Ana Hurtado - Original en Cubadebate y Cuba en Resumen / Resumen Latinoamericano / Cubainformación


Fui invitada este tercer año al Coloquio Patria que con mucho amor, profesionalidad y ternura se realiza en La Habana. Preparé unas palabras para intervenir el primer día.  Y me gustaría compartirlas con los lectores de Cubadebate.

La izquierda internacional y su posición mediática se enfrentan a amenazas, desafíos y oportunidades. 

Decía Antonio Gramsci que el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos.

Esos monstruos, en el panorama internacional en el que nos encontramos, llenos de amenazas, nos llaman más que nunca a la acción. Una acción llena de desafíos. Una acción que baje de nuestras cabezas a nuestras manos/puños, como la Revolución que en su día evocó Rosa Luxemburgo.

Pero sobre todas las cosas, una amenaza que se esconde dentro de los monstruos gramscianos es la de la desunión de la izquierda.

Somos nosotros, los revolucionarios y comunicadores progresistas y de izquierdas los que nos vemos obligados desde el terreno comunicativo a hacer frente a este monstruo, con una necesidad imperante de articular a nuestra izquierda sin permitir que las diferencias partidistas o secundarias nos aparten del objetivo común.

No es ninguna noticia nueva para ninguno de nosotros que vivimos a diario una guerra mediática y que la misma se gesta (la gestamos), contra el imperialismo. Un imperialismo que se sabe de capa caída y que se encuentra a la defensiva. Porque está débil en materia de fundamentos ideológicos. Un imperialismo amenazante que nos debe alentar a nuestro mayor desafío como periodistas y comunicadores: dar la batalla de ideas. En redes sociales, en medios de comunicación y en cualquier espacio público en el que tengamos oportunidad.

Y ante este escenario, tenemos que tener claro que por nuestra parte, no basta con comunicados o declaraciones. Hay que pasar a la acción. A la acción comunicativa.

Las ideas que no se organizan se pierde, y aunque pensemos por separado, debemos desafiar a las amenazas y golpearlas juntos.

Llevamos décadas viendo como el capitalismo nos intenta imponer una hegemonía cultural a la que solo se le puede hacer frente desde el socialismo.

Y para hacerlo, Lenin, es la clave para no abandonar la teoría, que demuestra, que con rigor, es posible ponerla en práctica. Sin teoría, la práctica cojea y hoy en día, en palabras de Ramonet, no se produce la suficiente teoría.  Por ello, abandonar el marxismo leninismo como teoría que fundamente nuestras prácticas, sería el más absoluto de los fracasos.

Como también es un fracaso olvidarnos de que hoy el combate, más que nunca, es el de la batalla de ideas. La pugna se centra en los corazones y en los sentidos. Desafiémonos a nosotros mismos a alcanzarlos con moral y ética.

Las armas ganan las batallas, pero solo las ideas ganan la guerra.

Somos nosotros, con nuestra responsabilidad profesional e ideológica, los encargados de sembrar conciencia para hacer frente a esta intoxicación mediática e informativa de la cual somos parte, y a veces corremos el riesgo de ser confundidos.

Como izquierda internacional, debemos plantearnos cada día, cómo dar la batalla mediáticamente y cómo enfrentarnos a ella.

En Rusia se hablaba de tres tendencias: la decadencia, el parasitismo y la descomposición. ¿Estamos dispuestos a perder nuestros logros?

Y de nuevo vuelvo a Lenin, que se nos debe presentar como una oportunidad.

Debemos desarrollar la teoría leninista y entender que ahora funciona con nuevas características.  Sin ir más lejos. El mundo vive una crisis económica in crescendo. Y Carlos Rafael Rodríguez escribió una obra que ahora tiene una vigencia extraordinaria: “Lenin y la cuestión económica”.

Debemos adaptar estas obras, de Lenin y teóricos marxistas al día y hora en que vivimos. Y saber contarlas para entender el mundo en el que vivimos y hacerlo un lugar mejor.

Realmente, ¿Estamos haciendo lo suficiente? ¿Sabemos comunicar nuestra propia historia y nuestra propia verdad? Porque muchas veces fallamos nosotros mismos en hacerlo, o lo hacemos de manera inadecuada.

La izquierda tiene el desafío de aceptar  los nuevos tiempos y adaptar los valores  a la nueva lógica comunicacional. También de aceptar nuevas batallas sociales que antes no tenía o no le daba importancia.

Batallas como la del género y la lucha LGTB. Causas de obligatorio abordaje, pero sin escaparse de la arista socialista y teniendo claro algo que parece que a veces se olvida: no sustituir lo fundamental, como la necesidad de cambios estructurales en las sociedades occidentalizadas y la lucha de clases.

Si no se tiene en cuenta el fundamento ideológico y teórico en estas nuevas batallas que nos acogen desde hace unos años, surgen amenazas como las revoluciones de colores, que hacen el juego al imperialismo, y nos fragmentan y desunen.

