Inicialmente publicado en Mediapart.
Es cierto que existe algo que une a Rubio, Wiles, Waltz y otros del grupo gobernante: su desprecio y rabia contra Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros países contestarios de la región a los designios del imperio. En ello Rubio ha sido voz cantante e impulsor de medidas punitivas...
Hernando Calvo Ospina
Marquito, "Little Marco", fue uno los términos que usó Donald Trump para burlarse de Marco Rubio durante las primarias republicanas del 2016. También lo trató de "hazmerreir" (“laughing stock”).1 Menospreciando la capacidad de Rubio como senador, dijo: “es un peso ligero al que no contrataría para dirigir una de mis empresas más pequeñas."2 Rubio le respondía con otros insultos.
Desde los primeros momentos de aquella primera presidencia, Trump empezó a comportarse como si fuera un terrateniente y Estados Unidos su hacienda. Mientras que el mundo le debía obediencia o amenazaba con todo tipo de chantajes, incluída la opción del poderío militar, al que presentaba como si fuera su pistola de "cowboy". Rubio se dio cuenta que Trump podía arrazar a quien se le pusiera enfrente, por lo cual se propuso demostrarle que quería ser su aliado y que las ofensas de campaña eran cosa olvidada, poniendo a su servicio las posibilidades en lo internacional que tenía como presidente del Comité de Inteligencia y miembro del Comité de Relaciones Exteriores, ambos en el Senado. En el 2024, durante la campaña presidencial, a Rubio le faltó poco para ponerse a los pies del patrón y jurarle lealtad.
Eso, y la posibilidad de manipularlo a su gusto, llevó a Trump a nombrarlo jefe del Departamento de Estado. Otras personas tenían muchas más cualidades y capacidades para el cargo, pero no eran maleables.
Trump nombró a varios "enviados especiales" para casos muy delicados en política exterior y que no deben darle cuentas a Rubio: solo a él. Entre ellos están Keith Kellogg, general retirado, designado Enviado Especial para detener la guerra entre Ucrania-OTAN y Rusia. Mauricio Claver-Carone, de origen cubano, quien fuera destituído como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, es Enviado Especial para América Latina, con la función de "restablecer el orden" en la región.3
El otro "Enviado" que debe soportar Rubio es Richard Grenell, ex embajador en Alemania; director interino de Inteligencia Nacional; enviado especial en las negociaciones de paz entre Serbia y Kosovo, cargos ocupados durante el primer gobierno Trump. Además pasó 8 años como portavoz de EE.UU dentro del Consejo de Seguridad de la ONU, en el gobierno de George W Bush. Trump le tiene una inmensa confianza: "Ric trabajará en algunos de los lugares más conflictivos del mundo, incluyendo Venezuela y Corea del Norte”; "Ric continuará luchando por la paz a través de la fuerza, y siempre pondrá a Estados Unidos primero", dijo Trump al nominarlo. Y su primera misión fue ir a negociar varios temas con el gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro. Es de anotar que entre estos países no existen relaciones.4
Rubio también tiene enfrente a otros personajes que le pueden discutir o frenar decisiones que quisiera tomar por su cuenta: la estratega Susie Wiles, jefa de gabinete, quien trabajó para el presidente Ronald Reagan, siendo la primera mujer en ocupar este cargo en la historia de Estados Unidos; así como el congresista conservador Mike Waltz, nombrado consejero de seguridad nacional, cuya empresa de mercenarios formó fuerzas especiales en Afganistán, además de tener experiencia en comités de seguridad nacional y relaciones internacionales. Estas dos personas también son de Florida como Rubio.
Todas ellas, más otras menos conocidas, trabajarán para las formulaciones y decisiones de la política exterior de Trump. Y como parece ser el diseño del presidente, en todas las discusiones y decisiones de alta política internacional no debe participar Rubio, solo en sus ejecuciones.
