Paco Azanza Telletxiki - Cubainformación - Baraguá.-
“¡Es necesario que Cuba entera sepa lo que ha perdido!
—Armando Hart Dávalos—
“Hoy se le llama ‘el inolvidable Frank País’; para mi, que lo vi una sola vez, es así”
—Ernesto Che Guevara—
“¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado”
—Fidel—
A pesar de su temprana desaparición física –murió sin cumplir los 23 años-, Frank País García acumuló sobrados méritos como para ser hoy y por todos los tiempos recordado y admirado por su siempre agradecido pueblo.
Participante en luchas estudiantiles de la mano del Bloque Revolucionario Estudiantil Normalista –BREN-, de la Federación Local de Centros de Segunda Enseñanza y del Directorio Estudiantil Revolucionario, contribuyó también a la creación de organizaciones de resistencia, tales como Acción Revolucionaria Oriental –ARO- y Acción Nacional Revolucionaria –ANR-, cuya finalidad era la de luchar con las armas para derrocar a la tiranía. La primera devino en la segunda y, posteriormente, la militancia de la ANR con Frank a la cabeza, se integró en el Movimiento Revolucionario 26 de Julio; pero esto último fue un poco más adelante.
El 10 de marzo de 1952, con tan solo dieciocho años -nació en Santiago de Cuba el 7 de noviembre de 1934-, y luego de conocerse el golpe militar asestado por Fulgencio Batista, Frank se personó junto a otros jóvenes compañeros en el cuartel Moncada, ya que el jefe de la fortaleza aún no se había plegado a los golpistas. El propósito de la visita no fue otro que el de recabar información sobre el nefasto acontecimiento y pedir armas –que no les fueron entregadas- con las que oponerse al golpe.
Poco más de un año después, tras el asalto al Moncada y una vez concluidos los combates, Frank, acompañado de Pepito Tey –martir del Alzamiento del 30 de Noviembre junto a Tony Alomá y Otto Parellada-, recorrió la zona con la esperanza de encontrar supervivientes para tratar de ayudarlos.
Como todo el mundo sabe, Fidel y todos los moncadistas que fueron detenidos y no asesinados pasaron por la cárcel de Boniato –Frank llegó a elaborar un plan con el objetivo de liberarlos, pero no pudo llevarlo a la práctica por falta de medios- para después del juicio –en octubre de 1953– ser trasladados al presidio Modelo de la antigua Isla de Pinos. La gran movilización del pueblo hizo que en mayo de 1955 fueran amnistiados.
No había pasado el tiempo en vano. Al salir de prisión, Fidel sumó al Movimiento a muchos revolucionarios de origen diverso; entre ellos, como ya he comentado unas líneas más arriba, a Frank País. Una de las fundadoras del 26 de julio en Santiago de Cuba –Maria Antonia Figueroa- le había hablado a Fidel acerca de Frank, y el máximo líder del Movimiento le encomendó que le invitara a formar parte de la dirección en Oriente.
Durante 1956, Frank País viajó un par de veces a México, la primera en el mes de agosto. Allí se entrevistó con Fidel, que ya preparaba la expedición del “Granma”. En el país azteca fue que se conocieron. A Fidel, Frank le causó una muy buena impresión. En carta dirigida a Maria Antonia Figueroa le reveló su admiración por el joven santiaguero: “He podido comprobar todo cuanto me habían dicho sobre las magníficas cualidades de organizador, el valor y la capacidad de Frank. Nos hemos entendido muy bien”.
David, que ese era el nombre clandestino de Frank, regresó de México como delegado nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y jefe de Acción, jefatura que ostentó hasta que un desgraciado día de verano las balas asesinas acabaron con su vida.
Confirmada la partida de Tuxpan del yate “Granma”, se ultimaron los preparativos para el Alzamiento en Santiago de Cuba. Como consecuencia de diversos contratiempos, el alzamiento y el desembarco no pudieron coincidir en el tiempo, que era lo que se esperaba, y tampoco los resultados fueron del todo los deseados. Pero lo que sí quedó claro era que la Revolución, imparable, ya estaba en marcha.
Durante aquellos angustiosos días y bajo la dirección de Frank País, en Santiago de Cuba y sus alrededores se intensificaron las acciones y sabotajes. Como tarea urgente, tras el Alzamiento del 30 de Noviembre, Frank se dedicó incansablemente a la reorganización del M-26-7, estructurando las milicias clandestinas en todo el país, y a ayudar al débil todavía pero ya naciente Ejército Rebelde. David envió personal -50 efectivos en el primer refuerzo, en marzo de 1957- y suministró armas y medicinas a los combatientes de la Sierra Maestra.
