Artur González / Heraldo Cubano.-  Mucho se ha escrito sobre la conocida Crisis de los misiles soviéticos instalados en Cuba (octubre de 1962) y se culpa a la URSS y a Cuba de haber puesto al mundo al borde de una guerra nuclear. Sin embargo, no se analiza de igual forma la instalación por Estados Unidos de misiles balísticos con ojivas nucleares en Italia y Turquía, entre 1958 y 1959, bajo la administración de Dwight D. Eisenhower, con el objetivo de poner a su alcance las principales ciudades soviéticas, incluidas Moscú y Leningrado.


Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), los misiles PGM-19 Júpiter, tenían un alcance de 2.400 kilómetros y cada proyectil podía transportar una ojiva nuclear de 1,44 megatones equivalente a 100 bombas nucleares de la llamada “Little Boy”, lanzada sobre Hiroshima.

Aquellos emplazamientos cerca de las fronteras soviéticas no crearon la crisis, al borde de una guerra nuclear, que Estados Unidos desató en 1962 por los misiles instalados en Cuba, porque los dueños del planeta tierra se sienten con el derecho de hacerle a otros lo que no permiten que les hagan a ellos.  

Tampoco se divulga la verdad de cómo conoció Washington la presencia de las 24 plataformas de lanzamiento para los cohetes balísticos de alcance medio R-12 y R-14, bajo la dirección de oficiales y soldados soviéticos, pues se afirma que fue a través de los vuelos de espionaje que hicieron los aviones U-2, cuando violaban el espacio aéreo cubano.

Las fotos tomadas por esos aviones espías solo les permitió conformar el escándalo internacional y acusar a la URSS, cuando tres años antes Estados Unidos ya tenía instalados los misiles nucleares a las puertas de Moscú.

Realmente los yanquis conocieron de la información sobre los misiles en Cuba mucho antes del 15 de octubre de 1962, y se las hizo llegar el coronel Oleg Penkovsky, del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética (GRU), quien en julio de 1960 se había ofrecido voluntariamente a trabajar para la CIA, cuando se acercó en Moscú a unos estudiantes estadounidenses y les entregó un paquete para hacerlo llegar a la CIA.

En aquel momento fue rechazado, al sospechar los oficiales yanquis que era un agente enviado por el KGB. Ante esa negativa, el coronel traidor se acercó a la inteligencia británica (MI6), mediante un encuentro con el comerciante británico Greville Wynne y fue aceptada su colaboración. Durante los siguientes dieciocho meses, Penkovsky proporcionó valiosas informaciones de contenido militar a los oficiales del MI6 que lo atendían en Moscú y durante sus viajes de trabajo al exterior.

Debido a la coalición con Estados Unidos, la inteligencia británica estaba obligada a compartir las informaciones con la CIA y finalmente tuvieron que entregarles la atención del agente, aunque Wynne siguió como enlace del espía con el MI6.  

Penkovsky fue realmente quien informó de la presencia de los misiles soviéticos en Cuba y del volumen del arsenal nuclear soviético, que resultó ser mucho menor de lo estimado por los especialistas de la OTAN. También entregó los planos y la descripción de los sitios de lanzamiento de los misiles instalados en la Isla. A partir de esa información, la CIA pudo identificar con certeza los emplazamientos captados por los aviones espía U-2, en las fotografías tomadas durante sus ilegales vuelos sobre el territorio cubano.

¿Por qué Cuba aceptó la presencia de los misiles soviéticos?

La causa de esto no se menciona en las campañas mediáticas fabricadas y divulgadas por la prensa occidental, debido a las violaciones de las leyes internacionales ejecutadas por Estados Unidos contra la pequeña isla del Caribe.

Desde 1959 la administración del presidente Dwight Eisenhower desplegó, de conjunto con la CIA, una amplia agenda política dirigida a derrocar el gobierno de Fidel Castro, al no poder impedir su victoria como tenían previsto.

Con sus planes subversivos iniciaron las primeras acciones de la guerra económica, comercial y financiera, la propaganda contrarrevolucionaria con la creación de una radioemisora ubicada en la Isla Swan en Honduras y artículos de prensa organizados por la USAI; la organización y financiamiento de grupos armados dentro de Cuba contrarios al nuevo gobierno de Fidel Castro; sabotajes a las instalaciones económicas y civiles; infiltración de espías; ataques piratas contra pueblos costeros y centros industriales; la quema de campos de caña de azúcar; intentos de asesinato a los principales líderes revolucionarios; y violaciones al espacio aéreo y naval por aviones y buques de guerra estadounidenses.

