"Iberoamérica es una realidad incontestable, una comunidad de veintidós naciones soberanas y más de 500 millones de personas- nos ha sido comunicado por su boca -como si escaseasen los libros de geografía o estuviésemos todavía en la Rávida discutiendo con Colón sobre la posibilidad del Nuevo Mundo. Sobre todo,-ha dicho para concluir su revelación-, Iberoamérica es una comunidad moral y cultural".
Pero la dulce melodía interior de sus versos no se agota con tan sensacionales hallazgos. Sobreponiéndose a su ya proverbial modestia Che María dio más de sí ante un auditorio al que suponemos tan arrobado, como cuando el Fénix de los Ingenios declamaba en la corte:
"Iberoamérica forma parte de Occidente. Sobre el fértil sustrato precolombino germinó la tradición clásica grecolatina, desarrollada por el cristianismo e iluminada por la Ilustración. Una civilización que hoy progresa gracias a la economía de mercado. La condición occidental de la realidad latinoamericana es la premisa fundamental de la propuesta que hoy presentamos".
¡Brillante, hermoso, arrobador, inolvidable! Estamos seguros de que llegados a este punto, conjurados por la palabra celestial de Che María y estimulados por sus profundos conocimientos acerca de la Historia de América, acudieron al recinto, en manadas, los espíritus de los millones de indios americanos masacrados durante la conquista y algunos de los casi 80 millones de africanos trasladados como bestias a esta región del mundo para fomentar las fortunas y lustrar los títulos nobiliarios de señoritos como el mismo Che María.
Ahora nos enteramos, gracias a este rapto de sublime inspiración, que era fértil el sustrato precolombino que los conquistadores españoles y portugueses borraron a sangre y fuego en nombre del Occidente cristiano, y que las culturas indígenas, sus obras de arte, sus construcciones, lenguas, códices y artesanías, las mismas que fueron celosamente perseguidas, denigradas, prohibidas, quemadas y satanizadas por paganas, heréticas, diabólicas y primitivas, cumplieron un papel distinto al de ser barridas de la faz de la Tierra por el celo sacrosanto de los adelantados, los inquisidores y sus descendientes.
Gracias a esta rapsodia racista de Che María se nos hace comprensible el misterio jamás desentrañado antes de que nuestro precario pasaporte al futuro, el que salvará del desastre a las sociedades latinoamericanas, se concentra en lo que tenemos de occidentales, no en lo que hayamos podido preservar de la fertilidad precolombina, y mucho menos de la sangre africana con que también fuimos amasados y que, por obvias repelencias entrevistas, ni se menciona. Dudo mucho que un entusiasta de la eugenesia nazi lo haya podido decir mejor.
"Occidente es un sistema de valores universales- continuó más adelante el inspirado aeda desde el proscenio -suponemos que electrizando al público con mirada délfica y rasgándose las vestiduras sacerdotales-, esos valores han permitido los mayores avances de la humanidad. La democracia, el estado de Derecho, los derechos humanos y las libertades individuales son los principios que se encuentran en el corazón mismo de la civilización occidental"
Es posible que esta nueva revelación de Che María provoque un dilema a los redactores de la Enciclopedia Encarta. Debe ser especialmente ardua la tarea de ubicar la matanza de los hugonotes franceses que tuvo lugar en la noche de San Bartolomé, como ocurrida en la oriental Tazmania, lejos de la más que occidental ciudad de París.
Algo parecido sucederá cuando se tenga que sacar a Auschwitz del mapa europeo para ubicarlo en el corazón de Senegal, o demostrar que los aviones que lanzaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaky despegaron de Turquía, piloteados por musulmanes.
También requerirá de algún esfuerzo acusar a pirómanos malayos por la quema de la Biblioteca Nacional de Irak, ocurrida bajo la ocupación militar de tropas occidentales; demostrar que fueron chinos los torturadores de Abu Grahib y comandos mongoles y nigerianos los que secuestran ciudadanos de medio mundo para continuar almacenándolos en la base de Guantánamo, sin dudas, ahora si, ubicada en un remoto paraje tercermundista.
Ese mismo Occidente cristiano, liberal y capitalista, al que eleva sus loas Che María, como un vulgar patán de feria que intenta embaucarnos, otra vez, con su jarabe mágico contra el dolor de muelas, es el que ha producido -con la explotación desmedida y egoísta del hombre por el hombre y de unas naciones por otras- enormes diferencias y desigualdades, marginación y analfabetismo, desesperación y violencia.
Esta región del planeta al que dirige sus letanías por encargo yanqui el señorito, no por casualidad no quiere saber más de recetas neoliberales y se encuentra empeñada en andar camino propio, con justicia social y equidad, conceptos que, curiosamente elude mencionar Che María en su jaculatoria lacrimógena.
Lo más ofensivo del histrionismo patético de Che María no radica en que despliegue sus argumentos feriales ante el público; para eso precisamente lo han contratado los amos del circo, y poco importa la dignidad en entredicho de un ex jefe de Estado de alquiler que demostró no tenerla al mentirle a sus electores y ser echado por estos.
Lo realmente ofensivo es que Che María subestime tanto la memoria histórica de los latinoamericanos como para venirnos con este sonsonete insípido a estas alturas del juego, cuando se han mostrado impotentes para mantener encadenado a un continente las juntas militares aupadas por sucesivos gobiernos norteamericanos, los escuadrones de la muerte, los cientos de miles de asesinados, desaparecidos, torturados y encarcelados, los desterrados, los censurados, los esquilmados, los hambrientos, los discriminados por el color de su piel, su lengua u origen, los que jamás conocieron antes de un maestro o un médico, los que se resignaban a ser ciegos por no poder pagar una sencilla operación de cataratas, y hoy ven la luz , gracias a la solidaridad entre los pueblos y los hombres, que dicho sea de paso, no genera espontáneamente el capitalismo que con tanto celo intenta vendernos Che María, el poeta.
Estamos seguros de que los versos satánicos de Che María no provocarán ninguna fatwa, como le sucedió a Selman Rushdie. No dan para tanto. Incluso si no fuera porque se pronuncian para intentar encadenar de nuevo a pueblos libres, serían motivo de burla, como todo lo que toca este payaso.
Hasta FAES, el tanque pensante con ínfulas neoconservadoras creado por él, a usanza y semejanza del American Enterprise Institute o Rand Corporation, en el que rumia sus derrotas y frustraciones políticas, no pasa de ser una mala copia, una metáfora de la chapuza ibérica con fondo de las Ketchups y revoloteo de encajes y lunares de folclóricas con cara a lo Millán de Astray.
Es que los fantasmas de Torquemada, Franco, Weyler y Felipe II andan de juerga por estos días, y ni se han enterado de qué cosa es diversidad cultural. Y ahora nos viene este con sus alardes de mediunidad y sus posesiones espirituales, con sus poemas rancios como rancia era aquella España clavada en la picota por Machado, la de "cerrado y pandereta, devota de Frascuelo y de María, que ha de tener su mañana y su poeta".
Por lo menos en esta región del mundo que Che María desconoce y desprecia, ambas cosas están seguras. Y muy a su pesar los vientos que soplan están muy alejados del capitalismo con el que se empeña en recolonizarnos.