Por Harold Cárdenas Lema (haroldcardenaslema@gmail.com) - Cubainformación / Blog La Joven Cuba.- La Revolución cubana ha intentado ser ella misma, con mucha dificultad. Después de la Zafra de Diez Millones tuvimos que entrar al sistema hegemónico soviético, éramos de los más autónomos y si bien aprovechamos sus logros no pudimos evitar defectos. Las dos generaciones anteriores a la nuestra vivieron y estudiaron bajo los éxitos y los gérmenes soviéticos. ¿Alguien cree que las bacterias del estalinismo no sobreviven en el calor del Caribe? La historia luego nos obligó regresar a la creación autóctona, en situación de crisis nuevamente. El proyecto cubano es un camino a medias, reflexionemos un poco al respecto.


Tenemos tantos desafíos que palabras como derechos humanos y democracia, no eran muy comunes en Cuba hasta hace poco. La actitud vergonzante de los modelos europeos hacia estas llegó a nuestras costas y terminamos reglándolas a la defectuosa oposición nacional, cuando deberían ser paradigmas del socialismo. Últimamente hemos recuperado algunas de ellas, pero nos falta mucho todavía.

Quizás no hayamos aprendido aún que el socialismo de verdad, no se sustenta en modelos hegemónicos ni sobre los hombros de un solo hombre. Podemos citar muchos ejemplos de lo uno y lo otro, de cómo incluso con las mejores intenciones, se hipotecan los esfuerzos de millones y fracasan las revoluciones.

Nuestra capacidad de diálogo es limitada, lo fácil es descalificarse mutuamente, lo difícil es reconocer razones más allá de las propias. La ortodoxia a menudo nos ha llevado a perseguir los que discrepan de nosotros, el acoso extranjero nos ha llevado a desconocerlos, pero no es algo sano.

El proyecto nacional no puede ser construido solo por una élite política ni económica, ni siquiera bajo condiciones de agresión o con las mejores intenciones. Los dirigentes deben ser una herramienta para implementar la voluntad popular, no individuos que apliquen interpretaciones particulares o tengan capacidad de destruirle la vida a alguien dando un piñazo en la mesa.

Debemos aprender que el socialismo no se construye ignorando las leyes básicas de la economía. Para sobrevivir tampoco podemos poner en riesgo esencias nacionales, que la inversión extranjera es bienvenida pero no regalándole el país. Ni podemos cerrar los ojos ante una brecha social que aumenta cada día.

Es imperativo realizar una comunicación política que ahora mismo es casi inexistente. Que antes de hacer un desfile de Chanel algún dirigente explique los millones que esto traerá al país y lo que se hará con ese dinero, que tener un símbolo de banalidad en Prado a solo metros de familias que nunca podrán comprar un bolso de esa marca, es un mal necesario por un bien mayor. Que si ocurre una epidemia de dengue salga el ministro de salud y explique lo que se hace al respecto, que esté en la obligación de hacerlo y no crea que es voluntario.

Si tenemos crisis de emigrados en Costa Rica, Bruno Rodríguez hable, ese mismo día, sobre cómo nos preocuparemos por esos compatriotas, lo menos que podemos hacer después de preocuparnos por tantos otros en el mundo. A menudo se hacen gestiones así, se hacen cosas bien, pero nadie se entera y es como si no se hubiera hecho, somos pésimos en relaciones públicas. También que nuestros representantes rindan cuenta en público y de forma directa de su gestión, que no tengamos que ver la Asamblea Nacional a través de fragmentos.

El proyecto no podrá sobrevivir sin consensos necesarios. Pareciera que existe una barrera invisible por la que, aunque la mayoría sabe cuáles son los problemas y existe voluntad real para resolverlos, están incapacitados de hacerlo. Entonces, ¿tenemos un problema de mentalidad o un problema de recursos humanos en los ámbitos de decisión? ¿Tenemos un bloqueo que no permite hacer nada o es que las estructuras están mal concebidas?

En algún momento tenemos que empezar a responder las preguntas difíciles porque a la velocidad que va ocurriendo todo, corremos el peligro de que el proyecto se quede a medias. Y no le quiero decir a mis hijos que el sacrificio de sus abuelos y bisabuelos terminó en nada. O que no hicimos algo al respecto, ahora que estamos a tiempo.

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