Además de estas acciones, la CIA puso en ejecución el plan para una invasión militar con mercenarios cubanos emigrados, derrocada en menos de 72 horas y que John F. Kennedy como nuevo presidente de Estados Unidos asumió, espina que nunca soportó.

La respuesta de Kennedy fue la organización del Grupo Especial Ampliado del Consejo de Seguridad Nacional, para trabajar en el derrocamiento de la Revolución cubana bajo el Proyecto Cuba (Operación Mangosta), aprobado oficialmente en febrero de 1962, que incluyó una invasión con la participación del ejército estadounidense y la intensificación de las operaciones de sabotaje para impedir el desarrollo económico cubano.

El 13 de marzo de 1962, el Jefe de la Junta de Jefes del Estado Mayor, L.L. Lemnitzer, firmó un memorando dirigido al Secretario de Defensa, clasificado “Top Secret, Special Handling, Noforn”, donde le remitía un documento para ser trasladado al Jefe de Operaciones del Proyecto Cuba, con varias operaciones particulares que podían realizarse para justificar la intervención militar de los Estados Unidos en Cuba, posterior a un período de tensiones entre esta y los Estados Unidos, donde estos últimos, después de “sufrir” un buen número de acciones punitivas por parte de Cuba, no tenían otra salida que intervenir militarmente. 

Kennedy disponía de importantes informaciones facilitadas por el espía soviético, situación que colocaba a los Estados Unidos en una posición privilegiada para cualquier acción contra Cuba. 

Informes de la CIA estiman que, entre abril de 1961 y octubre de 1962, Oleg Penkovsky entregó secretamente más de 110 rollos de fotografías, tomadas con una mini cámara. Los microfilms eran enmascarados en cajetillas de cigarrillos, cajas de dulces u otro tipo de envoltorios que dejaba en lugares previamente acordados y recogidos por oficiales de la CIA en Moscú.

Se estima que el espía, a parte de los rollos de fotografías, sostuvo unas 140 horas de entrevistas personales con los oficiales del MI6 y la CIA durante sus viajes de trabajo al exterior, que después de traducidas arrojaron cerca de 10.000 páginas de informes de inteligencia.

Los datos aportados a Estados Unidos posibilitaron que, a partir del mes de mayo de 1962, sus aviones de guerra realizaron más de 150 sobre vuelos a buques mercantes soviéticos que navegaban hacia Cuba y unas 20 naves de la Armada Naval yanqui sometieron a interrogatorios o intentaron atemorizar a los marinos soviéticos, según publicaciones cubanas de la época.

Gracias a Penkovsky, Estados Unidos estaba al corriente de las negociaciones entre Moscú y La Habana sobre la instalación de los misiles. Entre julio y agosto de 1962 la aviación estadounidense realizó 72 violaciones del espacio aéreo cubano, para espiar lo que sucedía en la Isla, unido a la presencia de varios submarinos en las aguas territoriales.

La invasión a Cuba estaba en camino. Por esa razón, el 7 de septiembre de 1962 el presidente J. F. Kennedy pidió al Congreso autorizar el llamado de 150,000 reservistas y el Comando Táctico Aéreo organizó un grupo de trabajo para la preparación de un plan de contingencia, ante una posible agresión a Cuba.

El 18 de septiembre el ex vicepresidente Richard Nixon exigió una cuarentena a los mares de Cuba y el Comando Aéreo Táctico concluyó sus planes de contingencia previstos para una invasión militar a la Isla.

Todo estaba preparado para la invasión y supuestamente no se habían descubierto los misiles.  La Unión Soviética detectó el plan de invasión militar inminente y se lo notificó a Cuba. ​

Ante estos elementos expuestos, el gobierno cubano tenía todo el derecho de defenderse y aceptar la instalación de los misiles, porque ya Cuba había sufrido una invasión militar de mercenarios cubanos organizada por la CIA con la autorización del presidente Eisenhower, pero una agresión militar del ejército yanqui era harina de otro costal, aunque los cubanos no se atemorizaron y con valentía enfrentaron la difícil situación, dispuestos a dar la vida por la libertad de la patria.

Penkovsky fue detenido por la KGB el 22 de octubre de 1962, juzgado por traición y sentenciado a pena de muerte en mayo de 1963.

Esta verdad se omite y fue la causa para aceptar los misiles en Cuba.

Exacto fue José Martí cuando expresó:

“Con la resolución indudable del pueblo cubano, es imposible la derrota”.

 

 

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