Y es que ante ese grupo principal del poder real en Washington, el jefe de la diplomacia carga con un estigma que no juega a su favor en una administración racista y xenofóbica: por más que se ha esforzado, Rubio no ha dejado de ser latino. "Little Marco" no es de origen europeo, y ni siquiera es millonario. No pertenece al "supremacismo blanco".
Es cierto que existe algo que une a Rubio, Wiles, Waltz y otros del grupo gobernante: su desprecio y rabia contra Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros países contestarios de la región a los designios del imperio. En ello Rubio ha sido voz cantante e impulsor de medidas punitivas.
Ante el aparente principal problema de esta administración, los migrantes, Rubio tuvo esta salida. El 2 de febrero realizó su primera gira como jefe del Departamento de Estado. Dos días después dio una demostración de desconocimiento, real o voluntario, de la realidad histórica del continente. Dijo en San José, capital de Costa Rica: "En mi opinión, esos tres regimenes que existen en Nicaragua, Venezuela y Cuba son enemigos de la humanidad, y han creado una crisis migratoria. Si no fuera por esos tres regimenes no hubiera una crisis migratoria en el hemisferio. Ellos lo han creado porque sus sistemas no funcionan".5
A Rubio no le enseñaron, y tampoco le importa saber, que quienes buscan llegar a Estados Unidos tienen como objetivo, sin saberlo, el obtener con su trabajo algunas migajas de lo que Washington viene robando desde el siglo XIX en América Latina y el Caribe. La pobreza de cientos de millones de seres es debida a la rapiña estadounidense, en unión con las oligarquías nacionales. Esta es la principal causa de la migración. Ignora, parece, que detener esas "crisis migratorias" es muy simple: dejar que los pueblos vivan de sus propias riquezas. Que si Estados Unidos necesita de ellas, que pague lo que valen.
Lo otro que ha creado crisis migratorias son los cercos económicos que Washington ha impuesto a Cuba y Venezuela, principalmente, que impiden su normal desarrollo, buscando arrodillar y vencer a esos pueblos por hambre.
Es cierto que a Rubio y su pandilla les queda imposible entender que existe un sólo enemigo para la humanidad entera, pues son parte: el sistema de Estados Unidos de Norteamérica.
Desde finales del siglo pasado, cuando Marco Rubio necesitó los votos en Miami para sus ansias electorales hechó mano del discurso "anticastrista", expectorando contra el "regimen" y la "dictadura" en Cuba. Sus padrinos de la Fundación Nacional Cubano Americana y el Clan Bush se lo dijeron, y así lo hizo. Entonces la Revolución cubana se le volvió un medicamento para vivir. Pero luego llegaron Hugo Chávez en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Kirchner en Argentina, Evo en Bolivia... El "hazmerreir" habló más duro y los intereses del poder en Washington se dieron cuenta que existía.
Cuba seguía siendo su obsesión y forma de acumular votos y dinero, lo que vio casi en el piso cuando el presidente Barak Obama y el dirigente cubano Raúl Castro anunciaron el acercamiento entre las dos naciones, 17 de diciembre de 2014. Desde 1961 Washigton había roto relaciones con la isla revolucionaria. Así se levantó una pequeña parte, pero importante, del bloqueo impuesto a Cuba.
Cuando Trump llegó a la Casa Blanca, enero 2017, ya tenía en el escritorio un cúmulo de órdenes ejecutivas a firmar. Entre las primeras, ya anunciadas por él, daban marcha atrás a lo avanzado por Obama con Cuba: llevaban la redacción de Marco Rubio y su grupo de cubanoamericanos extremistas de Florida.
