A Ambrosio Fornet agradece María Elena Llana —a quien, a punto de cumplir sus 88 años de edad, le acaba de ser otorgado el Premio Nacional de Literatura— la publicación de su primer libro. Ella lo había presentado al Premio Casa de las Américas en 1964, y “como es natural no me gané nada”. Pero el poeta Roberto Branly, su esposo de entonces, la había animado a no desdeñar la oportunidad.


No supo, al cabo, que había resultado finalista en el evento, hasta que un día Branly en diálogo con Fornet —que formó parte de aquel jurado— descubrió que este se había interesado por el volumen de María Elena. Así, arrimados el talento y las alianzas, bajo el umbral sapiente de Ambrosio, La reja, de Ediciones R, vio la luz al año siguiente.

María Elena, sin embargo, no asistió a la presentación del libro. Sus trajines como periodista en Prensa Latina estrechaban la mayor parte de sus horas. Poca atención le prestó en ese momento a su afición literaria, pero fue el cuento fantástico ‘Nosotras’, uno de los incluidos en La reja, el que le hizo reenfocar su atención, cuando este apareció en la primera antología que se hizo del cuento cubano. “Y esa fue mi verdadera entrada a la literatura”.

Tenía en esa época unos 29 años y ya sabía que los cuentos fantásticos eran su escritura preferida. Siempre fue una niña muy solitaria (no tenía hermanos ni había otros niños en casa) y recuerda que la lectura comprendió sus primeros aprendizajes y refugios.

No cree —sin embargo— que ningún autor en específico haya influido en su predilección literaria ni temática, pero que si a alguien agradece es al cubano Félix Pita Rodríguez y a su cuento “Alarico alfarero”, pues le hizo vislumbrar la validez de este tipo de literatura.

María Elena tiene mucho que contar, no solo por estar muy cerca de las nueve décadas de vida: es una narradora inagotable y las historias le brotan a todo pasto. Y justo en los últimos tiempos, cuando algunos males del cuerpo le han estado agraviando el alma y ese ánimo resuelto que la ha distinguido, le llega la noticia del Premio Nacional de Literatura. Por eso, asegura:

—No me voy a morir ahora, pensarían que fue por la emoción.

Y es cierto, los achaques se le han apocado ante tantas llamadas de amigos, homenajes a los que tiene el compromiso y el placer de atender, colegas periodistas que le tocan a la puerta. Yo he sido una de ellos, y tengo una larga entrevista por escribir: conversamos más de cuatro horas y de ninguna manera voy a renunciar a contar lo que ella me ha contado.

Pero mientras concibo ese texto, leo algunos de sus cuentos, y busco por aquí y allá cómo ha sido la vida de esta mujer que sin prejuicios ha sido una apasionada (sin distinción) del periodismo y la literatura a la misma vez, he querido escribir estas breves líneas para homenajearla también por su 88 cumpleaños, el próximo día 17 de enero.

No voy a hablar ahora de su curriculum vitae, como suele decirse; serán numerosas las ocasiones para recordar cuan meritorio es el reconocimiento para esta escritora empedernida y llana (tal como se apellida). Solo pienso ahora —a propósito de revivir la superfluidad de su imaginación y talento estético— en el cuento “La novia”, que incluye el volumen De pájaros invisibles y otros cuentos (valga la redundancia).

Tomado de Cuba en Resumen

 

 

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