La periodista y escritora María Elena Llana recibió este miércoles 17 de enero un homenaje en la sede de Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) por haber sido merecedora del Premio Nacional de Literatura 2023 y por su cumpleaños 88 (que celebra hoy); un dos en uno que auspició la presidencia de la organización de acuerdo con la delegación Asesores a la que pertenece la agasajada.


En unas palabras introductorias, la colega Lídice Valenzuela recordó algunas de las cualidades y derroteros de María Elena. La protagonista le siguió en la palabra y narró momentos de su quehacer en el ejercicio del periodismo desde que se graduó en la escuela Márquez Sterling.

Entonces yo no sabía —dijo— que el periodismo era una carrera ideológica.

Contó, además, que enseguida comenzó a trabajar en el periódico Alerta donde fue muy bien acogida, y que hacía turnos de redacción en una época en que la mayoría de las graduadas de la profesión no ejercían de esa manera o colgaban sus títulos y se quedaban en sus casas.

Cuando Alerta se convirtió en Revolución, María Elena continuó allí durante un año más. Luego pasó por el Noticiero de Televisión, por Radio Reloj, escribió un programa radial que se llamó “Historias apasionadas” (y muchos más), trabajó en el periódico La tarde, en Prensa Latina, dirigió la revista Cuba, publicación con la cual colaboró —asegura— toda la gran intelectualidad cubana.

Mucho antes había empezado a escribir cuentos “para ella”, porque en medio del fragor revolucionario de la época pensaba que sus temas preferidos eran frívolos. Casas del Vedado (Editorial Letras Cubanas, 1983), su segundo libro, obtuvo el Premio de la Crítica; La reja (Ediciones R, 1965), fue su acceso al mundo de la escritura de ficción.

A estas obras se suma una pródiga producción literaria: Castillo de naipes (Ediciones Unión, 1999); Ronda en el malecón (Ediciones Unión, 2005); Apenas murmullos (Editorial Letras Cubana, 2005); En el Limbo (Editorial Letras Cubana, 2009); De pájaros invisibles y otros cuentos (Editorial Popular, Madrid,2009); Domicilio habanero (Cubanabooks, 2014); Tras la quinta puerta (Ediciones Unión, 2015), El cristal (Ediciones La luz, 2016). Ha incursionado en la literatura para niños y jóvenes con las novelas Sueños, sustos y sorpresas y Desde Marte hasta el parque, publicadas por la editorial Gente Nueva en 2012 y 2015, respectivamente.

Sin perder el sentido de cada ejercicio, en esas idas y vueltas entre el periodismo y la literatura, de cierta manera sus destrezas le desdibujaron las fronteras que existen entre ambos. En esencia, supo “mezclar los conocimientos de la técnica periodística con el halo literario”, junto a su devoción por llevar a la expresión de sus ideas los recursos del idioma.

Ella hubiera podido seguir contando anécdotas toda la mañana —de donde la botaron, de dónde se fue, dónde quiso estar, cuántas veces se casó, cuáles de sus esposos eran periodistas y cuáles escritores—, pero el tiempo apremiaba entre los números musicales que esperaba dedicarle el cantante invitado, una reunión que el grupo tenía prevista a continuación, y un pique del kake por sus 88. Solo un par preguntas, de esas que nunca faltan en este tipo de encuentros, alargó el diálogo unos instantes más:

—“Qué hace María Elena ahora?

—Esperar al médico preciso que alivie mis dolencias, respondió

Y a esa respuesta tan terrenal y ocurrente, luego una larga charla sobre periodismo y literatura, y ante la sugerencia de otro de los presentes en la sala de por qué no escribe sus memorias, con todo lo que recuerda, añadió:

—No sé si lo haré, pero lo que sí sé es que hasta el último momento de la vida puede aprenderse algo.

Cierto es que preguntas y respuestas no siempre se corresponden, este pudiera ser el caso; o no. Quizás es la manera que María Elena Llana encontró para decir que no las escribirá.

 

 

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