En el centro de este engendro está la Ley de Ajuste Cubano, una regulación migratoria que no se hizo para refugiados, sino todo lo contrario, porque precisamente los Estados Unidos de América no tiene leyes para atender este tipo de categoría y además porque la emigración cubana no ha calificado jamás dentro de esta definición. Al final la Ley, como otras tantas disposiciones en contra de Cuba y su Estado, se convierte cada día en un estorbo en la tarea de disminuir tensiones entre ambos vecinos naturales.
Lo más terrible que le ha ocurrido a las instituciones estatales estadounidenses, es haber alimentado privilegios y apetitos vanidosos en un grupo de origen cubano, para que sirvieran a sus fines durante la Guerra Fría y finalmente tener que enfrentar situaciones embarazosas, fabricadas por estas personas, cuyo apetito revanchista no lo calma nada. Solamente tendrían una calma parcial, si les entregaran a Cuba en la punta de las bayonetas de los marines. Aun así, lo más probable es que después de convertirse en propietarios de la Isla, pidan el Capitolio y la Casa Blanca de Washington. Porque la realidad es que estas personas son los más temibles enemigos que los Estados Unidos han tenido en todas las épocas.
En estos días y como resultado de una campaña que realiza desde hace unos meses, el Representante Federal David Rivera pretende reformar la Ley de Ajuste Cubano. Pero no se trata de poner la Ley sobre sus pies en una época donde existen fuertes debates en relación a los indocumentados que entran al país y los millones que residen en el territorio.
Estos señores de origen cubano que, a través de la maquinaria organizada por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos de América, han sostenido con denuedo, inteligencia y trampas, una jerarquía política en el Sur de La Florida y en el mismo Congreso estadounidense, no han hecho nada para beneficiar al país que les tendió la mano.
Todo el tiempo se han dedicado a buscarle la cuarta pata al gato, complicando los trabajos de un Congreso que se debate con temas cruciales para la estabilidad de su ciudadanía, en especial en estos años de crisis y de cambios respecto a la visión social universal, y las estructuras políticas y de Estado.
Entre los enredos y las malas acciones de este grupo, que no nos cansaremos de denunciar, también ha estado presente la intención de dañar, con ensañamiento y alevosía, a los ciudadanos cubanos que viven en la Isla y a quienes han emigrado a los Estados Unidos.
Ahora el Sr. David Rivera pretende que se reforme la Ley de Ajuste Cubano de manera que les nieguen la residencia a las personas cubanas que se acogen a sus beneficios, en caso de que viajen a Cuba durante el proceso de ajuste.
David Rivera pretende presentar el asunto como si la Ley hubiera sido diseñada para dar albergue a refugiados, cuando en realidad se creó porque los cubanos que llegaron a los Estados Unidos entre los años 1959 y 1966 carecían de estatus migratorio. Los Estados Unidos por su parte, no permite refugiados dentro de su territorio. Fue una Ley creada para buscarle solución legal, a los cubanos que habían emigrado por instigación de los órganos de inteligencia estadounidense y de los planes del Departamento de Estado y el Tesoro estadounidense.
La Ley, injusta y antinacional desde el punto de vista estadounidense, ha beneficiado indiscutiblemente a los cubanos que deseaban emigrar. Y no solamente los cubanos se han beneficiado de ella, sino indocumentados de otras nacionalidades que se casan con cubanos y por extensión reciben los beneficios de la Ley.
Pero desde el punto de vista de la esencia de esta Ley y sus orígenes, que se extienden a los años primeros del proceso revolucionario cubano, la misma es resultado de un plan para crearle dificultades al Estado cubano, bajo el macabro plan de drenarlo de técnicos y profesionales que fueron alentados a abandonar el país, víctimas de la propaganda apocalíptica liderada por la prensa oficialista estadounidense. O sea, la Ley como tal fue una solución al entuerto formado por la política de desestabilización creada en Washington para derrocar al gobierno revolucionario cubano. Cuando la situación migratoria se hizo insostenible para los estándares de los Estados Unidos entonces inventaron la Ley, la cual conserva la ruindad de sus orígenes.
Pero David Rivera va más allá. El objetivo de este señor es castigar a sus correligionarios porque considera que regresar a Cuba es un delito del emigrado cubano. Así es como piensa este personaje y los otros de su calaña. Como se trata de gente sin principios democráticos, quienes no piensen como ellos, no tienen derechos ni cabida en la sociedad y por lo tanto Rivera plantea que se les niegue la residencia o que sean despojados de ella en caso de viajar a Cuba, quienes lo hagan al amparo de las actuales disposiciones que permite a los cubanos emigrados visitar y ayudar a sus familiares.
Estas son las personas que supuestamente representan a la comunidad latina del Sur de La Florida.
No los pierdan de vista en las elecciones, si realmente aspiran a vivir en un mundo con mayores libertades, porque el Sur de La Florida o donde quiera que exista uno de estos personajes, no es, ni nunca lo será, una tierra de libertad, sino un lugar sometido a los caprichos y bajezas de quienes en la realidad no creen en la democracia, la libertad y mucho menos en la justicia.
¿Saben por qué es así? Porque estas personas están atrapadas en el tiempo. Ellos ya no son ni siquiera los autores de las atrocidades que produjeron un golpe de estado en Cuba, instaurando una sangrienta dictadura que lazaba a la calle a jóvenes asesinados y mutilados, todos ellos estudiantes, hombres notables del país y trabajadores. Estos muchachos se han dejado atrapar en la tela de araña que envolvió a sus padres y de la cual no tuvieron el coraje de desprenderse porque ha podido más el espíritu de revancha y odio que la comprensión y entendimiento de las realidades.
Los beneficiarios de esta herencia han sido sus hijos y nietos, muchos de los cuales, como este Representante David Rivera, bajo investigación por irregularidades financieras, continúan desde posiciones políticas de poder, entorpeciéndole la vida a la sociedad cubana y a los legítimos emigrados que viven en los Estados Unidos de América y sobre todo, al país propio que suponen representar como representares y senadores.
No son todos los herederos genéticos de esta infamia, los que han quedado atrapados en esa trampa del tiempo, porque la maldad no es un acto universal, sino excepcional y esperamos que muchos de quienes aún están atrapados en ella, puedan deshacerse de sus maleficios, antes que el arácnido los devore lentamente mientras adormecen.
*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU. subdirector de Radio Miami
Fuente original: Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad
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