron acuerdos para el financiamiento de estas misiones, las que llegaron a convertirse en uno de los principales ingresos del país. A partir de ese momento, los colaboradores también comenzaron a percibir una parte de estos beneficios.

Los médicos, enfermeros y otros colaboradores cubanos se incorporan a estas tareas de manera voluntaria, por razones de interés profesional, mejoramiento económico o simplemente para vivir la experiencia de vida en otros países. También por el compromiso moral de servir a poblaciones con escasa atención sanitaria, así como a víctimas de desastres naturales o epidemias en los lugares más inhóspitos del mundo.

Es cierto que no ganan ni viven como los médicos en otras partes, pero precisamente en el culto a la solidaridad humana y el compromiso con el aporte a su país, estriba la viabilidad económica de este tipo de emprendimientos. Cuba es el único país del mundo capaz de producir este tipo de profesionales y proveer una colaboración de reconocido nivel a bajo costo. Estimulados por planes norteamericanos o simplemente por otros intereses, algunos han abandonado estas misiones, pero ello no ha impedido que, en la actualidad, más de 30 mil médicos y enfermeros trabajen en 67 naciones, especialmente de África y América Latina.

La propuesta de enmienda para facilitar las ventas de alimentos a Cuba, buscaba autorizar la concesión de créditos privados y eliminar otras disposiciones, solo aplicables a Cuba, que dificultan el comercio entre los dos países,. Es un viejo reclamo de sectores que se oponen al bloqueo económico por razones humanitarias, pero también del empresariado agroalimentario estadounidense, interesado en acceder de manera más competitiva al nada despreciable mercado cubano. Lo paradójico de esta situación, es que se trata de uno de los sectores más conservadores de la vida política norteamericana y sus principales representantes pertenecen al partido republicano, todos los cuales votaron en contra de la enmienda que facilitaría estas ventas.
La interrogante que se impone es cuáles pueden ser las causas que inspiran a los políticos norteamericanos a actuar de esta manera contra Cuba, incluso a contrapelo de los intereses de importantes sectores de la sociedad estadounidense, como pueden ser los damnificados de un ciclón o los productores agroalimentarios.

La respuesta tiene una larga historia, que parte de la naturaleza antineocolonialista de la Revolución Cubana y sus implicaciones para el modelo de dominación que Estados Unidos estableció en el mundo, después de la segunda guerra mundial. A ello se suma el papel de Cuba en el transcurso de la guerra fría y su influencia en los movimientos de liberación nacional, que se extendieron por el mundo en la segunda mitad del siglo XX. Subvertir y desprestigiar el proyecto revolucionario cubano, ha sido una constante de la política norteamericana por más de seis décadas y la cultura del rechazo a Cuba, incluso de odio visceral en algunos casos, ha calado en amplios sectores de la sociedad norteamericana, hasta el punto de justificar cualquier tipo de agresiones contra el país.

Esta matriz de opinión, convierte al tema de Cuba en un recurso de fácil manipulación por la derecha estadounidense para deslegitimar a sus oponentes domésticos, aunque estén lejos de compartir la ideología del sistema político cubano. Quien promueva un mejoramiento de las relaciones con Cuba, es señalado como un “agente del socialismo” en Estados Unidos. De resultas, Cuba ha devenido uno de los componentes de la renovada corriente macarthista, impulsada por el gobierno de Donald Trump y los sectores ultraconservadores de esa sociedad. Los demócratas han caído en la trampa y ello ha significado no solo un retroceso de la política hacia Cuba, considerada uno de los legados de Obama en política exterior, sino otra causa de la enajenación de los sectores más progresistas del partido, indispensables para sus aspiraciones electorales en el futuro inmediato.
Este relato se sirve de una construcción mediática muy negativa de la realidad cubana, prácticamente definida como el infierno en la tierra, unido al pronóstico de que los días del gobierno de Cuba están contados y solo falta darle el último empujón. La intensificación del bloqueo norteamericano, diseñado con precisión quirúrgica para asfixiar al pueblo de Cuba, la falta de solución de problemas económicos estructurales y errores en la conducción económica del país por parte del gobierno, la existencia de una corriente de pensamiento en algunas instancias políticas que han servido de retranca a las reformas planteadas por la propia dirección del país, en medio de una pandemia que disparó la agonía existencial y la inseguridad económica en la vida cotidiana de la población, con manifestaciones de insatisfacción popular inéditas en la historia del proceso revolucionario, dieron forma a una tormenta perfecta, que disparó las apreciaciones apocalípticas sobre el futuro de la Revolución Cubana.

Algunos funcionarios del gobierno de Biden comparten esta predicción y no quisieran perder la oportunidad de apuntarse el desenlace, toda vez que sería un gran triunfo para los halcones liberales. Ello explica la continuidad, casi al calco, de la política trumpista contra el país. Sin embargo, vaticinios de este tipo han sido recurrentes en las evaluaciones norteamericanas sobre el futuro de Cuba, subvalorando otras cualidades que explican la capacidad de resistencia demostrada por el país.

Por lo pronto, en condiciones económicas extremas, con recursos propios, aprovechando el desarrollo científico y el capital humano instalado en la nación, el gobierno cubano fue capaz de producir las vacunas y los protocolos de atención médica que posibilitaron controlar la pandemia, a niveles que compiten con los mejores del mundo. Ello constituye un éxito incuestionable de su gestión y crea las condiciones para la recuperación económica, lo que resulta indispensable para la estabilidad del país y sus relaciones con el resto del mundo, incluyendo a Estados Unidos.

De la sabiduría, voluntad y capacidad de consenso de los cubanos, dependerá el éxito de esta empresa. Viable, a pesar de las difíciles condiciones que impone el escenario económico y político internacional y las corrientes neofascistas que ganan fuerza en la sociedad norteamericana. Hacerlo con plena independencia y en ejercicio de la soberanía del país, constituyen las principales fortalezas del sistema.     

 

 

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