Sheyla Delgado Guerra di Silvestrelli - Cubaliteraria Ediciones.- Todo empezó con una ferrovía que enlazaba algo más que dos ciudades. En realidad todo venía desde mucho antes. Porque la historia de los raíles para el ingenio nació del ingenio de unos cuantos en torno al azúcar y esta, a su vez, esbozó el derrotero al sueño.


Justo el mismo día en que se reeditara el trayecto La Habana-Bejucal, en vísperas de celebrar este 19 de noviembre el aniversario 180 del primer viaje ferroviario en Cuba, la capitalina Calle de Madera (única de su tipo en la geografía nacional) acogió la presentación en el espacio Sábado del Libro de un título que retrata –en gran medida y a partir de una rigurosa investigación histórica– una noticia, una economía y una nación: Caminos para el azúcar.

Se trata de la segunda edición de este libro de los profesores e investigadores Oscar Zanetti Lecuona y Alejandro García Álvarez, que el sello Ediciones Boloña trae –con mejor factura y respaldo visual– tres décadas después de la primera publicación en 1987 y casi 40 años de que fuera escrito.

“El ferrocarril, el acontecimiento que el libro celebra y en torno al cual se narra la peripecia del desarrollo económico de un país, sus contradicciones y su base fundamental” –aseguró durante la presentación del ejemplar el doctor Eusebio Leal Spengler–  tiene detrás el empeño de un grupo de magnates que viaja a Inglaterra con el lente proyectado en la máquina de vapor, “la invención que movería y cambiaría aquella historia, y su aplicación a Cuba, al camino de hierro”.

“La construcción de la línea férrea y la historia del ferrocarril, que es la historia del séptimo ferrocarril en el mundo, presentada en Cuba en esta primera línea de 16 millas que van partiendo del terreno donde más tarde se construye el Capitolio Nacional, era en la estación precisamente llamada de Villanueva...”, comentó Leal,  Historiador de la Ciudad de La Habana. Y abundó con una conexión clave a uno de los cuadros de El Templete, en el cual “está representado el discurso del poder, que es el discurso del azúcar de caña, y el discurso esencial del libro” en dirección al ferrocarril.

Al sentir del también Premio Nacional de Ciencias Sociales, “el libro nos muestra su potente desarrollo, sus líneas colaterales en todas direcciones, moviéndose y supeditando el ferrocarril de transporte para la gente, para convertirse en lo que quería ser: el transportador de la caña… Es un sabio análisis del debate interno de la economía cubana. Mantiene firmemente además, como idea central, el discurso de la cubanía que va surgiendo en medio de ese debate”.

VAGONES ADENTRO: EN LA LÍNEA DE LOS AUTORES

Al repasar la génesis y repercusiones de la investigación, el doctor en Ciencias Históricas, Alejandro García Álvarez, coautor del libro, acentuó que “su valor más destacado consiste en el decisivo aporte que hace al conocimiento sobre la historia de los ferrocarriles en Cuba”.

En la fecha en que vio la luz la edición pionera, ahondó el escritor, “la información sobre el tema era muy escasa y generalmente centrada en la historia del ferrocarril de La Habana-Bejucal, el cual tenía el indiscutible mérito de ser el primero de América Latina, el segundo del continente americano y el séptimo del mundo. Es, precisamente, a causa de esta limitación historiográfica, que Caminos para el azúcar constituye un eslabón fundamental para lograr un nivel superior en el conocimiento sobre este importante medio de transporte en nuestro país”.

García, profesor emérito de la Universidad de La Habana, observó también que a través del estudio sobre el impacto del ferrocarril en el auge económico insular, se logró abarcar un diapasón más extenso de problemas específicos de la historia de Cuba, entre los cuales mencionó el comportamiento de la industria azucarera, las relaciones de clase, el tema de la inversión extranjera, el desarrollo tecnológico y el comercio. A ese ensarte de contribuciones se añaden objetivos docentes de formación, así como el vasto “marco espacial y temporal, que comprende la totalidad del territorio nacional  y alcanza alrededor de un siglo de intensa actividad ferroviaria”, profundizó.

En tanto, el doctor Oscar Zanetti Lecuona, Premio Nacional de Historia, apostó por un close-up de la obra presentada. Según puntualizó, lo que separa esta segunda edición de la primera responde, sobre todo, a la amenidad y calidad en la presentación… Grosso modo, en la forma, pues como remarcó, en materia de contenido no se realizaron cambios sustanciales, apenas “una mínima actualización y algunas correcciones”.

En un paréntesis necesario, vale subrayar que este libro les permitió agenciarse a Zanetti y García en 1989 el Premio Elsa Goveia de la Asociación de Historiadores del Caribe, en calidad de mejor obra histórica sobre tema caribeño.

LECTURAS NUEVAS DE UN TEMA VIEJO

“«Sin azúcar no hay país», lo repetían cuando éramos niños, «sin azúcar no hay país». Es verdad que el libro plantea el drama del monocultivo azucarero, lo que conocimos nosotros, el tiempo muerto; la gran tragedia también fue la nuestra cuando, intentando desesperadamente salir adelante, se planteó la gran zafra azucarera como la que debía romper la coyunda del pasado…”  Fue este  el link anafórico de Eusebio para traer a colación el ineludible balance de luces y sombras en todo tema, en cada análisis.

Y de las sombras, no pudo escabullirse la que escribió páginas desde el batey. “En definitiva, la desgracia mayor ha sido, con la pérdida del batey (…), la pérdida de una de las más importantes tradiciones culturales y científicas de Cuba, porque el ingenio tenía además el archivo, tenía además la documentación, tenía el concepto que permite afirmar categóricamente que no podía ser otro escenario más importante para los grandes debates de la independencia de Cuba y de las luchas por las clases trabajadoras en el tiempo que siguió a la colonia: la República misma nacida de la Enmienda Platt, y la República posterior que llega hasta nosotros y se interrumpe hace 60 años”.

“Fue el ingenio el escenario de las rebeldías —ponderó—, el escenario de la proclamación de la independencia, el escenario del nacimiento de las agrupaciones políticas, el escenario de la batalla (…) de Jesús Menéndez”.

Leal recordó un “detalle” que es brújula y bujía para comprender otros temas que Zanetti y García también enfocan en sus páginas, y es que cuando se publicó este título, había transcurrido ya el centenario de la abolición de la esclavitud.

Valoró, asimismo, cómo los profesores se enfrentaron a la tarea de estudiar el azúcar y sus consecuencias, de abordar  “el ferrocarril como lo que fue: el gran promotor de ese grande e impetuoso desarrollo”.

En este sentido, explicitó que la Oficina del Historiador ha traído a La Habana 42 locomotoras, en un esfuerzo de varios nombres por sacudir del abandono o del quasi-olvido esas moles de hierro. Máquinas que hoy agradecen la lozanía y la dignidad restauradas, como también se les devuelve en la actualidad a  “una de las más bellas estaciones ferroviarias del mundo: la de La Habana.

Y, de vuelta a la publicación, como quien suscribe titulares, resumió: “el libro es el libro indispensable. ¿Por qué caminos nos lleva el ferrocarril? ¿Por qué camino que no sea el del azúcar de caña? Hoy ya no podemos decir que «sin azúcar no hay país», pero cuánto la necesitamos”.

Publicado en Cubaliteraria

http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=20872&idseccion=30

 

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