Para esos, el fin de una manipulada política contra la Revolución que finalmente se volvió contra la propia económica estadounidense, y se convirtió en una penosa carga, la emigración de cubanos era una “válvula de escape a la dura cotidianidad” que enfrenta el pueblo, de la única nación en el mundo que resiste desde hace casi 60 años, una guerra económica, comercial y financiera del imperio más poderoso de la tierra.
Es público y notorio que esa guerra fuertemente estructurada por el Gobierno de Estados Unidos en 1962, al conocer el rumbo socialista cubano, lo que pretende es doblegar al pueblo, hacerle creer que la economía socialista no funciona y contraponerlo al régimen para que regrese al sistema capitalista que nunca benefició a la mayoría y sí a la oligarquía unida al capital yanqui.
¿Qué piensan esos videntes de la gran emigración mexicana que proviene de un país capitalista ligada a Estados Unidos por el Tratado de Libre Comercio y que busca una mejoría en el primer mundo?
¿Cuáles son los cambios que tendrían que hacer México, Guatemala, Honduras, El Salvador o República Dominicana en sus economías para que sus ciudadanos no intenten emigrar ilegalmente a Estados Unidos, ante la dura realidad que enfrentan?
Todos esos países tienen un sistema capitalista que no les resuelve sus problemas fundamentales. Sin embargo, los gurúes que le exigen a Cuba “acelerar los cambios económicos”, no les proponen lo mismo a esos gobiernos que ni garantizan puestos de trabajo bien remunerados, un sistema de seguridad social que les permita llegar a la vejez con sus problemas fundamentales resueltos, ni la salud gratuita y mucho menos un sistema de educación que forme a niños y jóvenes como hombres de bien.
Esos que asumen posiciones abiertas o solapadas contra la economía socialista, no mencionan la Guerra Económica a la que está sometida, aunque sí reconocen que los cubanos poseen una alta calificación cultural gracias al socialismo, pero a la vez fabrican una falsa realidad pues los cubanos que emigran a Estados Unidos, en su gran mayoría, no pueden volver a ejercer sus profesiones y se ven obligados a realizar trabajos pocos remunerados casi siempre en empleos de servicios.
Para esos académicos que argumentan que el salario en Cuba es de 20 dólares mensuales y ser la razón de sus deseos de emigrar, no sacan cuentas de que al llegar a Miami la mayoría solo puede ganar 8 dólares la hora y cuando se suma el pago de un minúsculo departamento, que no baja de 600 dólares mensuales, la electricidad, el agua, la compra a plazos de un auto ante la ausencia de transporte público, los impuestos en las autopistas, la gasolina, el mantenimiento y seguro del auto, la alimentación, un seguro médico, más la ropa y calzado, el salario se reduce casi al mismo nivel que el que percibían en su patria.
A esos que emigran buscando el paraíso terrenal, la realidad los golpea dramáticamente y entonces vemos a médicos especialistas como gastronómicos, fregadores de vajillas, camareros de hoteles o camioneros y los que más suerte tienen como enfermeros, si es que pueden cursar los estudios en idioma inglés y pagar las matrículas.
Muchos de los cubanos que emigraron conforman varias generaciones perdidas de profesionales altamente capacitados en su país, a quienes el Bloqueo económico les impidió vivir mucho mejor, pues ese es el fin que persigue esa criminal política.
Cuba está desde 1995 introduciendo cambios es su economía para aligerar la carga que tiene el Estado, pero los yanquis mantienen su Guerra Económica para impedir el avance.
Se pudieran privatizar fábricas, talleres, hospitales, minas y todas las industrias del país, pero ninguna tendría resultados económicos porque la Guerra Económica, Comercial y Financiera les impediría importar o exportar sus productos, realizar transacciones con bancos extranjeros y menos aún adquirir maquinarias que tengan más del 10 % de componentes de procedencia estadounidense.
Para esos eruditos que el exigen aperturas a Cuba socialista, esa realidad parece que no cuenta y además desconocen lo establecido en la llamada Ley Helms-Burton, aprobada en 1996 cuando el gobierno cubano fortaleció la apertura a la inversión extranjera, el turismo y el trabajo privado. De eso tampoco hablan.
El privilegio de la Ley de Ajuste, construida solo para los cubanos, tiene el único fin de hacerle creer al mundo que “escapan del comunismo”, a la vez que aprobaron leyes y regulaciones para impedir su desarrollo.
La prueba de que Estados Unidos solo desea aplastar la economía socialista, es la reciente decisión del puerto de Fort Lauderdale de no firmar un contrato con Cuba para recibir carbón vegetal adquirido por empresas yanquis a agricultores cubanos.
Esos voceros solapados de las verdaderas intenciones del Gobierno de Estados Unidos para desmontar el socialismo, que proponen que se privatice el trabajo de abogados, periodistas, arquitectos o ingenieros, y con ello regresar al pasado capitalista que no encontró soluciones para el pueblo, parece que olvidaron que gracias al socialismo que ahora tildan de ineficiente, les dio a ellos mismo el alto nivel académico que poseen, sin que sus padres tuvieran que gastarse un solo centavo.
Por esos caminos Cuba volvería a tener un alto % de analfabetos, los campesinos perderían sus tierras y solo podrían estudiar carreras universitarias los hijos de los dueños de las empresas privadas.
Nadie duda que hay que hacer más adecuaciones en la gestión económica cubana, pero mientras Estados Unidos persista en sancionar a la banca internacional y evitar a toda costa la inversión extranjera, no habrá una mejoría tangible porque se mantiene el añejo interés de “inducir al régimen comunista a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país”, como aparece recogido en el Plan Magosta, aprobado del 18 de enero 1962.
No en vano José Martí apuntó:
“Azuzar es el oficio del demagogo y del patriota es precaver”.
*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.
Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación
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