La historia de este tipo de amenazas es tan vieja como la propia Revolución Cubana; sobran ejemplos, eventos y ocasiones, tanto en los primeros años de esta, como más recientemente.

Francisco Delgado Rodríguez

Granma

Invasión, marines, 28 de enero: esta combinación tiene un recuerdo gráfico que, en Cuba, rememora cómo EE.UU. ve los pueblos que coloniza. Foto: Fernando Chaviano.

Como quien clama por un toque a degüello, un pequeño grupo de personas de lejano origen cubano se reunió el pasado 28 de enero para gritar, en el icónico parque Lafayette, en Washington d.c., ubicado a unos 200 metros al norte de la Casa Blanca, que invadieran de una vez a Cuba.

Pues resulta que, haciendo honor a su acostumbrado desatino, la hueste de odiadores organizó una manifestación anticubana, justamente en el día en que no solo los cubanos, sino buena parte del mundo, celebraba el aniversario 172 del natalicio de José Martí.

Además de exigir que la administración Trump aplique las más severas sanciones contra las familias de la Isla, también se envalentonó y solicitó que el cuerpo de marines, expertos en perder guerras, haga una de sus conocidas intervenciones «humanitarias» contra Cuba, para acabar con el comunismo, según vociferaron.

Nadie debería extrañarse de estos excesos verborreicos. Algunos de los asistentes, cuyos nombres no es necesario mencionar, viven de la monetización en redes sociales, a cuenta del generoso apoyo del Presupuesto Federal, el mismo que el presidente Trump prometió gestionar mejor que hasta ahora.

AMENAZAS Y AGRESIONES DESDE SIEMPRE

La historia de este tipo de amenazas es tan vieja como la propia Revolución Cubana. Sobran ejemplos, eventos y ocasiones, tanto en los primeros años de esta, como más recientemente, en que cabecillas del así llamado exilio cubanoamericano exigieron que el Pentágono resuelva lo que ellos han sido incapaces de hacer: destruir el proceso emancipador de Cuba.

En aquellos ahora lejanos años 60, hasta los 80 del pasado siglo, proliferó cualquier cantidad de planes, usualmente concebidos y financiados por la cia, que buscaban socavar el orden interior, terrorismo mediante, y que incluyó más de 600 intentos de atentados al Comandante en Jefe.

De esos años se recuerda, por ejemplo, la llamada Operación Pluto, para sabotear las refinerías de petróleo; el Proyecto jm/wave, de preparación de la invasión a Girón, y la propia incursión en esa parte de la Ciénaga de Zapata, que terminó en una rotunda derrota aleccionadora de lo que le espera a quien intente apoderarse de Cuba. También la Operación Mangosta, en la cual combinaron acciones de sabotaje con propaganda subversiva, y otra de las menos conocidas, pero particularmente perversa, la llamada Operación Northwoods, que aunque no se implementó, preveía la realización de actos terroristas contra ciudadanos estadounidenses, para luego culpar a Cuba.

De estos años fue el zafarrancho de combate que armaron en octubre de 1962, poniendo al borde de una conflagración nuclear a todo el mundo; o la introducción de plagas, como la de una cepa mortífera del dengue o contra la masa porcina del país, que claramente tipifican como una agresión bacteriológica. 

Y qué decir del bloqueo económico, comercial y financiero, el más prolongado en el tiempo contra nación alguna, bien calificado de guerra económica y genocidio contra todo un pueblo.

Se destacan, asimismo, la búsqueda y el montaje de provocaciones, al estilo de la mencionada Operación Northwoods, en que la narrativa enemiga procuró justificar la agresión con el supuesto apoyo de Cuba al terrorismo, o algo tan descabellado como decir que la Isla es un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos.

En medio de la pandemia, cuando la administración Biden decretó que los cubanos no merecían recibir oxígeno para atender a sus pacientes, se produjeron los eventos del 11 y 12 de julio. Rápidamente, el clúster contrarrevolucionario, creyendo que había llegado el momento de exigir la invasión militar a Cuba, organizó una visita, en modo comparsa, a la sede del Comando Sur, en el cual, según se sabe, los botaron sin mayores explicaciones. Parece que los generales estadounidenses, conocedores de los costos de una incursión bélica a la Mayor de las Antillas, prefieren mantener el camino de la lucidez.

SÍ A LA PAZ, NO A LA GUERRA

Como se aprecia, denunciar estos planes no es reacción desmedida o paranoia; se basan en hechos históricos concretos y en el conocimiento del enemigo, que adversa la soberanía de Cuba.

En todo caso, esta larga historia no parece tener fin, porque la hostilidad imperial ha sido, sobre todo, de naturaleza violenta, basada en su proverbial prepotencia y en el concepto, por cierto fallido, de que las armas lo pueden todo; es lo que dicen quienes encabezan ahora el Gobierno estadounidense, según el cual buscarán la paz mediante el empleo de la fuerza.

Pero en Cuba encontrarán lo que en su momento dijo Fidel: «Lo que ha frenado a los imperialistas es el heroísmo de nuestro pueblo, el precio que saben que tienen que pagar por una agresión a nuestro país».

Por eso los cubanos, que recién probaron capacidades en la realización del ejercicio estratégico Bastión 2024, tienen claro que de esta administración debe esperarse cualquier barbaridad; «medidas de proporciones bíblicas», prometió uno de los voceros de la mafia cubanoamericana, quien tal vez se refería por el contrario a lo que se narra en el Libro 1 de Samuel, capítulo 17, sobre la derrota de Goliat por parte del pequeño David.

«¡Dejen al pueblo cubano vivir en paz!», exigió el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, el pasado 20 de diciembre, en el arranque de una marcha multitudinaria, cuyos ecos aún retumban en las calles del litoral habanero.

Es la vocación de los cubanos desde siempre. Por caso, evocar que también un 28 de enero pero de 2014, en su condición de Presidente pro tempore de la Celac, Cuba promovió y logró el apoyo unánime de todos los miembros, para firmar en La Habana la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Sus principios: no intervención, respeto al derecho internacional, solución pacífica de controversias y el derecho de cada país a elegir el sistema político que estime, todo a tono con la Carta de las Naciones Unidas.

Los halcones, con protagonismo en la administración Trump, que promueven guerras desde climatizados despachos en Washington o en el sur de la Florida, deben recordar que la Revolución Cubana llegó para quedarse, que ni siquiera una amenaza nuclear logró doblegarla.

Opinión
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