El día 9 de ese mismo mes fue detenido, pero las ganas que tenían los captores de liquidarlo no fueron satisfechas de inmediato, y luego, conocida su detención, la movilización popular evitó que fuera asesinado. A Frank lo juzgaron junto a los expedicionarios del “Granma” detenidos tras el desembarco, y los compañeros también detenidos por el alzamiento del 30 de Noviembre. Frank fue absuelto en mayo de 1957, reanudando de inmediato sus actividades revolucionarias al frente del Movimiento en el llano.
Lamentablemente, no pasó mucho tiempo sin que la muerte, esta vez con éxito, saliera a su encuentro. El 30 de junio, su hermano menor cayó combatiendo en Santiago de Cuba junto a sus compañeros Salvador Pascual y Floro Vistel; Josué fue rematado por los esbirros estando ya detenido y herido.
Justo un mes después, el 30 de julio, Frank fue nuevamente detenido junto a su compañero Raúl Pujols. En esta ocasión los esbirros si consiguieron saciar su sed asesina. Los golpearon a los dos, y dos cuadras y media más abajo del lugar de la detención los bajaron del carro donde los llevaban para, a boca de jarro, asesinarlos en aquel Callejón del Muro.
Como no podía ser de otra manera, los compañeros de Frank siempre valoraron muy positivamente su trabajo. Basta citar algunos ejemplos: El Che lo conoció en una de las visitas que David hizo a la Sierra Maestra; su testimonio es sin duda elocuente: [Frank era] “uno de de esos hombres que se imponen en la primera entrevista […] sus ojos mostraban enseguida al hombre poseído por una causa, con fe en la misma; y además, que ese hombre era un ser superior. Hoy se le llama ‘el inolvidable Frank País’; para mi, que lo vi una sola vez, es así”.
Armando Hart Dávalos se pronunció de esta manera: “¡Es necesario que Cuba entera sepa lo que ha perdido! El 30 de julio de 1957 fue asesinado un cubano de la estirpe de Mella, Martínez Villena o Antonio Guiteras. No era más pequeño, pero como ellos, no pudo ser mayor”.
Y estas opiniones no eran únicamente fruto de la reacción sentimental que, independientemente de la real valía del fallecido, habitualmente esgrimimos cuando se trata de una persona cercana y querida, porque, días antes de que Frank cayera asesinado, el fragmento de una carta suscrita por Fidel y todos los oficiales del Ejército Rebelde decía lo siguiente: “En cuanto a la Sierra, cuando se escriba la historia de esta etapa revolucionaria, en la portada tendrán que aparecer dos nombres: David –Frank País- y Norma –nombre clandestino de la heroína ya fallecida Celia Sánchez Manduley.
Un día después del asesinato, Fidel, embargado por la indignación y el dolor infinito, en carta dirigida a la ya mencionada Celia, calificaba a Frank como “el más valioso, el más útil, el más extraordinario de nuestros combatientes”. Y añadía más adelante: “¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado”.
Frank País se había ganado, sin duda, el cariño y la admiración de sus compañeros de lucha y de todo el pueblo. A pesar de su juventud y de haber vivido los últimos años de escondite en escondite, siempre clandestino y desde donde dirigía las acciones de toda Cuba, en la Ciudad Héroe todos le conocían.
Tras conocerse la noticia de su asesinato, el pueblo se lanzó a la calle, declarándose de manera espontánea en huelga general. El cuerpo sin vida de Frank País fue vestido con el uniforme verde olivo y el brazalete negro y rojo del Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Con flores, banderas cubanas y del M-26-7 fue acompañado por una emocionada e indignada multitud hasta el cementerio de Santa
Ifigenia. Mientras tanto los esbirros dejaron hacer, no se atrevieron ni a asomar la cabeza desde sus siniestras estaciones y cuarteles, sorprendidos por la rebelde y contundente respuesta de todo el pueblo. Los asesinos estaban atemorizados, sin duda, por la enorme dimensión que alcanzaron las protestas provocadas por su propio crimen.
El primero de enero de 1959, el Ejército Rebelde, que Frank tanto ayudó a crear y desarrollar, entró a Santiago de Cuba y proclamó la victoria.
(Baraguá)
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