Mariela Pérez Valenzuela - Revista Mujeres.- Infelizmente transcurre un año, un quinquenio y siempre que escribo acerca de la mortalidad materna y sus causas parece que el tiempo se hubiera detenido en un escenario empeñado en no variar, en el que las escenas de dolor se repiten a diario para miles de mujeres, quienes por disimiles causas, la principal la pobreza, fallecen por complicaciones durante el embarazo y el parto.


Que bueno podría ser cambiar lo que debiera tener un desenlace feliz. Sin embargo, cuan difícil es lograrlo en un mundo tan desigual, en el que pese al esfuerzo de algunos gobiernos para revertir las altas cifras de muertes maternas, en pleno siglo XXI, año 2013, fallecieron 289 mil mujeres y niñas gestantes, fundamentalmente en países del Sur.

La información la dio a conocer la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un reciente reporte en el que indica que el 60% de esos decesos ocurrieron en India, Nigeria, República Democrática del Congo, Etiopía, Indonesia, Pakistán, Tanzania, Kenya, China y Uganda.

Mientras, respecto a su población África Subsahariana se mantiene como la región con mayores riesgos de inconvenientes en el embarazo y el parto, señala el documento de la OMS.

A diferencia de lo apreciado en Europa, donde una de cada tres mil 300 europeas enfrenta la posibilidad de morir en ese momento de su vida, la cifra se dispara peligrosamente en África, donde en esa situación se encuentra una de cada 40 niñas de 15 años.

Para Geeta Rao Gupta, directora ejecutiva adjunta de Unicef, “los números reflejan lo desigual que es el progreso en el planeta”.

Sin ánimo de desviarnos del tema, los números, tan fríos pero tan necesarios como una brújula, también son un indicador de las diferencias entre el Norte desarrollado y el Sur en otro sinnúmero de cuestiones.

A pesar de que es inadmisible que una sola gestante muera por complicaciones innecesarias, el informe de la OMS destaca que la mortalidad materna se ha reducido un 45 % desde 1990, cuando fallecieron 523 mil mujeres. Veinticuatro años han pasado desde entonces, casi nada. ¿Cuánto más, pregunto, habrá que esperar para poner punto final a esta pesadilla?

Otra investigación de la OMS dada a conocer esta semana menciona entre las causas que provocan casi el 30% de la mortalidad materna las afecciones preexistentes como diabetes, infección por VIH, malaria y obesidad, cuyo impacto, dice, puede ser mayor con el embarazo.

Sin embargo, sabemos que hay otras, incluso que influyen más directamente en estos altos índices de mortalidad. En primer orden la pobreza, a la que le siguen la ausencia e inaccesibilidad a servicios de salud adecuados, la falta de prevención, el desconocimiento y la emigración de personal calificado a países del Primer Mundo.

La falta de personal especializado conspira contra la salud de estas personas, necesitadas de asistencia durante esa etapa de la vida y su culminación, la llegada del bebé.

Otros motivos son las hemorragias —comunes en África y Asia, según expertos—, el estado general de salud de las embarazadas, incluyendo sus niveles nutricionales, así como las tradiciones que en muchas ocasiones prohíben la atención post-parto.

Para nadie es desconocido que para las naciones pobres será imposible cumplir con uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, fijado por los líderes mundiales en el año 2000, y que está relacionado con la reducción en tres cuartas partes del número de muertes por dificultades en la gravidez y en el momento del nacimiento para el 2015, con respecto a los niveles de 1990.

En resumen, al igual que hace un año, un quinquenio, una década atrás, las mujeres continúan muriendo de forma innecesaria debido a los deficientes sistemas de salud y a la carencia de fondos para impulsar proyectos orientados a la formación de médicos, campañas de prevención, atención a las gestantes y hasta situaciones relacionadas con complicaciones derivadas de la anestesia.

Pero más que todo a la falta de voluntad de algunos gobiernos con recursos y posibilidades para ayudar a las naciones pobres, en este caso en la creación y desarrollo de programas de salud que ayuden a evitar que miles de mujeres mueran cada año con la ilusión de conocer a su bebé.

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