Jesús Arboleya - Progreso Semanal.- Unos días antes de las elecciones de medio término en Estados Unidos, se dio a conocer la última versión de Cuba Poll, una encuesta que desde 1991 lleva a cabo bajo la Universidad Internacional de la Florida, bajo la dirección del sociólogo Guillermo Grenier, referida a las actitudes políticas y las posiciones respecto a Cuba de la población de origen cubano residente en el condado Miami-Dade, en el sur de ese estado.


La importancia de esta encuesta estriba en que unas 700 000 personas de origen cubano radica en esta área, alrededor de un tercio de los residentes en Estados Unidos, dando forma a lo que se ha dado en llamar el “enclave cubanoamericano de Miami”, referente cultural y político de esta población, aunque no siempre exista una correspondencia exacta entre las características y actitudes de los miamenses y los que viven en otras localidades, donde la maquinaria política de la extrema derecha cubanoamericana actúa con menor efectividad.

Pudiera afirmarse entonces, que la encuesta Cuba Poll mide el máximo potencial de las tendencias más reaccionarias de la comunidad de origen cubano en Estados Unidos y, en tal sentido, confirma las características que han distinguido a esta comunidad, a saber, una población mayoritariamente republicana, que se define como conservadora y muestra posiciones muy hostiles hacia el sistema socialista cubano. No obstante, a su vez, adopta posturas liberales que la diferencian de los republicanos en ciertos aspectos de la política doméstica norteamericana, como los relativos a la asistencia social, y se distancia de la derecha cubanoamericana en lo relacionado con el interés por mantener contactos con la sociedad cubana.  

En sentido general, ha triunfado la política norteamericana destinada a convertir a la emigración cubana en la base social y operativa de la contrarrevolución. Mediante una combinación de estímulos y presiones, la comunidad cubanoamericana destaca como el grupo latino más conservador de Estados Unidos y Miami constituye la capital de la derecha latinoamericana. Sin embargo, cada día esta comunidad se muestra menos homogénea y ello  ha influido tanto en sus posiciones políticas en relación con la sociedad norteamericana, como en las actitudes respecto a Cuba.  

Algunos resultados de la encuesta resultan desconcertantes. Mientras la mayoría respalda las políticas de línea dura contra Cuba (74%), también se registra a una mayoría (64%) que apoya lo contrario y defiende el mantenimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países (53%). Igual ocurre con el bloqueo, aunque la mayoría aboga por su permanencia (63%), también la mayoría opina que no funciona (68%), así como respalda la venta de alimentos (64%) y medicinas (72%) sin restricciones.

Estas contradicciones han estado presentes en todas las encuestas, incluso en proporciones bastante similares en las últimas dos décadas, con alteraciones significativas solamente al final del mandato de Barack Obama, cuando aumentaron de manera ostensible las posiciones favorables al mejoramiento de las relaciones entre los dos países (65%) y por primera vez una mayoría se expresó en contra del bloqueo económico a Cuba (63%), para regresar a los estándares originales en los gobiernos de Donald Trump y Joe Biden, donde produjo un retroceso de la política obamista.

Como han insistido los autores de la encuesta, el entorno político norteamericano, en especial la política gubernamental, influye de manera decisiva en las posiciones políticas respecto al tema cubano. De la misma manera que la política de Barack Obama fue respaldada por la mayoría de los encuestados en 2016 (64%), en la actual encuesta un 74% respaldó la política de línea dura iniciada Donald Trump y en buena medida continuada por Joe Biden. La moraleja es que si la política norteamericana cambia, como ocurrió en el gobierno de Obama, las actitudes de la comunidad cubanoamericana también tienden a modificarse, lo que indica que estas personas no serían un obstáculo insalvable para el mejoramiento de las relaciones, si ambos gobiernos deciden avanzar en este sentido.

Otro aspecto del problema es que, a pesar de un entorno sumamente adverso, donde incluso se ha recurrido al terrorismo para imponer las posiciones de la derecha, sobresale la existencia a lo largo del tiempo de sectores minoritarios que no se han plegado a esta política y se expresan de manera sostenida contra la misma. Conviene entonces analizar el papel de las minorías en este contexto y su potencial como factor de cambio de este escenario.

De hecho, no siempre se trata de minorías, incluso en momentos donde han imperado las tendencias más negativas, como el actual, todos los indicadores respecto al vínculo con Cuba,  dígase los viajes al país y las visitas de sus familiares, el otorgamiento de visas por parte de Estados Unidos o los programas de reunificación familiar, muestran una alta aceptación por parte de los encuestados. Por otro lado, el 53% dice haber viajado a Cuba, entre ellos un 30% de los descendientes, un dato poco conocido, que refleja el interés de estas personas por conocer y relacionarse con la patria de sus padres y preservar su identidad cubana. Estos resultados se contraponen con el principio de la extrema derecha de impedir estos contactos, en tanto restan credibilidad a su discurso respecto a Cuba y debilita las acciones tendientes a asfixiar al país.

