¿Qué heredamos? ¿Por qué somos como somos? ¿Cómo juzgar el derecho a la voz? ¿Quién y cómo ha contado nuestra historia? Son preguntas que Zaida Capote Cruz intenta responder en su libro Tribulaciones de España en América. Tres episodios de historia y ficción, Editorial Letras Cubanas, 2021, y Premio Alejo Carpentier de Ensayo del mismo año, presentado este sábado 6 de mayo en la calle de madera, de La Habana Vieja, frente al antiguo Palacio de los Capitanes Generales y actual Museo de la Ciudad.
El habitual Sábado del libro contó en su apertura con las palabras del poeta y editor Norberto Codina, quien para empezar citó al ensayista, historiador y profesor Félix Julio Alfonso López, a propósito del volumen de Capote durante la pasada Feria Internacional.
“Detrás de esta pesquisa intelectual, subyace una angustia hermenéutica: ‘la disputa por la hegemonía de la voz narradora, o dicho con otras palabras, la posición de poder que adquiere quien detenta el privilegio de los discursos sobre el pasado. Contar la historia, lo sabemos desde hace muchos siglos, ha sido una prerrogativa de los vencedores y los poderosos”. Se podía parafrasear la conocida sentencia de Stefan Zweig: ‘los vencidos nunca tienen la razón’”.
Asimismo, recordó un fragmento del acta del jurado que otorgó el Premio Alejo Carpentier a Tribulaciones de España en América… (del que formó parte, junto a Félix Julio y Jorge G. Bermúdez): “…se trata de una provocadora lectura variada sobre ‘la novela histórica y los libros del conquistador, la pintura y la prosa costumbrista y el relato múltiple de esa ‘herida profunda’ que representó para los cubanos la Reconcentración de Weyler’, lecturas que conforman ‘los bosques narrativos y espacios simbólicos por donde la autora de este libro se pasea con ingenio, elegancia y solvencia investigativa […] su texto contribuirá todavía más a revelar las preguntas que coloca en su pórtico”.
Para Zaida Capote Cruz, la presentación de Tribulaciones de España en América. Tres episodios de historia y ficción en la calle de Madera es significativa, en tanto “este es un espacio de memoria, de salvamento del patrimonio”. Y dice: “Aquí hemos visto salir a la Plaza de Armas la estatua de Fernando VII durante muchos años expuesta, poco menos que como curiosidad histórica, en el Museo de la Ciudad. Su nuevo pedestal es casi ridículo y los paseantes de La Habana conviven con esa restauración simbólica casi sin notarlo”.
Los cubanos —añade— asumimos otros espacios de discusión o de falta de discusión sobre la herencia cultural española, quizás porque tenemos un contacto casi familiar con España (más que otros países), porque la colonia duró un siglo más.
Al referirse a Memorias de una herida, la tercera parte de su libro, Zaida retomó un comentario de Codina, cuando minutos antes citó una nota publicada en el periódico español El País donde se dice que Weyler era un general liberal, “cuando en realidad fue un sádico.
“Yo me emociono cuando hablo de la reconcentración. Lloraba como una magdalena mientras leía los documentos y testimonios de la época. Me dolía mucho porque una de las zonas más castigadas fue el centro y occidente de la isla. De la que circunda La Habana, en específico de Alquízar y Güira de Melena, es mi familia de principios del siglo XX, y yo pensaba en ella. La gran emigración española a Cuba en esta etapa se debió a que los campos se quedaron yermos, porque la reconcentración dictaba llevar a todo el mundo a las ciudades y la gente moría de hambre y de enfermedades”.
En sus palabras, Zaida también recordó las traducciones de Miguel León Portilla, y ese verso que nunca ha olvidado en el que los indígenas dicen: fue nuestra herencia una red de agujeros.
“Parte del objetivo de este libro es que nuestra herencia no sea una red de agujeros, evitar esos silencios sobre nuestra historia que hay que revisar. Hace falta hacer un museo de la reconcentración. Es impresionante la cantidad de obras que se han escrito sobre ese hecho y, sin embargo, no tenemos un lugar de recordación, de revisión, de contacto con ese periodo.
“Hay jóvenes que han leído mi libro y me han dicho que no tenían idea de lo grave que fue la reconcentración de Weyler en Cuba. Ese trauma histórico tremendo forma parte de nuestra identidad y de lo que explica la forma en que reaccionamos como pueblo ante temas actuales. Nosotros somos sobrevivientes como pueblo de ese gran trauma. Esa y otras huellas están grabadas en nuestra identidad”.
Sobre el primer capítulo, El continente navegante, la autora refirió que trata de cómo ha navegado el continente en la imaginación metropolitana y que trabajó sobre novelas referidas a los episodios de la conquista de América.
“Es impresionante, porque desde que en 1979 Carpentier publicó El arpa y la sombra, hizo escuela con el humor, la burla permanente de las jerarquías de la colonia española, el cuestionamiento de la labor civilizatoria de la llegada de los españoles al llamado nuevo mundo que no era tan nuevo, y casi todas las novelas que versan sobre el tema imitan el tono de Carpentier.
“Y está muy bien reírnos de nuestra propia historia, pero sabiendo lo que está en disputa: cómo y quién la cuenta. Por eso el duelo entre cronistas de Indias —que aun cuando fueron marginales y no enviados de la corona, escribieron desde una posición de dominio frente al invadido— y novelistas latinoamericanos que han creado novelas muy potentes de muy grata lectura”.
En cuanto al capítulo central, Políticas de una práctica cultural, Zaida Capote refiere que hizo una lectura política de los textos literarios. “Ese cruce entre política y literatura es muy evidente en libros de crónicas costumbristas o de artículos de costumbres como se llamaban en la época. Lo hicieron los ingleses, los franceses, los españoles y creo que en Cuba es el primer lugar de América Latina donde se hizo algo así. Se titula Los cubanos pintados por sí mismos, pero como siempre cuando se vive o se escribe en condiciones de opresión, las cosas salen al revés.
“Muchos sus autores eran españoles asentados en Cuba, muchos no eran costumbristas consagrados o que tuvieron éxito en la prensa cubana. Y hay un dilema, y tiene que ver con que la imprenta en Cuba en esa fecha estaba completamente dominada por españoles y los cubanos no tenían derecho a imprimir sus propios periódicos y cuando lo hacían, como ocurrió con El plantel, de Palma y Echeverría, terminaron quitándoselo.
“En alusión a Los cubanos pintados por sí mismos, los escritores cubanos decían que para escribir literatura en Cuba era esencial hablar de cómo se habían mezclado los negros y los blancos, cómo la sociedad cubana vivía sobre las espaldas de los esclavos, como la economía de la esclavitud era fundamental para el desarrollo social y que esos temas prácticamente se esquivan en el libro”.
Tribulaciones de España en América. Tres episodios de historia y ficción, concluyó Capote Cruz, es como un viaje al pasado que intenta explicarlo a partir de esas disensiones y cuáles huellas de ese pasado podemos reconocer en nuestro entorno para reconocernos mejor como nación.
Tomado de Cuba en Resumen
Foto de portada: Octavio Fraga
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