La administración Trump, vía Marco Rubio, dispuso medidas económicas y políticas que ningún otro presidente estadounidense se había atrevido contra Cuba: casi 300. Estas no sólo iban contra la salud y la alimentación del pueblo cubano: contra las normas del comercio internacional, al castigar triplemente a quienes comercializaran con Cuba. Europa, como casi siempre, aunque afectada prefería callar o apoyar a Washington. La pérfida maldad de este gobierno, impulsado por Rubio y otros senadores cubano-americanos, llegó a negarle la posibilidad de adquirir oxigeno y otros productos necesarios para enfrentar al Covid-19. No contento con ello se puso a Cuba en la lista de países que apoyaban al terrorismo internacional, lo que le cerraba mucho más cualquier posibilidad de relaciones comerciales con el mundo, empezando por la compra de alimentos, medicinas y petróleo.6
Llegó Joe Biden a la presidencia. Nada cambió contra esa cascada de leyes ejecutivas dictadas contra Cuba por Trump. Solo seis días antes de entregar el gobierno a Trump levantó algunas. De nuevo, en enero 2025, Trump firmó las leyes ejecutivas, redactadas por Rubio, que tumbaban lo poquito realizado por Biden, quien había sacado a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo.
En noviembre 2024, ya nombrado por Trump jefe de la diplomacia estadounidense, Rubio había expresado con orgullo: "En los últimos diez años, ningún senador le ha hecho más daño al régimen cubano que lo hecho por mí y Mario Díaz Balart [otro senador de origen cubano, de Florida]. Cuando Trump fue presidente todo lo que hizo contra ese régimen, que han sido las medidas más fuertes que hemos visto de cualquier presidente, fue un plan diseñado directamente por nosotros sentados en la Casa Blanca".
El enfermizo mental, Marco Rubio, en su afán por darle a Trump esta joya que han anhelado 13 presidentes de EE.UU, desde Dwight D. Eisenhower hasta Joe Biden (y ya se perdió la cuenta de cuántos secretarios de Estado), está decidido a lo que sea por rendir a los cubanos revolucionarios por hambre y enfermedad.
Sus referencias sobre Cuba en cualquier medio de prensa, pero principalmente estadounidense, son llenas de una retórica locuaz, pero siempre repletas de inexactitudes y mentiras. Y ¿a quién le importa, si es Cuba? A pesar de ser siempre el mismo discurso. Por ejemplo, en 2019, cuando Miguel Díaz-Canel fue elegido presidente de Cuba, después de reemplazar a Raúl Castro, dijo que era la "cara de un régimen opresivo que viola los derechos humanos y socava el orden democrático en nuestra región”. Después de la segunda reelección de Díaz-Canel, 2023, la que calificó de ilegítima, Rubio dijo que la isla estaba bajo una “tiranía criminal marxista”. Palabras y palabras que se repiten y repiten después de 60 años, pero que siempre logran calar en los mismos medios de prensa, que las repiten y repiten después de sesenta años.
Al preguntarsele a Marco Rubio si viajaría a La Habana para alguna posible negociación, respondió a la cadena Fox News que iría solo para discutir "cuando se iría" la dirección de la Revolución.7
Ante ello, el jefe de la diplomacia Cubana, Bruno Rodríguez Parrilla, dijo en un comunicado : “Se quedará con las ganas. No podrá conocer Cuba, país del que no sabe absolutamente nada.”8
Es una realidad, y será muy cierta: con las medidas económicas como las pretendidas por la administración Trump contra Cuba, Venezuela y Nicaragua; más las presiones que ya se realizan para que los otros países latinoamericanos y del Caribe incrementen el neoliberalismo económico, aumentaría considerablemente la pobreza. Así, los objetivos de parar la migración hacia Estados Unidos será solo un sueño de ignorantes: los pobres deben ir a buscar el lugar donde parece que está la comida...
(Artículo anterior sobre el tema: Marco Rubio, el pequeño Trump | Le Club)
NOTAS:
4) Trump anuncia a Ric Grenell como enviado presidencial para misiones especiales | CNN
6) https://cnnespanol.cnn.com/2015/04/15/entrevista-con-marco-rubio-en-directo-usa-transcripcion/
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