La izquierda pasiva que se sienta, se equivoca.

Decía Marx que cuando las masas se apropian de la teoría, esta se convierte en una fuerza. Es nuestro reto por tanto el continuo aprendizaje y adaptación de nuestro ideario al momento histórico.

Para superar las amenazas y desafíos, para crear oportunidades, es imprescindible una teoría revolucionaria adecuada al momento en que vivimos. Hacer uso de materiales dialécticos y pedagógicos que nos ayuden a comunicar, adaptados a las nuevas situaciones.

Quién se limite, desde nuestra perspectiva, a los análisis geopolíticos y se olvide de Marx y de Lenin, está condenado al naufragio.  Quién se olvide de los oprimidos. Porque el imperialismo nunca se ha cruzado de brazos, y no lo va a hacer ahora. El marxismo se presenta como una oportunidad como debate frente al capitalismo económico actual.

Porque no debemos olvidar, compañeros, que todos aquí tenemos un mismo enemigo, y hay que hacer uso de la terminología de guerra, porque la comunicacional no es una guerra menor. Un enemigo común que es el imperialismo. Y su brazo en Oriente Medio que es el Sionismo. Juntos están masacrando al pueblo palestino, y estarán dispuestos a masacrarnos a todos a la menor oportunidad que se les presente.

Debemos unirnos bajo la bandera de la denuncia. Contra Palestina y su genocidio, contra el yugo imperial y colonial.  Debemos llevarla a donde quiera que sea.  Porque tenemos derecho a contar la verdad. Y debemos ejercerla como escudo. Viéndola como una oportunidad al ejercerla con ética.

Sin caer en la banalidad para viralizar nuestro contenido, como se observa lamentablemente que se ha convertido en tendencia.

Porque para ver la verdad como una oportunidad para ganar la batalla de ideas, teniéndola en la mano, debemos entender bien el mundo digital al que nos enfrentamos. Tener claro que nuestra verdad no está en discusión. Que puede ser la más grande del mundo, pero que si no la sabemos comunicar y la vestimos con estética, no va a ninguna parte.

Y nuestra izquierda internacional debe entender que no debemos convencer a los convencidos. Tenemos que usar internet y sus mecanismos como vehículo para llegar a todos y acercarlos a nuestra causa.

La información, la sobreinformación, ni podemos ni vamos a pararla. Vivimos sometidos a un mundo sobresaturado y sobre informado.

Por ello, hay que hacerle frente. No debemos titubear a la hora de hacer contraofensivas informativas, a la hora de desmentir, a la hora de argumentar con razones. El enemigo lo va a hacer antes que nosotros, si esperamos a hacer nuestro trabajo. La espera a veces significa perder una batalla.

Batallas que ahora no son míticas, sino instantáneas. Y debemos crear  una metodología para cursarlas. Debemos transformar nuestras informaciones a cada tipo de red social entendiendo que cada una tiene su identidad y su lenguaje. Adaptar la información al canal.

La espera y la lentitud son iguales a retroceso.

Las líneas de desarrollo en materia de informatización del Partido Comunista Chino definen que actuar lento en esta materia, es igual a retroceder, según Xi Jinping en la Conferencia Mundial Sobre Internet. Igual que dijo que sin ciberseguridad no hay seguridad nacional.

Hay que ir por delante de las amenazas y buscar plataformas tecnológicas seguras que no estén en servidores y centros de datos en Estados Unidos.  Así garantizamos que no nos invisibilicen, desarrollando la ciberseguridad para las plataformas de izquierda. Que deben ser robustas y estar en sitios seguros donde la mano enemiga no llegue con facilidad.

Cuando desafiemos las amenazas para superarlas, cuando creemos y aprovechemos oportunidades para hacer un trabajo moralmente mejor, es porque habremos comprendido que vivimos en un nuevo mundo que pende de la tecnología, que hemos de entender para progresar comunicacionalmente.

Es algo más a superar con inteligencia, sensibilidad y humanismo.

Sabiendo que hacemos comunicación de emergencia, en tiempos de guerra, pero que debe ser hecha con ternura.

Debemos seguir desarrollando el socialismo del siglo XXI. Lo tenemos en nuestras manos. Y debemos de hacerlo ahora.

La inteligencia no va a pasar de moda, y debemos exprimirla al máximo. Poniéndola al servicio de las causas de nuestros pueblos. Teniendo claro que estamos en esta guerra para convencer. Convencer de que otro mundo mejor es posible.

Porque somos nosotros, y cito para terminar a Buenaventura Durruti, quienes llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Y ese mundo, está creciendo a cada instante.

 

La Columna es un espacio de opinión personal y libre de las personas autoras y no necesariamente tiene por qué representar la de Cubainformación.

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