Otra regularidad de la encuesta respecto a las anteriores, son las diferencias políticas resultantes de la heterogeneidad social de la población cubanoamericana en el condado. Los nacidos en Cuba (inmigrantes) constituyen alrededor del 80% de la comunidad y ello los diferencia de sus descendientes (18%), bastante subrepresentados entre la población miamense, si se les compara con el resto del país, donde abarcan a cerca de la mitad de la población. Ello indica que este segmento poblacional tiende a abandonar el enclave y ello disminuye la representatividad de la encuesta a escala nacional, toda vez que constituye el grupo más liberal y menos hostil hacia Cuba, dentro del conjunto cubanoamericano en Estados Unidos. También la encuesta nos dice que el factor más dinámico desde el punto de vista demográfico son los nuevos inmigrantes (los que han arribado a partir de 1995), que constituyen más del 47% de la población del condado.

Las posiciones políticas además se diferencian por la fecha de arribo al país y lo mismo ocurre como resultado de la distribución etaria o la preferencia partidaria, en relación con la política doméstica estadounidense. Las posiciones más conservadoras y hostiles hacia Cuba están sobrerrepresentadas en los que arribaron antes de 1980 (18%), identificados como el “exilo histórico”; los mayores de 60 años (35%) y los militantes del partido republicano (51,6%). Mientras que su reverso son los menores de 30 años (30%) y los militantes demócratas (21,3%).

Las tensiones domésticas en Cuba y el crecimiento exponencial de la migración irregular en condiciones límite para muchas personas, unido al incremento de las campañas de la extrema derecha en el área, han influido de manera negativa en las posiciones de los inmigrantes más recientes (después de 2015) y esto se ha visto reflejado en la encuesta, donde el 68% apoya el bloqueo, mientras que apenas el 20% de los entonces recién llegados asumió esta posición en 2016. No obstante, a pesar de la estridencia de las campañas contra Cuba y la visibilidad alcanzada por algunos “influencers” de este origen, en términos comparativos, los nuevos inmigrantes continúan destacándose como uno de los sectores más positivos al mejoramiento de relaciones entre los dos países.  

El 55% de los encuestados considera a Cuba una amenaza para Estados Unidos, un argumento esgrimido por la derecha para justificar la política agresiva contra el país. Sin embargo, este criterio no es compartido por los más jóvenes donde un 56% piensa lo contrario, por los descendientes (63%), por los inmigrantes posteriores a 2015 (59%) y por los militantes del partido demócrata (71%).

Cuando decimos que el 63% apoya el bloqueo norteamericano, también hay que asumir que el 37% está en contra, lo que representa una población aproximada de 260 000 personas. Un caudal nada despreciable desde el punto de vista electoral y base social de un movimiento contra la extrema derecha en el área si, como dicen los propios autores de la encuesta, aparece el liderazgo necesario para encauzar este potencial.

Estas cifras son casi idénticas a las registradas por esta misma encuesta en el año 2000, cuando el 35% se expresó en contra del bloqueo, precisamente en un momento de auge de la derecha (61% apoyó una invasión militar de Estados Unidos), como resultado del conflicto que rodeó el caso del niño Elián González y la escandalosa victoria de George W. Bush en la Florida. Ese año, Bush obtuvo el 75% del voto cubanoamericano en el condado, mientras que el “gran éxito” de Donald Trump en 2016 apenas sumó al 60%, una pérdida neta de 15% para los republicanos en  el período, incluso mayor a escala nacional.

Obama fue capaz de comprender la lógica de esta ecuación y acercarse al electorado  cubanoamericano, desde una perspectiva favorable al cambio de la política estadounidense hacia Cuba. No fue una política solidaria, ni siquiera de aceptación del régimen cubano, al que se pretendía cambiar por otros métodos, pero fue un cambio en la manera en que podían relacionarse los dos países e incentivaba el vínculo de los “mejores embajadores”-como llamó a los cubanoamericanos- con su patria de origen, donde radica el principal interés de estas personas.

Es cierto que el tema de Cuba ya no es determinante para decidir el voto de los cubanoamericanos, como lo era en 2000 cuando el 74% lo definió como una prioridad, pero continúa siendo una carta de presentación utilizada por todos los políticos para aproximarse a este electorado y una manera de establecer empatía con estos votantes. Lo usual ha sido prometerles el derrocamiento del gobierno cubano, aunque se trate del alcalde de una ciudad sin capacidad para influir en esta problemática, pero Obama hizo lo contrario con mucho éxito.

Los demócratas de Joe Biden no actuaron en correspondencia con esta experiencia y ello explica la descomunal derrota que acaban de sufrir en Miami-Dade, donde perdieron por primera vez en los últimos veinte años en una elección federal. Algunos lo achacan a ignorancia o errores de cálculo del gobierno y los funcionarios partidistas, que con sus posiciones contra Cuba pretendían captar un voto que jamás les sería favorable, yo tiendo a creer que triunfaron intereses creados en la localidad, donde poco importa el partido que gane, y la gula ideológica de los que viven obsesionados con el fin del régimen cubano y aspiran a rasgar otra marca en la empuñadura de la pistola, como los buenos killers del oeste, aunque anden vestidos de liberales y digan ser los defensores de la democracia amenazada por sus contrarios conservadores.

 

 

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